La Dinastía (libro 7. Aykeris)

Cap. 50 Recuperación

Itlar dejó la seguridad de Derek a cargo de sus escoltas habituales, es decir, Ekain y Franz, pero bajo el mando de James Harwich, pues Henri se había quedado con Iván ocupándose de los asistentes. Sin embargo, cuando Derek abandonó la habitación de Milorad con expresión tormentosa, James intentó detenerlo.

  • Phillipe…
  • ¡Déjame en paz! – exclamó sin mirarlo siquiera

Derek emprendió una carrera que no detuvo hasta llegar a Illir. De los tres, quien mejor lo conocía era James que lo había visto crecer, de modo que se preparó para tener unas horas muy difíciles, pues no había olvidado ni los bruscos cambios de humor de Derek, ni lo volátil que era. Otra cosa que recordaba bien, era que si había algo sagrado para aquel chico y después de su madre, eran sus hermanos, y en efecto, cuando abandonó las habitaciones de Lucía, venía mucho peor.

  • Phillipe escúchame, Massarik está muerto, así que cálmate – le dijo James en forma directa, pues sabía que la mejor política con él
  • Pues mejor para él, porque si no fuese así…
  • Lo sé, no en vano pasé tanto tiempo contigo
  • ¡James! – exclamó

James sonrió sin extrañarse de que no hubiese notado que era él quien le hablaba, y pasando de la ira a la sorpresa como le era habitual.

  • ¿Dónde te habías metido, hombre? ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué estás aquí y por qué…?
  • Con calma, alteza – lo detuvo ganándose un porrazo en la cabeza
  • Si vuelves…
  • Sí, sí, ya sé, pero vamos por partes. Primero, ser tú, aparte de no ser el sueño de mi vida, me consume mucho tiempo y no me deja mucho del mismo para nada más. Segundo, llegué esta mañana, pero siendo que ahora eres un fulano muy solicitado, no había tenido oportunidad de saludarte. Y tercero, no supondrás que iba a perderme el espectáculo de verte hacer el idiota encadenándote a una sola mujer.

Ekain y Franz pensaban que aquel individuo parecía haber olvidado con quien hablaba, mientras que Derek estaba a punto de reír cuando vio a Haris y su ánimo sufrió otro violento cambio.

  • ¿Cómo está papá, Haris?
  • De momento, delicado – dijo el veldeky – pero solo necesita un poco de descanso y tranquilidad.

James pensó que en verdad era una buena cosa que Massarik estuviese muerto, pues si ya Derek era peligroso siendo un humano común aunque no fuese nada común, ahora siendo un devrig, sería estúpido agenciarse su ira. Sin embargo, en esta ocasión no dijo nada, pues el príncipe Alexander había salido junto con Haris, y aquel no solo parecía, sino que se comportaba como lo que era; aunque James lo había conocido desde niño, ni de lejos tenía con él la confianza que tenía con Derek, de modo que guardó prudente distancia y silencio mientras los hermanos hablaban y hasta que escuchó su nombre.

  • Lord Harwich – dijo Alexander y él se apresuró a acercarse – escoltará a mi hermano de vuelta a Korszemel, y responde ante mí por su seguridad
  • Sí, alteza – dijo él haciendo la apropiada inclinación
  • Alex…
  • No compliques las cosas, Derek Phillipe. Ahora tienes una esposa que te necesita, pues su padre fue gravemente herido
  • Sí, pero papá y Lucía…
  • Papá y Lucía van a estar bien – lo interrumpió, pero luego suavizó el tono – Ve con Istziar, hermano, ella te necesita

Derek entró un momento a ver Dylan, pero no se demoró pues él seguía dormido, y como ya había visto a Lucía, en cuanto salió se despidió de Alexander y regresó.

 

Dylan fue el primero en recuperarse, porque si bien en un humano común, la suya podía ser una condición muy delicada, él era un devrig y no había sido herido, aparte de que contaba con la excelente atención de Haris. No obstante, el veldeky recibió la orden de Iziaslav de mantenerlo sedado hasta que Lucía estuviese más recuperada, algo a lo que Lucien se opuso, pues sabía lo mucho que disgustaba eso a Dylan.

  • Syn, es por su bien, porque si ve a Lucía en este momento…

Pero Lucien lo dejó con la palabra en la boca y se fue derecho a las habitaciones de Lucía, pero apenas entró a la antecámara, casi parecía que hubiese muerto alguien, porque Antje lloraba en silencio, Yvaylo parecía estar sintiendo tan enorme dolor que Lucien pudo experimentarlo como un golpe físico; los ZD que estaban allí, parecían estatuas y Lucien no recordaba haberlos visto tan quietos jamás, pero Louis era el que parecía en peor estado, pues estaba sentado en el piso sujetándose la cabeza con las manos y repitiendo una y otra vez: J’ai échové [1]

  • ¿Qué les pasa? – preguntó Lucien – Nadie le quitó la cabeza a la muchachita, lo cual es una pena, pero…

Lucien sintió lo que identificó como una violenta ráfaga de energía, pero lo próximo que vio, fueron los enrojecidos ojos de Louis frente a él, y no se enteró que había sido Alexander quien había alzado la barrera entre ellos.

  • Que tú la odies no nos pone a los demás en la misma situación – escupió Louis – Pero aunque seas un maldito príncipe, si alguna vez le haces el más mínimo daño, te juro por cualquier Dios que exista, que voy a matarte
  • ¡Kaviel, sácalo de aquí ahora! – ordenó Alexander – Y asegúrate de ponerlo en un calabozo




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