La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 2 Desgracia

 

La terrible realidad que tuvo que enfrentar la familia real, los afectaría de muy distintas maneras.

Iyul, y aunque lo disimulaba lo mejor que podía, llevaba encima una pesada tristeza que amenazaba con derrumbarlo, el dolor lo ahogaba y cada día se preguntaba cómo hacer frente a aquella nueva y terrible realidad que nunca pensó tener que vivir.

Pero si Iyul estaba destrozado ante la perspectiva de aceptar la muerte de su padre, sus desgracias aumentarían en forma grosera, pues cuando finalmente Lucien pareció convencerse de que no encontraría a los desaparecidos en ninguna parte, pues casi había recorrido la tierra palmo a palmo, cayó en una brutal depresión que lo llevó a aislarse de nuevo. Esto había ocurrido varios meses después que se registraron las extrañas desapariciones, y si bien ni Aleksèi ni Armand estaban en las mejores condiciones, se dedicarían en cuerpo y alma a atender no solo a Lucien, sino a Louis.

 

El caso de Louis a quien más había afectado, naturalmente, había sido a Henri, porque cuando Lucía desapareció, ellos se habían dedicado a la búsqueda, pero cuando aceptaron que no iban a encontrarlos, algo que los miembros del Arkel habían aceptado mucho antes que Lucien, aunque los ZD lo habían seguido a todas partes en su desesperada búsqueda, Henri se fue derecho al Haigala. Lógicamente él estaba al tanto de que Louis había sido herido antes de que se sucediesen los hechos que culminaron con las desapariciones, de lo que no lo estaba era de que ni hubiese salido del Haigala, ni estuviese con los ZD, de modo que cuando se enteró de ello corrió al hospital, pues no se imaginaba qué podía haberle sucedido como para que aún estuviese allí.

  • ¡Armand! – exclamó casi atropellando al chico

Henri en su desesperación, pareció olvidar que nadie le gritaba a aquel individuo y no por ser quien era, sino por su especial sensibilidad a cualquier estímulo externo.

  • ¡Ey! – lo empujó Michel arrastrándolo al otro extremo del vestíbulo del Haigala – Si le vuelves a gritar a mi hermano, voy a cortarte la lengua si tienes suerte D’Albret, y si no la tienes, voy a hacer polvo tu cerebro – siseó con ira
  • Michel

Armand se había acercado y con algo más de calma determinó que Henri estaba muy alterado por algo, y siendo que él era el jefe de la guardia de Derek, fue lo primero que Armand pensó.

  • ¿Haryk está bien, Henri?

Como Michel a diferencia de su gemelo, no pensaba, sino que reaccionaba, ya estaba sacudiendo al desdichado Henri, de modo que Armand empleó su propia habilidad apartándolo.

  • ¿Estás bien? – le preguntó a Henri ayudándolo a levantarse
  • Me disculpo por…
  • Olvida eso y dime si haryk está bien
  • Sí, pero me enteré que Louis sigue aquí y…

A Henri se le fue el alma a los pies al sentir la tristeza de Armand, pero su entrenamiento vino en su ayuda.

  • ¿Armand?
  • Ven conmigo

Un momento después entraban a la habitación donde se encontraba Louis, así que Henri pudo volver a respirar, pues en el cortísimo lapso que duró el trayecto, se había imaginado cualquier cantidad de barbaridades.

  • ¿Qué le sucede? No es posible que…
  • Henri – lo detuvo el chico – en realidad nadie tiene idea de qué le sucede, porque de acuerdo al primer informe de Haliq, llegó aquí presentando un serio envenenamiento, pero después que fue atendido en medio de las protestas, porque quería volver, repentinamente perdió el conocimiento y no lo ha vuelto a recuperar desde entonces

Ante aquella situación, Henri no podía haberse sentido peor. El tiempo comenzó a pasar y si bien Henri cumplía fielmente con su obligación al lado de Derek, la mayor parte de las noches y cuando sus actividades se lo permitían, las pasaba en aquella habitación del hospital. Al principio solo recordaba cómo y en qué condiciones había encontrado a Louis, y aunque para ese entonces trabajaba bajo las órdenes de André, él nunca sustentó sus mismas opiniones y estaba mucho más lejos de compartir la despiadada personalidad de André, de manera que había experimentado un profundo dolor al ver a aquel joven, casi niño, a punto de morir y era la razón por la que había decidido llevárselo a André, pues aunque no quería que el chico muriese, él se había jurado que jamás le haría a nadie lo que le habían hecho a él; aunque eso podía lucir contradictorio sabiendo que era la única manera de salvarle la vida a alguien,  él no se veía haciéndolo.

También recordaba los muchos dolores de cabeza que el muchachito aquel le había dado, y aunque en alguna oportunidad se cuestionó su buen juicio por haberle salvado la vida, siempre ganaba la conmiseración repitiéndose una y otra vez, que Louis no tenía la culpa de ser como era.

Henri tenía muchísimos años, lo que no había tenido era una familia como tal, pues su padre ya era muy mayor cuando desposó a su madre y ésta no sobrevivió al parto, algo más bien común por aquella época, de modo que Henri creció al lado de un padre anciano, sin madre y sin hermanos. Fue obligado a casarse con una criatura a la que no logró querer y ni siquiera le resultaba atractiva, pues era mucho mayor que él y poco agraciada, de modo que su padre murió sin ver la descendencia que esperaba; una vez que su padre había muerto, y aunque Henri siguió casado con aquella mujer hasta la muerte de ésta,  ni siquiera residió nunca en la misma casa con ella. De manera que Henri había sufrido de soledad toda su vida y hasta que se hizo cargo de Louis. Por todo lo anterior, y aunque ahora tenía amigos y tanto Derek como Istziar lo habían hecho sentirse parte de su familia, viendo a Louis en aquel estado, lo acometió de nuevo el viejo sentimiento de soledad.




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