La Dinastía (libro 7. Aykeris)

Cap. 54 Viaje de bodas

 

Finalmente la nueva pareja de recién casados había podido marchar a su viaje de bodas, pero no sin antes pasar a ver a Lucía, pues Istziar no quería irse sin asegurarse de que la niña evolucionaba bien.

El destino escogido era Francia, pues Derek la había visitado pero más bien poco, pues a pesar de haber sido uno de sus sueños de niño, debido a las circunstancias que rodearon su adolescencia, esto no fue posible. Sin embargo, había ido en algunas ocasiones, mismas que Phillipe aprovechó diligentemente para llevarlo a las propiedades familiares de Toulousse y Normandía, empleándose a fondo por transmitir todo el orgullo y amor desmedidos que él sentía por su patria, y que ni el largo y obligado exilio habían disminuido ni un poco, y por el contrario, habían contribuido de manera inmejorable para que aquel apego por la tierra que lo vio nacer, aumentase en forma desmedida.

Cuando se plantearon el viaje de bodas, él sugirió con cierta cautela ir a Francia, y la cautela obedecía a que por algún motivo, los Korsacov en general, parecían tenerle poco aprecio a aquel país, pero como Istziar se mostró de acuerdo, Derek se sintió muy contento, pero ahora, mientras se paseaban por Saint-Claire-sur-Epte, y después de hablarle de la historia de su familia, Derek decidió preguntar lo que había querido saber desde hacía mucho, pero que Istval se las arreglaba para cambiar el tema.

  • ¿Dhazshliv, sabes por qué tu familia siente tanto rechazo por mi tierra?

No obstante, nada le costó notar la incomodidad de Istziar y se arrepintió de haber preguntado, pero no tuvo ocasión para retirar la pregunta.

  • Tú eres mi esposo y te amo, razón por la cual no puedo ni quiero mentirte, pero debes prometerme que intentarás no solo comprender, sino que esto no va a afectarte porque nada tiene que ver contigo.
  • Tienes mi palabra, pero si esto te hace daño de algún modo, no quiero saberlo.
  • En realidad nada tendría que hacernos a ninguno de los dos – le dijo y Derek asintió, aunque ya no estaba muy seguro de querer saber, Istziar inició su relato.

Su historia partía muchos siglos antes de que ninguno de ellos hubiese nacido, y se iniciaba con un enfrentamiento entre Korz, quien ya para entonces era uno de los kraz de Yaroslav, y una tribu invasora procedente de Escandinavia. Korz no los dejó avanzar y en realidad los diezmó sin compasión, pero según la historia que sobrevivió, si bien mataron a todos los hombres, mujeres y niños, al día siguiente y mientras revisaban los restos del sencillo campamento y las naves en las que habían llegado, encontraron a una pareja de niños idénticos hasta en el último de los detalles y fueron llevados ante Korz. La particularidad de aquellos chicos despertó el interés y la curiosidad de Korz, pues en su tribu no se daba aquel fenómeno, así que ordenó que los niños fuesen atendidos si estaban lastimados, y alimentados. Sin embargo, un poco después y mientras celebraban la reciente victoria, un grupo de mujeres se acercó y venían muy agitadas, porque habían descubierto que no se trataba de dos niños varones, sino que eran un chico y una chica.

Según lo que Istziar sabía, le habían pedido a Korz que los matase, pues en opinión de las mujeres aquello era una abominación, pero para buena suerte de las criaturas, había una vidmagy allí y convenció a Korz de que aquella era una señal de buena fortuna, y que si los mataba se agenciaría la ira de sus Dioses. Como aquellos sujetos eran supersticiosos, algo normal en atención a la época, Korz decidió escuchar a Vinka, la vidmagy en cuestión, pero después de eso se presentó otro asunto, porque nadie quería ocuparse de los niños y eso incluiría a la mujer de Korz, de modo que, a pesar de la oposición de su esposa, él se quedaría con los niños, pero como no era que tampoco él fuese o pudiese ocuparse de ellos, éstos quedarían a cargo de Vinka.

Siendo que hablaban lenguas diferentes, Vinka tuvo algunas dificultades para entenderse con ellos, y lo primero que logró fue averiguar sus nombres. El chico se llamaba Ahrens y la niña Yerik. Los niños absorbieron las costumbres de la tribu y su cultura; Ahrens fue entrenado en las actividades propias de los hombres, y Yerik en las de las mujeres, pero Ahrens más que Yerik, absorbió hasta la última gota de las enseñanzas de Vinka.

Cuando tuvo la edad, Yerik fue entregada en matrimonio a uno de los miembros de la tribu, pero no sobrevivió al primer parto y tanto ella como el bebé murieron. Aquello devastó a Ahrens, porque a pesar de que él había sido criado como un hijo más de Korz, nadie parecía poder olvidar de dónde procedía en realidad, y siendo como era, tan diferente físicamente, pues sus cabellos parecían rayos de sol, y el color del cielo parecía haberse copiado en sus ojos, les imposibilitaba a todos olvidarlo. Con las cosas así, después de la muerte de su hermana y siendo que sentía que había perdido lo único que tenía en la vida, Ahrens se volvió cada vez más abstraído  y solitario.

Un poco después, Ahrens se enamoró de una de las nietas de Korz, pero el padre de la criatura se opuso y el asunto terminaría en tragedia, pues Ahrens era silencioso pero mortífero, y era algo que todos sabían llevaba en la sangre, de modo que más le habría valido al individuo que nunca lo aceptó como hermano, haberle entregado a su hija en lugar de su cabeza.

El tiempo siguió su curso, y ya fuese por una cosa o por otra, la tribu aprendió a respetar a Ahrens y a aceptarlo como uno de los suyos, y antes de que Yaroslav muriese, le ofreció la libertad a Korz y a sus descendientes, pero él, y si bien aceptó una libertad que dijo nunca había sentido que había perdido, le juró su lealtad y la de todas las generaciones futuras de descendientes Korsakov. Yaroslav también hizo jurar a los suyos que jamás, nadie que llevase su sangre, cuestionaría los derechos de un Korsacov, y apenas unas horas antes de morir, nombró a Ahrens krazlev y sucesor legítimo de Korz, y sería Aler, un hijo de Ahrens, quien daría inicio a la larga dinastía de Levjaners de la familia Korsacov.




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