Yaroslavl-Arabia
Los Savaresce eran originarios de Calabria, más concretamente de Cosenza. Savario, quien diese origen a su dinastía, fue un italiota [1] que se asentó en aquellas tierras. Para la época en la que nació Avitzedek, ya había tenido lugar la conquista romana, y su niñez se desarrolló en medio de las luchas que asolaban a la región. Por aquel entonces era difícil conservar las posesiones a menos que tuviesen altos cargos políticos, así que se pasaban la vida guerreando, aunque sin muchas esperanzas de poseer nada. Fue por esto que la familia Savaresce, que siempre estuvo compuesta por más hombres que mujeres, desertó de las filas del ejército romano y comenzó a buscar otros horizontes, primero cruzaron el Mediterráneo hacia el este, entrando por Siria, pero aquellas solo eran grandes extensiones de desértica arena, y sus pobladores eran tribus nómadas, de modo que hubo poco que hacer allí. Aun así, un tío de Avitzedek quedó a cargo de aquel inhóspito lugar, y allá irían a dar aquellos que cometían cualquier falta. Después regresaron a Calabria donde las cosas seguían más o menos igual, de modo que ahora cruzaron el Tirreno hacia las costas balcánicas. Aquel había sido el origen de la ancestral rencilla entre los Savaresce y los Yaroslávich, pues los segundos eran sumamente poderosos e imbatibles de aquel lado. Avitzedek se casó en el campo de batalla y sus hijos nacieron en diversos sitios, de modo que si los Savaresce se consideraban italianos era por el origen de su progenitor, pues de los dos que quedaban vivos, Gianfranco había nacido cerca de Bulgaria, y Giorgio lo había hecho en algún punto entre Polonia y Ucrania.
Cuando fueron alcanzados por la maldición, Avitzedek había decidido regresar con lo que quedaba de su diezmado ejército hacia las desérticas arenas árabes, y por lo menos hasta que recuperaron la salud y la fortaleza, no salieron de allí. Si bien ellos en principio creyeron que era una enfermedad lo que los había atacado, demoraron un poco más en enterarse de forma correcta de lo que les había sucedido. Sin embargo, una vez enterados, pensaron equivocadamente, que ahora y con sus nuevas habilidades, podrían tener oportunidad en contra de los Yaroslávich, sin tener en cuenta no solo que ellos estaban en las mismas condiciones, sino que tenían mayores conocimientos, pues contaban con los levjaners.
A Avitzedek le tomaría muchos años entender aquello, y algunos más renunciar a hacerles la guerra, pero finalmente lo había hecho y se dedicó a acumular riquezas e invirtió en todo aquello que le pareció útil o provechoso. Si bien no era que quisiese más ahora a los Yaroslávich, y simplemente se habían rendido ante la evidencia, no era el caso de su hijo menor, lo que había constituido un dolor de cabeza demencial. En todas las Evesbriel a las que se había visto obligado a asistir, y si bien no en todas hablaba con Iziaslav, cuando lo hacía, se trataban con la misma antipatía de siempre, y a Avitzedek lo enfermaba aquel aire de superioridad de Iziaslav y su tono burlón, algo que le había heredado a su hijo menor que era igual de insoportable. Pero el asunto era que con simpatía o sin ella, se había habituado a aquel estilo de vida. Con quien nunca pudo ni siquiera hacer el intento de nada, fue con Swaney, y de no haber sido por la tregua que pactaron, y que él sabía que Swaney no estaba cumpliendo de ninguna manera, él mismo habría buscado la forma de hundir un dykari en su estúpido cuello.
Avitzedek tenía alrededor de cuarenta años cuando sufrieron la maldición, y más de veinte casado con Vipsania, la madre de sus hijos, pero cuando llevaba poco tiempo en Arabia, conoció a Zharià y no hubo nada qué hacer. Para ese momento, ya él había tomado varias esposas, y, aunque aquello no le hacía ninguna gracia a Vipsania, que se encargó de deshacerse de algunas, con Zharià no pudo, pues aparte de que Avitzedek se encargaría de tenerla muy protegida, un poco después, Vipsania se convencería de que su marido en realidad se había enamorado como un idiota de aquella niña, porque muy pronto se enteró de que ella estaba embarazada. Para ese momento no sabían lo difícil que les resultaba engendrar, pero el solo hecho de que Avitzedek hubiese perdido la cabeza por Amaranta, hizo que Vipsania abandonase para siempre el sarai y no quisiese volver a ver a Avitzedek nunca más.
Cuando ellos aprendieron a transformar, que por cierto en su caso quien lo haría sería Gianfranco, Avitzedek se dio la mayor de las prisas en transformar a Zharià, y, aunque seguía teniendo muchas otras mujeres, aquella era sin duda la que estaba por encima de todas.
Una vez que las cosas se tranquilizaron un tanto en la península, Avitzedek encargó a sus hijos la consecución de propiedades tanto en Calabria que era la tierra que lo había visto nacer a él, como en otros lugares, y así como ellos cumplieron con eso, también se hicieron con un título nobiliario. Aunque ciertamente por las venas de los Savaresce no corría ni una sola gota de sangre noble, lo que siempre habían sido era unos guerreros feroces, algo que su transformación potenció, de manera que en una ocasión, le prestaron un servicio especial a Otón II cuando éste se preparaba para regresar a Apulia por los Abruzos, y fue esto lo que les valió aquel título, y, aunque le fue concedido a Gianfranco que era el mayor, éste se lo transfirió a su padre.
El tiempo siguió su curso, pero mientras Gianfranco se volvió un cortesano muy hábil y refinado, Giorgio había adquirido buenas maneras, pero su salvajismo seguía siendo superior a cualquier cosa, y, aunque los levramzyk culpaban a ambos por igual de los desastres que ocasionaba Giorgio, Gianfranco fue responsable de menos de la mitad de lo que lo acusaron.
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Editado: 16.03.2022