Lucien tenía infinidad de defectos, entre ellos la malcriadez, y era algo en contra de lo que nadie podía hacer nunca nada. Sin embargo, siendo que quien había decidido hacerse cargo era Iziaslav, las cosas se le complicarían al malcriado sizvitel que estaba gritándole en todos los tonos a Iziaslav.
Si bien ni Janos ni Itlar habían escuchado nada, aquella orden había retumbado en el cerebro de Lucien aturdiéndolo y haciéndolo callar, aunque no por mucho tiempo.
Iyul y Dylan, que por lo sorpresivo de la desaparición habían demorado algunos segundos en seguirlos, llegaron justo cuando Iziaslav amenazaba a Lucien, y ninguno de los dos podía creérselo. En el caso de Dylan, porque habiendo sido testigo de las mayores exhibiciones de malcriadez, desobediencia y franca grosería organizadas por Lucien ante su padre, se preguntó en forma automática qué podía haber dicho Lucien antes de que ellos llegasen como para que Iziaslav lo amenazase de aquella manera.
Y en el de Iyul, fue lanzado al pasado, a una oportunidad en concreto en la que Lucien, siendo muy pequeño todavía, se las había arreglado para escabullirse entre las filas de los guerreros que marchaban a una de las muchas y habituales batallas. Aunque nunca se explicaron cómo había sucedido aquello, nadie había notado la presencia del muchachito hasta casi el final del enfrentamiento cuando lo vieron blandir una espada casi más grande que él, para atacar a un sujeto que estaba a punto de hundir la suya en Mikha que había sido derribado de su caballo por una lanza enemiga. Aunque era muy improbable que aquello hubiese detenido al agresor, y en cualquier caso ya Radek, el amigo inseparable de Mikha, se había lanzado sobre él para evitar que el príncipe fuese alcanzado, Lucien sin duda era muy decidido, porque a pesar de haber sido rechazado por el atacante, cuando el individuo iba a hundir un cuchillo en el niño, el pequeño demonio, como lo llamó el sujeto, había logrado elevar la pesada espada y el infeliz aquel quedó ensartado por la misma.
Para aquel entonces Lucien estaba a punto de cumplir ocho años, y cuando fue conducido ante Iziaslav, el individuo casi sufre un colapso al ver a su pequeño hijo todo bañado en sangre. Sin embargo, cuando lo dejaron en el piso y procedió a una rápida revisión para determinar el daño que creía había sufrido, el sinvergüenza aquel solo sonrió.
Tanto Iziaslav como los que estaban con él, que en aquel momento eran Milorad, Darko y Kireg, elevaron las cejas, pero al segundo siguiente, Iziaslav estaba gritándole a su hijo, la cuestión era que el muchachito aquel no era capaz de guardar el adecuado silencio y estaba mucho más lejos del conveniente miedo que debía tenerle a Iziaslav, en opinión de los levjaners.
Después de eso, le había dicho más o menos lo mismo que le acababan de escuchar en la actualidad, e Iyul estaba bastante seguro que en esta ocasión posiblemente sí lo cumpliera, porque en la que había llegado a su memoria, después que a Iziaslav se le había pasado tanto el susto como el enfado, y había escuchado a Radek, se sintió muy orgulloso de su vástago menor y autorizó que se le hiciese su primera trenza, aunque ni siquiera había ido a su erwedais, de modo que Atli se había apresurado a hacerle la simbólica trenza, pero, desde luego, la mencionada trenza no estuvo acompañada de ningún tatuaje, pero aquello también le costó a Mikha el castigo más largo de su vida, pues Mikha había recibido la poco grata tarea de evitar que su pequeño hermano se metiese en problemas, algo que Andrei nunca entendió, pues Mikha era en sí mismo un enorme problema y no había forma de que fuese responsable de algo que parecía desconocer. Radek, el amigo de Mikha, corrió con la misma suerte, porque aquellos dos eran un solo cerebro, lo que hacía que Iziaslav lo creyese tan culpable como Mikha en cualquier cosa que hiciese su alocado hijo tanto si Radek era culpable como si no, aunque el noventa y nueve por ciento de las veces lo era sin duda alguna. Los que habían sido testigos de lo hecho por Lucien, pensarían que el kicyk livlje había nacido sin juicio y que lo mejor que podía hacer el Hlavary era encerrarlo en una jaula, y aunque lógicamente no lo habrían dicho en voz alta, fue una opinión que nunca varió, pues al menos los guerreros de la época seguirían considerando a Lucien un loco peligroso que no debía estar suelto.
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Editado: 16.12.2021