Yaroslavl-Inglaterra-Francia, 1794-1800
Después del episodio en el que Aureliè y Vajda resultaron heridas, las pobres criaturas tuvieron que soportar no solo los gritos de Michel, la reprimenda de Derek y el pesadísimo discurso de Dylan, sino que tuvieron que permanecer mucho tiempo en el Haigala, pues ambas recibieron una enorme cantidad de balas en su empeño por proteger a las personas de los proyectiles, pues Napoleón había ordenado disparar en forma indiscriminada contra la multitud. No obstante, si pensaron que aquella experiencia iba a disuadirlas, no pudieron estar más equivocados, y durante los próximos años, se verían envueltas en tantos conflictos que Derek casi conseguiría que Iyul diese la orden de encerrarlas.
En 1797, las consecutivas derrotas que había infligido Napoleón a los ejércitos Austríacos, terminaron con la firma del Tratado de Campoformio que dio a Francia el control de los Países Bajos y de la mayor parte del norte de Italia. Como cabía esperar, aquello desató la ira inmanejable de Lucien que se presentó en Yaroslavl interrumpiendo una audiencia de Iyul. Mirsad se dio la mayor de las prisas en hacer salir a quienes Iyul estaba atendiendo en aquel momento y que para empeorar la situación, se trataba de delegados devrigs de origen francés, razón por la cual estaba Derek presente.
Como Itlar se había dado mucha prisa en avisar a Yvaylo, Dylan se presentó en compañía de Michel que había estado haciéndole la vida miserable mientras él intentaba trabajar.
La idea de Itlar al avisarle a Yvaylo, era procurarse la ayuda de Dylan que habitualmente lograba que Lucien se tranquilizase, porque habían descubierto que la ecuanimidad de Dylan parecía un contrapeso que conseguía equilibrar el ánimo del volátil príncipe sin mayores esfuerzos, aunque no siempre daba resultado y esta parecía ser una de esas ocasiones en las que ni Dylan ni nadie podría hacer nada, y tendrían que recurrir a Alexander.
Sin embargo, no lo dejó contestar lanzándose a un furioso relato de cómo habían estado las cosas, pero no contento con eso y como debían haber esperado sabiendo como sabían la manía que le tenía a Bonaparte, la emprendió en su contra.
Como de costumbre y siempre que Lucien hablaba, todos permanecían en muda atención, pues no importaba si lo que decía era bueno, malo o simplemente venenoso como en la presente ocasión, porque siempre causaba el mismo efecto.
Dicho esto abandonó el salón dejándolos a todos con una pesada sensación de fatalidad. Iyul sabía que no escucharlo sería un error, y aunque de momento veía improbable que se cumpliesen tan negras predicciones, no sabía que al pensar así estaba cometiendo el mismo error que muchos monarcas, la diferencia era que creyéndolo posible o no, él tomaría las previsiones del caso.
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Editado: 16.03.2022