Europa, 1805-1806
Durante los quince años que siguieron a la Campaña de Egipto, en los países europeos se escribieron unas de las páginas más sangrientas de la historia. Ninguna de las coaliciones parecía capaz de detener el avance de las tropas revolucionarias y el desmedido delirio de grandeza de Napoleón Bonaparte.
Si bien los devrigs habían logrado superar la catastrófica experiencia vivida en la oportunidad en la que el ejército francés había derrotado a los austríacos, no sería la última situación difícil, porque como había vaticinado Lucien, más pronto que tarde, Napoleón demostró sus verdaderas intenciones, pues el 28 de mayo de 1804, se autoproclamó monarca del Primer Imperio Francés, y el 2 de diciembre, en un acto de suprema arrogancia que iba en contra de las costumbres observadas por todos los monarcas católicos, se coronó a sí mismo, de modo que la presencia del papa Pío VII fue puramente decorativa.
Con aquel nuevo panorama, el conflicto y los intereses de los países coaligados cambiaron de rumbo, pues ya no se trataba de restaurar la monarquía francesa, sino de acabar con Napoleón Bonaparte que era una amenaza para todos ellos.
Lucien nunca había sido simpatizante de los ingleses, pero los aplaudió por su terca negativa a aceptar una paz con el nuevo imperio, si está no se daba en sus propios términos. De manera que en 1805 darían inicio las que serían llamadas con posterioridad guerras napoleónicas, período durante el cual, los monarcas europeos no se cansarían de fastidiar a aquel odioso individuo.
Por diversas fuentes se enteraron que Napoleón planeaba invadir las islas británicas, pero para ello necesitaba equiparar su fuerza naval, pues Francia era una fuerza militar soberbia, pero la armada inglesa era superior. Napoleón ideó toda clase de estrategias, pero todas fueron estruendosos fracasos, lo que hizo que terminase por abortar la misión de invadir las islas, pero eso no significaba que se hubiese olvidado de ello. Como de momento no podía hacer nada al respecto, volvió su mirada hacia el continente y comenzó con la sistemática aniquilación de sus enemigos.
Los devrigs por su parte, llegaron a un punto donde comenzaron a plantearse, muy seriamente, si seguían observando la misma conducta, es decir, tratando de salvar a los desventurados civiles que se veían a merced de aquel devastador conflicto, o si actuaban directamente en contra de aquel individuo. Sin embargo, aunque Lucien en un inicio y antes de que Napoleón se convirtiese en emperador, había dicho que lo mejor era despojarlo de la cabeza, Iyul se negaba a ello. No obstante, en la reunión que estaban sosteniendo para planear lo que harían a continuación, cuando el individuo se proponía marchar hacia Rusia, quien pareció perder la paciencia fue Derek.
Si Iyul podía soportar con paciencia los despropósitos y alteraciones de sus parientes, no era el caso de Lucien, pues se puso de pie y un minuto después estaba sujetando a Derek hasta levantarlo del sillón.
Todos los presentes habían suspendido las respiraciones, pues sabían que ambos eran igualmente reactivos y peligrosos, pero Lucien era un primigenio y Derek no. Sin embargo, los LL lo que pensaron fue que, aunque lo anterior era cierto, Derek tenía un poder que manejaba muy bien y podía hacerle mucho daño a Lucien. Y en el caso de Dylan, lo que se sentía era sumamente abatido, pues aquel desgraciado conflicto estaba enfrentando a dos personas a las que amaba.
#919 en Otros
#190 en Novela histórica
#515 en Fantasía
#349 en Personajes sobrenaturales
guerra perdida dolor desapariciones, persecucion nuevos amigos recuerdos, amor imposibles traiciones
Editado: 16.03.2022