Inglaterra, 1650
Muy poco después de la coronación, Istziar tuvo que ver partir de nuevo a su esposo, y, aunque él prometió regresar a casa tanto como le fuese posible, si bien ella lo aceptó sin protestar, pues siendo hija y hermana de guerreros, estaba acostumbrada a verlos partir y a que pasase mucho tiempo antes de poder verlos regresar, sabía que ese tiempo podía ser muy largo.
Siendo que ahora Istziar era una princesa, debía residir en Illir, y como Jovanka iba a verla con frecuencia, la amistad de ambas con Madeleine se fortaleció.
Jovanka no solo era una devrig, sino una zitgané también, de modo que su pueblo originario veneraba tanto o más que los devlianos a los dioses y espíritus de la naturaleza, así que si alguien no iba a discutir lo que acababa de escuchar, esa era ella, además de que sabiendo lo que Madeleine era, sus palabras representaban un enorme rayo de esperanza. Y Madeleine tendría razón al menos con respecto al regreso de su sobrino, lo que no gustaría a nadie sería el motivo para ese precipitado retorno.
Derek había fijado su base de operaciones en Cleves por dos motivos diferentes, el primero para poder cumplir con la palabra que había dado a sus sobrinos de mantenerse en contacto cercano, y la segunda, porque al año siguiente de dar inicio a su misión, se había descubierto que al menos un grupo de los nelegas, nombre que el Adestrarshy le había dado al grupo que perseguían, estaba operando en Inglaterra.
Una noche, en medio de una aburrida reunión de esas a las que asistía eventualmente, pues no podían pasarse la vida haciéndole olvidar a todo el mundo su existencia, escuchó a James.
Derek pensó varias cosas, la primera y más obvia al menos para James, era que quería hacerlo polvo por no haberse asegurado de que aquella mujer no se le acercaría nunca, la segunda, que si por cualquier motivo le hubiese dado la más mínima esperanza, efectivamente lo haría polvo, y la tercera, que en verdad la honorable lady Wortingthon era afortunada o por lo menos lo había sido hasta ese momento.
Era muy posible que si James no hubiese sido un devrig, sufriese como mínimo un colapso al escuchar el tamaño del descaro de aquel infeliz. No era que a él le simpatizase la mujer en cuestión, pero seguía siendo una, y a su juicio, Derek no solo había sido muy grosero, sino que además, no lo sentía en lo más mínimo y por el contrario, casi podía apostar a que lo estaba disfrutando. No obstante, no tendría ocasión para expresar su indignación, porque el señor archiduque ya estaba hablando con dos Lores, conversación que quien interrumpiría sería un agitado Henri.
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Editado: 16.12.2021