Aunque se suponía que Istziar y Derek aun demorarían alrededor de una semana en volver, Alexander quiso trasladarse a Yaroslavl antes, pues tenía mucho interés en conocer bien la ciudad y al pueblo del que era príncipe, y como Iziaslav no había puesto objeciones, era que ahora el soberano estaba entrando al Dvortes, pero desde que Iziaslav llegó a Yaroslavl, y a pesar de que iba una o dos veces al año, en aquella ocasión experimentó una sensación diferente y que se correspondía con la que siente cualquiera al regresar a casa. Inicialmente se preguntó la razón de la diferencia y tuvo un pensamiento que fue inevitablemente captado por Istvan quien como de costumbre y en ocasiones oficiales como la presente, iba con él.
Así como Istvan no pudo evitar enterarse de aquello, él no pudo hacerlo en el sentido de registrar lo que el Levjaner pensó.
El escuadrón de Levramzyk que los acompañaba se sorprendió al ver a Istvan adelantarse un poco y a continuación doblar una rodilla frente a Iziaslav y bajar la cabeza.
Si bien Iziaslav había sido un autócrata, y en muchos sentidos aún lo era, normalmente lo fastidiaba mucho aquella actitud de Istvan y culpaba a Milorad por no haber repartido mejor la herencia genética entre sus hijos, porque si bien Milorad y debido tal vez a la confianza que había entre ellos por haber crecido juntos, normalmente le decía lo que pensaba sin mucho adorno, aunque si esto era especialmente incómodo o desagradable primero le preguntaba si podía hablarle como amigo y luego era que lo apaleaba, sus hijos eran los dos extremos de aquella actitud, porque mientras Istval no tenía filtro, Istvan era el paradigma de la corrección, de los estirados modales y el respeto exacerbado al protocolo. De modo que si al primero quería sacudirlo por irreverente, al segundo por excesivamente formal.
Algunos de los Levramzyk que los acompañaban hicieron un verdadero esfuerzo por no reír, pues recordaron a Lucía a quien habían escuchado dirigirse en el mismo tono y en los mismos términos al otro Korsacov.
Si antes Istvan pensó que había cometido una terrible falta, ahora estaba seguro que iba a pagar por ella.
Iziaslav tuvo deseos de zurrar al necio aquel, pero luego pensó que el necio era él, porque con aquel rybik no había nada que hacer como no lo había con su hermano en sentido contrario.
Una vez solo, Iziaslav se perdió en un pasado tan lejano, que a él mismo, y a estas alturas, le lucía irreal.
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Editado: 17.11.2021