Cap. 9 Mujeres y hombres
Europa, 1794-1795
Una vez que Dylan se había recuperado, pudo sentirse contento por el regreso de Lucien, pero fue evidente para todos que esa alegría no alcanzaba para aliviar el enorme dolor que destrozaba día a día su corazón. Quien peor se sintió fue Iyul, pues si bien su dolor no era menor, parecía más apto para lidiar con el mismo que Dylan, de modo que había puesto todas sus esperanzas en la recuperación de Lucien para que sacase a Dylan de aquel abismo de sufrimiento, y aunque ciertamente Lucien lo intentó, casi estaba consumiéndose con él. Sin embargo, aquel individuo era terco y empecinado, de manera que un buen día se levantó y yéndose derecho hacia la habitación de Dylan, irrumpió en esta con mucho escándalo.
- No puedo creer que aún no estés listo, signorina
Aquello era mucho descaro en opinión de Dylan, pues normalmente a quien había que esperar era a él.
- ¿Acaso no dormiste?
- Por supuesto que lo hice, pero no iba a pasarme todo el día en la cama, especialmente si está se encuentra sola – bromeó Lucien
Otra inexactitud descomunal, pensó Dylan, porque aquel era el único devrig que conocía que fuese tan afecto a estar en una cama estuviese ésta vacía o groseramente concurrida.
- ¿Y hay alguna razón para tu… madrugadora visita?
- No es una visita, necio. Vine por ti
- ¿Y exactamente para qué?
Para ese momento y como ya Dylan estaba correctamente vestido, Lucien lo sujetó sin darle tiempo a nada y un momento después estaban en el último lugar al que habría imaginado que querría ir Lucien, pues identificó sin posibilidad de error su tierra natal.
- ¿Qué sucede contigo, Luciano?
- Conmigo nada, pero por si no lo has notado, Francia está volviéndose un peligro y tu país está alineado del lado equivocado, de manera que es muy posible que más pronto que tarde, se queden solos contra Francia.
Como de costumbre a Lucien le tomó escasísimo tiempo enterarse de cómo estaban las cosas una vez que había superado su última crisis, algo que no extrañó a nadie, y lo que extrañaba a Dylan en aquel momento, era que le estuviese diciendo aquello, pues Lucien era un príncipe y no podía estar pensando de aquella manera.
- Podría haber esperado muchas cosas de ti Luciano, pero no que apoyases a individuos que han demostrado un comportamiento tan incongruente y que quieren hacer desaparecer a toda la nobleza
- Veamos, primero no, no se trata de eso, lo que estaría dispuesto a apoyar son los principios que gestaron este movimiento, pues resumiendo, están basados en el respeto a los derechos de todos y te recuerdo que es lo que perseguimos. Sin embargo, por altruistas que sean esos principios, están en manos de hombres – puntualizó – y éstos son susceptibles ser corrompidos una vez que ostentan el poder, y no, el poder no es el que corrompe, pero saca a flote lo peor del ser humano. De manera que por lo anterior, no podría ni querría apoyar a ninguno de ellos. En segundo término, la nobleza está destinada a desaparecer tanto si nos gusta como si no, porque somos una minoría que como he dicho siempre, gozamos de unos privilegios que la mayoría aborrece, pues es injusto.
- Lo injusto es lo que estás diciendo, pues nuestros antepasados trabajaron para…
- ¿En serio? Ni los tuyos ni los de ningún noble conocido, han movido un solo dedo para tener lo que hoy poseen. Es posible y te concedo, que Joseph Danworth y tú, naturalmente, se hayan portado con más justicia con sus siervos o con los campesinos libres a quienes han arrendado sus tierras, pero, ¿eso es realmente justicia? Porque aun suponiendo que lo fuese, ustedes son una mínima parte de la nobleza que defiendes
- No hemos sido los únicos, porque Phillipe Saint-Claire fue un hombre justo y…
- Y te engañas miserablemente, porque quien lo fue, al menos con los trabajadores de los Saint-Claire, fue Jacques Germain – hizo una pausa al percibir la ira de Dylan y agregó – No estoy diciendo que Phillipe fuese una mala persona y solo se comportaba como cualquier individuo que hubiese nacido siendo un noble, pero no estaba en sus venas sentir pena por sus siervos, pues él nació y creció en la creencia, equivocada por cierto, de todos los que como él, como tú y como yo, pensamos que nacimos para ser obedecidos.
- ¿Y entonces qué? ¿Nos sentamos a ver cómo destruyen nuestro patrimonio? O mejor aún, se los entregamos de buen grado y subimos al patíbulo para que nos corten la cabeza
- Ciertamente es simplemente imposible que a nosotros nos quiten nada, y en cualquier caso no se trata de eso, sino de prepararnos para el futuro, porque las monarquía, y por consiguiente cualquier gobierno absolutista, están destinados a desaparecer en favor de gobiernos participativos y populares, y suponiendo que no lo hagan del todo, quedarán como un título más decorativo que otra cosa, de modo que el poder de la nobleza sufrirá el mismo destino
- Eso es imposible, Luciano, porque nuestros títulos son hereditarios y no pueden quitárnoslo
- Seguro, ¿pero puedes decirme quién garantiza eso? – pero como Dylan no contestó, lo hizo él mismo – Los monarcas de cada región, y si éstos desaparecen o están supeditados a un parlamento o a cualquier otra forma de gobierno popular, los mencionados títulos dejarán de ser importantes. Es posible que sigan conservándose, así como las propiedades, pero sus legítimos dueños se verán en la necesidad de contratar y pagar a quienes trabajen para ellos. Lo anterior representará una merma considerable en sus propias ganancias, y con el tiempo, o bien reducen sus propios gastos o se verán obligados a vender todas o una gran parte de sus propiedades que serán adquiridas por la clase burguesa que se perfila como la nueva clase con el poder económico, y éstos llegarán a tener tanto o más que los actuales nobles.