Yaroslavl, 1671
Mientras terminaba de alistarse para salir, Iziaslav estaba haciendo un repaso de los últimos veinte años.
Al inicio, él había estado muy preocupado por la actividad que se proponían emprender sus hijos y sus nietos, pero quien más angustias le había proporcionado había sido Lucia por lo ya explicado, mientras que los príncipes y si bien estaban metidos hasta el cuello en los diversos problemas políticos de las zonas más conflictivas de Europa, Alex donde se había introducido con mucho éxito era en las cortes de los países escandinavos y la del Sacro Imperio, y eso lo preocupaba mucho, porque aquella era la zona de mayor influencia de individuos como Hossa y Harsady.
Yaroslavl comenzaba a ser conocido en occidente como un país próspero, y esta apertura era obra de Alexander y de Sergei. Inicialmente, a Iziaslav no le había hecho mucha gracia aquello, pero como ya se había hecho costumbre, Alex lo apaleó como solo él podía hacerlo y el soberano tuvo que ceder. En lo que Alex no tuvo suerte y sabía que no la tendría, era en aquello de que los soberanos no iban por ahí paseando de corte en corte, y en aquel momento Iziaslav sonrió al recordar la espinosa conversación.
Como de costumbre, Iziaslav se sentía desarmado cuando lo escuchaba y veía aquella mirada, pero como en esa ocasión Lucien había estado presente y siempre que lo estaba era garantía de problemas, los hubo.
Dicho aquello se levantó, se marchó y casi nadie lo notó hasta que Lucía comenzó a gritar a su abuelo para consternación de su padre y su hermano.
Derek, Iyul y el mismo Iziaslav, intentaron disimular muy mal su regocijo, mientras que Dylan se preguntaba qué mal había hecho él para que sus hijos intentasen asesinarlo con tantos disgustos, y si por cualquier motivo se había imaginado que Alexander sería menos problemático que Derek y Lucía, últimamente ya no estaba tan seguro.
Aquel primer año había sido catastrófico y el soberano había terminado por volver a Illir, porque al menos de forma inmediata, los rybiks no parecían estar corriendo ningún riesgo, mientras que él sí, pues Lucía se había puesto en verdad muy difícil apareciendo de forma inesperada en cualquier lugar en el que Iziaslav estuviese, amargándole la existencia hasta hacerlo salir del mismo. Y en el caso de Lucien era igual o peor, porque al malcriado príncipe no le importaba si su padre se llevaba a todas las mujeres del planeta a la cama o si les quitaba la cabeza, y en realidad estaba convencido que lo primero las conduciría inevitablemente a lo segundo, pero también lo estaba en el sentido de que antes de llegar al inevitable final, primero su necio padre haría cualquier cantidad de disparates por las criaturas en cuestión, de manera que se esforzaba en apartarlas de su camino tanto si las hallaba hermosas como si no.
Iziaslav abandonó los recuerdos cuando escuchó a Janos, de modo que se giró.
Iziaslav asintió y se dispuso a esperar a que le avisasen que ya su nieto estaba listo para salir, aunque no lo haría en calma, porque Michel se presentó tan inopinadamente como de costumbre, y aunque no se suponía que estuviese allí, se quedó obsequiándolo con sus arbitrarias opiniones hasta que salieron.
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Editado: 16.12.2021