La DinastÍa (libro 8. Rhyfeldstar)

Cap. 3 Phillipe

 

Inglaterra, 1650

 

Muy poco después de la coronación, Istziar tuvo que ver partir de nuevo a su esposo, y, aunque él prometió regresar a casa tanto como le fuese posible, si bien ella lo aceptó sin protestar, pues siendo hija y hermana de guerreros, estaba acostumbrada a verlos partir y a que pasase mucho tiempo antes de poder verlos regresar, sabía que ese tiempo podía ser muy largo.

Siendo que ahora Istziar era una princesa, debía residir en Illir, y como Jovanka iba a verla con frecuencia, la amistad de ambas con Madeleine se fortaleció.

  • Creo que Phillipe es una gran persona, pero yo sabía… – comenzó Jovanka, pero se detuvo al recordar con quien hablaba – Lo siento, Madeleine
  • No tienes que disculparte – le dijo ella con una sonrisa serena -  eres madre y es natural que te preocupes por tus hijos
  • Mírala, está triste
  • Y lo entiendo, pero al menos él está vivo y ella sabe que volverá
  • Lo siento, Madeleine – repitió Jovanka apenada y recordando las circunstancias en las que Madeleine había perdido a su esposo
  • Descuida, no es que haya olvidado a Jacques, pero aprendí a vivir con su ausencia. En cuanto a Istziar, es verdad que está triste, pero lleva todo esto bastante bien, después de todo es tu hija y él volverá mucho antes de lo que creen – le dijo sonriéndole
  • Pero al menos yo los tenía a ellos, mientras que… bueno, sabemos que es improbable que tengan hijos – le dijo y la mirada de Madeleine se perdió en la lejanía por un rato 
  • Sophie nunca creyó que tendría una hija, y no solo la tuvo, sino que lo hizo con el ser más improbable del mundo siendo ella una Saint-Claire. De modo que no des por hecho que ellos nunca tendrán descendencia, porque improbable no es lo mismo que imposible, y por mucho que creamos más en lo último, para la madre naturaleza no hay imposibles – le dijo tomándole una mano – Solo confía, Jovanka

Jovanka no solo era una devrig, sino una zitgané  también, de modo que su pueblo originario veneraba tanto o más que los devlianos a los dioses y espíritus de la naturaleza, así que si alguien no iba a discutir lo que acababa de escuchar, esa era ella, además de que sabiendo lo que Madeleine era, sus palabras representaban un enorme rayo de esperanza. Y Madeleine tendría razón al menos con respecto al regreso de su sobrino, lo que no gustaría a nadie sería el motivo para ese precipitado retorno.

 

Derek había fijado su base de operaciones en Cleves por dos motivos diferentes, el primero para poder cumplir con la palabra que había dado a sus sobrinos de mantenerse en contacto cercano, y la segunda, porque al año siguiente de dar inicio a su misión, se había descubierto que al menos un grupo de los nelegas, nombre que el  Adestrarshy  le había dado al grupo que perseguían, estaba operando en Inglaterra.

Una noche, en medio de una aburrida reunión de esas a las que asistía eventualmente, pues no podían pasarse la vida haciéndole olvidar a todo el mundo su existencia, escuchó a James.

  • Phillipe, esa mujer que se acerca es lady Worthingthon, una viuda que te ha estado “persiguiendo” por media Europa
  • Dime algo Hardwike, ¿no podías limitarte a hacer rápidas apariciones sin involucrarte con ninguna damisela?
  • Nadie habría creído que eras tú, pero en cualquier caso, créeme, esta mujer es insoportable y nunca “le has dado” una oportunidad
  • Me alegra saberlo – le dijo y colgó una sonrisa fría en sus labios, pues la mencionada mujer ya los había alcanzado
  • Mi querido archiduque, se ha vuelto usted un joven muy escurridizo y nos priva a todos de su adorable presencia, pero debo ser la mujer más afortunada del mundo al tener la dicha de encontrarlo aquí

Derek pensó varias cosas, la primera y más obvia al menos para James, era que quería hacerlo polvo por no haberse asegurado de que aquella mujer no se le acercaría nunca, la segunda, que si por cualquier motivo le hubiese dado la más mínima esperanza, efectivamente lo haría polvo, y la tercera, que en verdad la honorable lady Wortingthon era afortunada o por lo menos lo había sido hasta ese momento.

  • Mi lady – dijo en tono seco – estoy bastante seguro que mis ancestros volverán de sus tumbas solo para atormentarme por faltar a la cortesía y al respeto que como caballero bien nacido le debo a una dama no solo por lo anterior, sino porque se me enseñó a respetar a mis mayores. Sin embargo, tendré que faltar a todo lo antes expuesto, pues debo atender asuntos de mucha urgencia en otro lugar. Mi lady – finalizó a modo de despedida y con una breve y casi imperceptible inclinación de cabeza

Era muy posible que si James no hubiese sido un devrig, sufriese como mínimo un colapso al escuchar el tamaño del descaro de aquel infeliz. No era que a él le simpatizase la mujer en cuestión, pero seguía siendo una, y a su juicio, Derek no solo había sido muy grosero, sino que además, no lo sentía en lo más mínimo y por el contrario, casi podía apostar a que lo estaba disfrutando. No obstante, no tendría ocasión para expresar su indignación, porque el señor archiduque ya estaba hablando con dos Lores, conversación que quien interrumpiría sería un agitado Henri.

  • ¡Phillipe, tenemos que marcharnos “ahora”! – lo urgió al tiempo que se encargaba de los individuos con los que él hablaba
  • ¿Sabes lo desagradable…? – había comenzado una vez que estaban fuera, pero se detuvo al sentir que un frío desagradable recorría su espalda – ¿Qué? – preguntó al ver la expresión de Henri
  • Lo lamento, Phillipe
  • ¿Exactamente qué es lo que…?
  • Tu hermano…




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