La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 13 Caida

 

Europa, 1810-1815

Los miembros del Arkel sabían que en ningún caso podían dejar que alguno de sus compañeros fuese hecho preso, algo poco probable, pero no imposible, pues en determinadas circunstancias un devrig podía quedar temporalmente inhabilitado bien fuese, porque perdiera el conocimiento, o porque fuera herido de gravedad, y ya sabían que las municiones de plomo les causaban un enorme daño, de modo que aquella posibilidad se había vuelto muy real. Sin embargo, el tener cuidado no siempre era suficiente y ya en varias ocasiones los levjaners habían tenido que intervenir para recuperar a alguno de sus hombres antes de que fuese decapitado.

Desde que la situación se había recrudecido, y siendo que era obvio que los países, a pesar de las muchas pérdidas que habían sufrido y los tratados que habían firmado con el nuevo imperio francés, no tenían intenciones de cumplirlos, y sí las tenían de seguir resistiendo, Lucien se había metido de cabeza en los frentes de batalla y todos habían concluido que o bien el príncipe había perdido definitivamente la cabeza, o tenía un extraordinario deseo de perderla, pero en cualquier caso, se había convertido en un loco peligroso. Aunque Lucien siempre había sido fuente de problemas y preocupaciones para sus parientes, en las presentes circunstancias se había convertido en un serio problema de estado.

Era cierto que Yaroslavl había permanecido neutral ante el conflicto, y ningún mortal común podía intentar con éxito, obligarlos a abandonar aquella postura, pero si Lucien iba por ahí metiéndose donde no debía, comprometía a su nación, pues ya se encargarían individuos como Hossa, Harsady, o Rastell, de que quien interesaba supiese que aquel era un príncipe de su país, lo que por extensión se tomaría como que el mencionado país estaba apoyando a alguno de los bandos en conflicto.

Lo anterior hizo que Iyul llamase a Lucien en una ocasión, poco después de que se iniciasen las guerras napoleónicas, por lo antes explicado. Sin embargo, aquello sirvió de poco o nada, y en opinión de Dylan, lo que habían conseguido era que Lucien aparte de molestarse mucho, se pusiese en mayor peligro.

  • Tienes que estar bromeando – le había dicho Lucien a Iyul después de escuchar su planteamiento
  • No, Lucien, no creo que algo así pueda parecerme un buen motivo para bromear. Sabes que seguimos teniendo enemigos, y que estos hacen todo lo que pueden para fastidiarnos.
  • Algo que han hecho siempre y…
  • ¡Lucien! – lo interrumpió – ¿Es que no te das cuenta que con tu comportamiento les estás dando motivos para atacarnos y obligarnos a…?

No obstante, independientemente de lo que quisiera decir, lo que no pudo fue hacerlo, pues Lucien había soltado una helada carcajada que no era de ningún modo una expresión de alegría.

  • En verdad no solo eres estúpido, Giulio, sino que estás demostrando una cobardía indigna de la sangre que corre por tus venas

Las respiraciones se habían detenido. Derek, Alexander y Michel, se prepararon para intervenir, pues todo ser viviente dentro de la raza de los devrigs, sabía que cuando los ojos de Lucien se tornaban carmesí, alguien tendría muchísimos problemas, pues, aunque esta era una particularidad de su condición, Lucien a diferencia de sus congéneres, parecía controlarlo mejor y su ira no necesariamente hacía que el color de sus ojos cambiase, de modo que si esto sucedía, el desastre estaba garantizado. Los LL y Misha se angustiaron por otro motivo, porque si bien todos conocían el mal carácter de Lucien, lo que parecían olvidar era la peligrosidad de Iyul, y, aunque estaban seguros que no iba a matar a su hermano, sí podía apalearlo y seguidamente dar la orden de encerrarlo, lo que no habría sido mala idea a juicio de la mayoría y el problema sería la reacción del kicyk sizvitel.

  • Ninguno de esos tales tendría ni la más mínima oportunidad en contra de nuestros guerreros, de manera que si nos atacan, tendremos la oportunidad de enviarlos a todos a donde deben estar.

Dylan elevó las cejas, pues aquel no era el Lucien que él había creído conocer y que estaba en contra de todos los conflictos armados, pero Derek, que tuvo una idea más acertada acerca de lo que Lucien estaba buscando, se adelantó a los demás.

  • Hace poco dije que si me autorizaban, yo mismo iba y le quitaba la cabeza a Bonaparte y sigo pensando igual, pero lo que tú estás haciendo es criminal, Lucien, porque atraerás a una muerte segura a unos soldados que solo siguen órdenes, porque no pueden hacer otra cosa.
  • Si realmente no pueden hacer otra cosa, encontrarán una manera digna de morir – contestó con frialdad – En cuanto a ti, hermano – puntualizó de forma odiosa – estoy bastante seguro que mi padre se sentiría sumamente decepcionado de ti y de aquello en lo que te has convertido, un títere de tus consejeros sin capacidad de tomar decisiones propias, pero como yo no soy tú, y en las presentes circunstancia me avergonzaría que me relacionaran contigo, a partir de este momento puedes considerarme muerto, porque no volveré a utilizar tu apellido y renuncio a todos mis derechos como príncipe de una dinastía cuyo soberano no es digno de quienes lo precedieron
  • ¡Lucien! – exclamaron varias voces
  • Mi nombre es Luciano di Sassari, Conde de Cagliari




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