La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 3 Kayrit

 

Joseph Danworth había sido un individuo práctico, directo y en muchas ocasiones tremendamente desagradable por lo anterior, pero por la misma razón, era enemigo de las discusiones y rara vez las tenía con nadie. Sin embargo, Dylan le había dado muchos motivos para querer hacerlo, pero había aprendido por el camino difícil, que convencer a aquel terco muchachito de algo con lo que no estuviese de acuerdo, lo conduciría no solo a desatar la ira de la criatura, sino a agenciarse una enorme frustración, o un terror demencial como sucedió con el asunto de un posible enlace matrimonial, ya que casi lo perdió en esa oportunidad. Como conocía bien a su hijo, cuando consideraba que lo que iba a plantearle era algo importante, se partía la cabeza buscando las mejores formas de hacerlo, y si no, no insistía mucho, aunque nunca dejaba de intentarlo, como sucedió con la caza.

Aquella era una actividad que gustaba mucho a Joseph y era algo muy practicado por los nobles. Joseph tenía inmejorables perros de caza y siempre le iba muy bien en aquel ejercicio. De modo que cuando Dylan tuvo la edad adecuada, intentó que se interesase en el asunto, pero aquel fue un rotundo fracaso, pues a Dylan no parecía haber nada que lo disgustase más, desde el desgraciado día que Kendall y él habían colocado aquella trampa que lo único que había atrapado era el pie de Sophie y su pequeño corazón para siempre. Y su aversión llegaba tan lejos que se había extendido incluso a los galgos que poseía su padre y a cualquier otro animal de la misma especie.

Cuando inició su amistad con Lucien, éste lo invitó en un par de ocasiones a una partida de caza organizada por algún otro noble, pero naturalmente Dylan se negó en ambas ocasiones quedándole claro a Lucien su aversión y en breve también la razón, de modo que no insistiría nunca más.

En una ocasión en la que Dylan había ido a buscarlo, y, aunque se había anunciado como correspondía, Lucien estaba ocupado de acuerdo a lo que le dijo el mayordomo, algo que naturalmente molestó a Dylan, pues él había cumplido con el requisito de anunciarse con antelación, algo que no hacía Lucien nunca, y le parecía muy grosero de su parte que ahora lo dejase esperando. Aun así, no evidenció su molestia ante el mayordomo, sino que comenzó a despedirse, pero el hombre lo detuvo.

  • Disculpe milord, pero el Conde me ordenó indicarle que si no tiene usted inconveniente, podía reunirse con él en las cuadras

A Dylan le extrañó aquello, y aceptó más por curiosidad que porque quisiera ver a Lucien en ese momento en el que lo que quería era decirle unas cuantas cosas poco agradables. El mayordomo lo condujo hasta el lugar en cuestión y lo primero que vio casi lo hace retroceder, y al mismo tiempo entendía la imposibilidad de Lucien para atenderlo, pues allí estaba Anastasia.

Dylan se había sentido tremendamente mal, pues por empezar, aquella era una dama que se encontraba sola en la residencia de un individuo que aparte de ser un conocido libertino, estaba demostrando ser muy inconsciente también, al hacerlo a él, testigo de aquella impropia situación.

No obstante, y cuando estaba punto de darse media vuelta, vio a un caballero que le había sido presentado con anterioridad, como Antonio Massera, el hermano de Anastasia, lo que tranquilizó a Dylan, pues evidentemente ahora y a sus ojos, aquella era una visita vestida de la adecuada formalidad, y aunque muchos años después recordaría aquello y ya sabiendo que Anastasia no tenía ningún hermano, se preguntó quién habría sido aquel al que había visto, y sería la misma Anastasia quién le aclararía que se había tratado de uno de los mozos de cuadra de quien Lucien se valió para el trámite.

El asunto era que Lucien estaba muy ocupado en otra actividad que el Dylan de entonces encontraba igualmente impropia para ser efectuada por un caballero, pues atendía el parto de una perra. Si bien Dylan estaba al tanto de que Lucien asistía eventualmente a partidas de caza, no le había parecido que fuese una actividad por la que sintiese la pasión que sentía su progenitor, o al menos no al punto de interesarse de aquella inusual manera por sus Galgos. Sin embargo, su sorpresa alcanzó límites extraordinarios cuando vio que no se trataba de uno, sino de un ejemplar de extraordinaria belleza; era blanco como la nieve, con un pelaje aterciopelado, y cuando ladeó la cabeza, vio unos espectaculares ojos azules. Aunque a Dylan no le gustaban los perros por asociarlos a la caza, no pudo dejar de admirara la belleza de aquel.

Mucho después, pero mucho después, se enteraría que aquel ni era el ejemplar que había mencionado Lucien, como un Husky siberiano que alguien le había obsequiado y por eso se preocupaba tanto por él, ni era ninguna raza conocida por los humanos, pues se trataba de un Kayrit devliano. El kayrit es un ejemplar parecido al Husky siberiano, pero del mismo modo que los Chukchi crearon al Husky, los devlianos hicieron lo propio cruzando a un Koryak con un lobo blanco. Una de las principales diferencias entre el Husky y el Kayrit, es que mientras los primeros pueden ser de varios colores, un kayrit siempre será blanco con los ojos azules. Hasta allí, Dylan lo había entendido, pero la sorpresa mayor llegó luego, porque la particularidad de los kayrit devlianos, era que por su adhesión a sus dueños, habían sido alcanzados por la maldición, de modo que por ejemplo Ayla, la kayrit de Lucien, tenía casi su misma edad, y casi, porque en realidad había nacido un poco antes que él y fue escogida por Iziaslav para el futuro príncipe. Por ese mismo camino, se enteraría que todos los hijos de Iziaslav, y éste mismo, poseían uno, al igual que algunos de los levjaners, pues aquel era un compañero muy apreciado por los guerreros devlianos, no solo porque eran extraordinarios cazadores, sino que podían encontrar con éxito y rapidez, el camino a casa en la lamentable situación de que el guerrero en cuestión se encontrase herido y lejos de la misma, o en su defecto, y suponiendo que no pudiese moverse, ir por ayuda con la misma rapidez. Y adicional a todo lo anterior, eran feroces compañeros de batalla, pues eran entrenados para ello al mismo tiempo que sus dueños. Como ya se dijo, tanto el Hlavary como sus hijos poseían un ejemplar, pero Lucien era el único que tenía una hembra y no un macho como había sido el caso de su padre y sus hermanos, y parecía quererla muchísimo.




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