La Dinastía (libro 7. Aykeris)

Cap. 48 Al descubierto

 

Dylan había dejado a los Varhidi para ir a reunirse con los Korsacov, pero mientras se dirigía hacia donde se encontraban, sintió una presencia conocida, pero que llevaba años sin sentir.

  • Alteza – escuchó y una sonrisa se dibujó en sus labios
  • ¿Henry? – preguntó antes de volverse
  • Servidor – dijo Henry con su eterna sonrisa sardónica en los suyos
  • ¡Hombre! – exclamó Dylan yéndose derecho a abrazarlo

Yvaylo, que podía ser tan maligno como su progenitor, miró a Henry riendo en forma burlona y abierta al ver la incomodidad de aquel sujeto. Si bien Dylan conservaba mucho de la estirada formalidad que le habían inculcado casi desde el vientre materno, pero que tanto le había costado adoptar y aprender a conducirse con propiedad para que Joseph dejase de sentirse enfermo por su inexcusable informalidad, le había resultado mucho más sencillo adaptarse a las maneras menos tirantes de los devrigs, mientras que Henry seguía siendo un inglés tan recalcitrantemente opuesto a adoptar nada que tuviese que ver con su condición, que sin duda el familiar gesto de Dylan le resultaba mucho más violento que un golpe en pleno estómago y de ahí el regocijo de Yvaylo.

  • Me alegra mucho verte, Henry – estaba diciendo Dylan – ¿Pero qué estás haciendo aquí? Hasta donde puedo recordar, no te somos simpáticos – agregó con su acostumbrada honestidad
  • Créame, Su Gracia
  • ¡Vamos hombre! ¿Qué te sucede? – lo interrumpió para seguir divirtiendo a Yvaylo – Sigo siendo el mismo sujeto al que…
  • Bien – lo interrumpió él a su vez – pero lo que intentaba decir, es que no me son más simpáticos ahora que antes y solo estoy aquí por obligación
  • ¿Y desde cuándo tú tan obediente?
  • Aclaremos, Rybik – dijo en el mismo tono odiosamente burlón que utilizaba cuando lo llamaba así – Una cosa es negarme a atender una citación judicial que no traiga una adecuada explicación, y otra muy diferente negarme a aceptar una… ¿invitación? – dijo en tono de duda – que venga con el sello de la Casa Real, porque supongo que estás perfectamente al tanto de que ello podría conducirme al cadalso sin mucho trámite, y por mucho que odie en lo que me convirtieron sin mi concurso, he adquirido cierta costumbre por llevar mi cabeza sobre los hombros, aunque no esté coronada como la tuya.

Dylan estaba riendo con verdadero regocijo, porque si bien en la época en la que habían compartido, no estaba como para apreciar el humor negro de Henry, ahora sí, y esto hizo que sus tres hijos y Lucien, intentasen ubicarlo al sentir aquella extraña alegría, mientras que Iziaslav miró con agradecimiento a Istvan que era quien había tenido la feliz idea de invitar Lord Richmond en beneficio precisamente de Dylan.

  • Vamos, acompáñame – le dijo Dylan después que dejó de reír
  • No creo que la invitación incluya tener que ir contigo a ninguna parte, y si mal no recuerdo, tu compañía es más bien peligrosa, pues suele conducir al dudoso afortunado ante el tribunal.

Aunque no había dejado de protestar, se había dejado conducir por Dylan hasta donde estaban sus hijos.

  • En la anterior ocasión, no hubo oportunidad para que lo conocieses – le estaba diciendo – Este es Phillipe, mi hijo mayor
  • Alteza – dijo Henry haciendo una ligera inclinación
  • ¡Lord Richmond, me alegra volver a verlo! – exclamó Derek estrechándole la mano y palmeando su hombro como si fuesen viejos amigos
  • Permítame expresarle…
  • ¿Lord Richmond? – preguntó Lucía interrumpiéndolo, pero acto seguido se le fue encima casi tirándolo al piso – Primero que nada, gracias – dijo separándose un poco – Aunque creo que sé todo lo que hay que saber de ti, me encantaría escuchar de ti mismo, tus aventuras matando asquerosos razverevied, porque déjame decirte…
  • Lucía – intentó detenerla Dylan cuando dejó de reír y luego lo miró a él – Henry, aunque ya parece innecesario, ella es mi hija Lucía
  • Por muy innecesario que le parezca a su progenitor, permítame presentarme con corrección, mi lady – dijo alejándose tanto como pudo e inclinándose adecuadamente – Mi nombre es Henry Richmond, Duque de Hardwicke, y es para mí un honor conocer a su alteza real – concluyó y Lucía compuso expresión de enorme fastidio
  • ¿Qué sucede contigo, hombre? Parece que te hubieras tragado una vara druida. Vamos, relájate o en breve parecerás una estatua

Sin embargo, el pobre Henry parecía de muchas formas y relajado no era una de ellas, mientras que Yvaylo no recordaba haberse divertido tanto desde hacía mucho tiempo, y estaba segurísimo que el estiradísimo Lord terminaría en el Haigala con un colapso masivo.

  • Ahora, y como sé que haryk no tiene inconvenientes con eso – dijo enganchándose a su brazo – quiero que me acompañes y…

Tal vez Dylan no tuviese los mencionados inconvenientes, pero Henry sí los tenía y muchos, mismos que irían en aumento, pues parecía clavado al piso.

  • ¿Acaso eres sordo, monsieur Le Duc? Tu princesa acaba de darte una orden – dijo Louis dejándose ver y Henry elevó las cejas




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