La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 15 Novedades

 

Yaroslavl, 1850-1903

Quienes pensaron que los conflictos en Francia habían finalizado con la abdicación de Luis Felipe y la creación del gobierno provisional que convocaría a elecciones, se equivocaron por mucho. Las primeras elecciones generales con sufragio universal masculino, dieron como resultado un giro hacia la derecha, siendo apartados del gobierno los radicales y los socialistas, sin embargo, las primeras medidas fueron muy impopulares provocando revueltas y manifestaciones que fueron duramente reprimidas, pero marcaron el cambio hacia una república autoritaria y conservadora. En 1848, es electo por sufragio universal, como primer presidente de la república Francesa, Luis Napoleón Bonaparte, quien en 1852, convocó un plebiscito con el que puso fin a la Segunda República e instauró el Segundo Imperio, siendo proclamado como Napoleón III, el 2 de diciembre de 1852, fecha idéntica a aquella en la que Napoleón I se coronó a sí mismo como el primer emperador de los franceses.

Como cabía esperar, nadie vio con buenos ojos aquello, sin embargo, Luis Napoleón se esforzó en asegurar que otro Napoleón no significaba necesariamente que tuviese intenciones de sumir de nuevo al continente en guerra.

Aunque este segundo imperio francés no es especialmente conocido en nuestros días, Francia alcanzó un formidable desarrollo en ese período, y para 1870, se había recobrado de su atraso industrial con respecto  al Reino Unido. París se convirtió en una de las capitales más bellas del mundo. Bajo la supervisión del barón Haussmann, quien fue el encargado de la dirección de los trabajos, muchas secciones de la ciudad se demolieron y se efectuaron nuevos trazados para sustituir las viejas calles medievales por amplias avenidas y se añadieron otras, así como parques y edificios, pero dos de las cosas más importantes, fueron el abastecimientos de agua de manantial a la ciudad, y el sistema de alcantarillado incluso en los distritos más bajos.

Sin embargo, no pudieron sustraerse a la guerra, pues después de la desintegración del Sacro Imperio Romano-Germánico, Prusia comenzó con sus pretensiones de unir a todos los territorios germánicos y a aquellas ciudades libres dispersas, bajo un Imperio Alemán. Por otra parte, Rusia solicitó la ayuda francesa en contra del Imperio Otomano, y Francia tuvo una victoriosa participación en la Guerra de Crimea (1854 – 1856). Y en 1859 derrotan a Austria en Italia.

Pero no todo podía salirles bien, pues la invasión francesa a México fue una derrota estruendosa. Y finalmente la política diplomática del canciller prusiano, Otto Von Bismark, terminó por obligar a Luis Napoleón a declararle la guerra a Prusia y así daría inicio la guerra franco-prusiana que terminaría en desastre para Francia, y Luis Napoleón sería depuesto por las fuerzas de la Tercera República.

En este período, como estaba en pleno funcionamiento el cuerpo especial dirigido por Darko, pudieron mantener a los problemáticos bajo estricto control, y el resto del cuerpo pudo ocuparse de mantener a salvo a tantas personas como les fue posible, pero sin involucrarse directamente en el conflicto.

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De los enormes avances que se habían dado en las postrimerías del siglo XIX, el que más había interesado a Michel era el del automóvil. Aunque él había estado muy ocupado con los conflictos ocasionados por la revolución, naturalmente se enteró de las primeras de éstas máquinas, y cuando las cosas se habían tranquilizado un poco, se fue derecho a averiguar todo lo que hubiese que saber acerca de los nuevos métodos de transporte. Primero había ido a su tierra natal, pues sabía que hacia 1790, se habían utilizado allí los primeros carriles de acero, y en 1803 estuvo presente en la inauguración de la línea <<Surrey Iron Railway>>. No obstante, aquel era un transporte que si bien le había interesado más que todo por la novedosa técnica de desplazamiento, el automóvil le interesó mucho más, pues lo veía como algo más personal, de manera que se había lanzado de cabeza con aquello.

El otro amante de la tecnología era Derek, algo que su hermano Cris siempre había sabido, y fue por ello que en el aquel ya lejano año en el que nacieron los gemelos, había puesto tanto empeño en que Kendall consiguiese un telescopio para que Derek pudiese ver el fenómeno que tuvo lugar el día del nacimiento de sus hermanos. Siendo algo por lo que siempre se había interesado tanto, era que Derek siempre encontraba tiempo para leer cualquier cosa que estuviese relacionada con el área de los avances tecnológicos, y desde que había escuchado a Lucien decir, que algún día habría coches voladores, se había mantenido vigilante. Si bien había estado al tanto de los vuelos en globo, no le habían interesado tanto, pues eso se alejaba, a su juicio, de lo que Lucien había expuesto, al igual que lo hacía el dirigible de Henri Giffard, aunque en éste, por lo menos la dirección podía ser controlada con el uso de timones y motores.

Otra novedad que se acercaba un poco más a lo que Derek imaginaba, fueron los primeros planeadores, de modo que a éstos les hizo un seguimiento más cercano, desde el rudimentario planeador del polaco Jan Wneck, hasta el planeador construido con aluminio por Félix Du Temple, pasando por los estudios de Geroge Cayley, quien sería considerado más adelante como el fundador de la ciencia física de la aerodinámica. Aunque siguió con atención a todos los que intentaban conseguir naves autopropulsadas y con estabilidad en el aire, fue en 1890, cuando vio el vuelo del aparato equipado con un motor a vapor, construido por el francés Clément Ader, y, aunque éste no logró recorrer más que unos metros en el aire, Derek se marchó muy contento.

  • No veo por qué…
  • Nos estamos acercando, HD – lo interrumpió él
  • Insisto, si tantas ganas tienes de romperte el cuello y me lo pides con amabilidad…
  • No seas necio, hombre, estamos presenciando el futuro
  • Si el futuro es tener como perspectiva volverse polvo al caer desde una altura a la que seguro, eso es lo único que conseguirás…
  • Eres un cobarde, HD
  • No es cobardía, es sentido común. Si la naturaleza hubiese querido que voláramos, nos habría dado unas convenientes y bonitas alas ¿no crees?




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