La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Los Hechos

 

Nápoles1760

 

Iván y el grupo de los ZD que había seguido a Lucía, apenas pusieron los pies en aquel lugar tuvieron un mal presentimiento. Aquel no era un lugar especialmente apreciado desde que Lucien se había metido en un horroroso lío en ocasión de la Guerra de Sucesión polaca cuando el duque de Toscana derrotó a los austríacos recuperando así los reinos de Nápoles y Sicilia. El asunto era que ellos se las habían visto negras para que el volátil y arriesgado sizvitel conservase la cabeza sobre sus hombros, porque como cabía esperar, Giorgio Savaresce también estaba metido hasta el cuello en aquel conflicto. De modo que no, ninguno de los ZD tenía los mejores recuerdos de aquel lugar.

  • ¿Lucía, qué estamos haciendo aquí?
  • Espera
  • Pues yo sugeriría darnos prisa, porque esa cosa parece a punto de comenzar a vomitar – dijo Silvano

El comentario obedecía a que se hallaban a los pies del Vesubio, pero adicional a ello, justo en el momento que se presentaron allí, sintieron el violento movimiento de tierra, y como había señalado Silvano, de la boca del volcán había comenzado a salir una enorme cantidad de humo.

A pesar de lo anterior, Lucía había comenzado a avanzar ignorando el desagradable olor a azufre.

  • Creo que no debemos estar aquí – dijo Louis
  • Y no deben

Todos se giraron intentando que Lucía quedase a cubierto, pero como no veían a nadie, Axier le hizo una seña a Irakli, pero antes de que él comenzara a moverse, Lucía lo detuvo.

  • Sal a donde podamos verte, Radek

Louis compuso pésima expresión mientras que tanto él como los demás se preguntaban qué hacía aquel entrometido allí.

  • ¡Radek! – exclamó Lucía

Un par de segundos después, lo vieron materializarse casi encima de ellos, pero él a quien se dirigió fue a Iván.

  • Llévatela de aquí. Ahora – le dijo
  • Tú no…

Si bien y como cabía esperar, Lucía había comenzado a protestar, no podría, porque en ese momento Louis se le fue encima y cayeron ambos, pero todos vieron la flecha que se había clavado en la espalda de Louis.

  • Altesse…
  • Cierra la boca y apártate, Ghislaine

Ella no había notado lo anterior, pero los que sí, habían actuado de acuerdo al poder que manejaba cada uno mientras que Radek se giró con rapidez y comenzó a avanzar.

  • Vuelve aquí, imbécil – le dijo Silvano con urgencia

Sin emabrgo, no solo Radek no le prestó atención, sino que vieron a Iván ir tras él.

  • ¿Qué demonios les sucede? ¿Acaso están locos? – preguntó Axier
  • Pregunta estúpida – dijo Hani

Como Louis no se había movido, Lucía lo apartó con escasa ceremonia, y se estaba poniendo de pie cuando notó que el chico estaba herido.

  • ¡Maldición, Ghislaine!

Mientras los demás intentaban ver de dónde había venido el ataque, aunque en realidad el mismo casi parecía un hecho aislado pues nadie más los estaba atacando, Lucía había extraído la flecha y tenía sus manos sobre la herida.

  • Hani – llamó después de un momento – Llévalo al Haigala
  • Y todos deberíamos ir con ellos – dijo Irakli

Irakli no había terminado de decirlo cuando Lucía lo empujó y echó a correr tras Iván y Radek.

  • Pero…
  • Llévate a Ghislaine – le dijo Axier a Hani – Irakli, pide…

Sin embargo, antes de que Axier concluyera, y aunque no era necesario, pues ya Irakli había dado aviso a Istvan de su posición, vieron aparecer alrededor de un centenar de individuos.

Aquello era malo por donde quiera que se viese, pues ellos eran muy veloces y certeros, pero solo eran ocho contando a Radek y en realidad seis, pues Louis estaba inhabilitado y Hani había partido con él. Aun así, Axier, Irakli y Silvano, corrieron para alcanzar a los demás y escucharon a Radek que reñía a Lucía.

  • ¿Acaso eres sorda, muchachita? Vete de aquí

Aquello era tiempo perdido y cualquiera habría podido decírselo, pero como Radek no era estúpido y no iba a seguir perdiendo el tiempo con ella, aceleró el paso y un momento después vieron que comenzaban a caer quienes avanzaban. Aunque nadie los había atacado después que Louis había caído, Radek pareció juzgar conveniente aquello y sin duda lo era, porque un momento después vieron como si algo lo hubiese golpeado a él, aunque eso no lo detuvo.

  • ¡Déjalo! – escucharon que decía Lucía

Aunque les habría encantado saber a quién se dirigía, luego pensaron que en realidad preferirían no haberlo sabido.

  • No eres ni tan fuerte ni tan listo como todos creen – escucharon una nueva voz – No eres más que el hijo de una Cadik




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