La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 21 Nuevo mundo

 

Venecia-Florencia. Diciembre 2004-Octubre 2005

Adriano era un individuo sencillo, y si bien tenía un título universitario, su vida giraba en torno a sus viñedos y a su mujer, de modo que las complicaciones mentales o emocionales, no formaban parte de su cotidianidad y no tenía idea de cómo manejarlas. Aun así, hizo su mejor esfuerzo por explicarle a Milorad algo que para él era obvio, es decir, que aquel libro era un cuento para adultos. Afortunadamente Milorad no era de la clase terca o discutidora como eran los casos de Iván o Iliar, de modo que escuchó a Adriano, y, aunque naturalmente no podía estar de acuerdo o entender lo que el hombre intentaba explicarle, tampoco lo contradijo, pero como tampoco era estúpido, de momento no insistió y esperó hasta un par de días después para interesarse por el nombre de la ciudad más grande, pues entre las muchas cosas que había leído, estaba la mención a las bibliotecas que se hallaban en las grandes ciudades. La información se la dio Martina mientras ella estaba cocinando y él se había ofrecido a ayudar con la reparación de la puerta de la cocina. Esos días también conversó con algunos de los trabajadores del viñedo, de quienes obtuvo la información de la distancia que había entre el lugar en el que estaba y Venecia.

Varias noches después, y una vez reunida la información que consideró pertinente, esperó a que los Bresciano estuviesen dormidos, se levantó, les escribió una nota de agradecimiento asegurándoles, además, que regresaría; la dejó sobre la mesa y salió. Ya para ese momento Milorad sabía que no tenía por lo menos un par de cosas muy necesarias, dinero y una identificación, pero eso no iba a detenerlo, pues, aunque fuese caminando, pensaba llegar a su destino. Lo que desconocía era su condición y las muchas habilidades que ésta le concedía, de modo que se sorprendió mucho cuando notó la velocidad a la que podía desplazarse y por consiguiente el corto tiempo que le tomó llegar a su destino; pero teniendo en cuenta la época de la que procedía, encontró muy incompatible la imagen que conservaba de Venecia con la que se presentó ante sus ojos. Sin embargo, su mente ordenada y serena, no permitió que se alterase, sino que se dedicó a recorrer aquella enorme Venecia, y le costó poco encontrar la Biblioteca Nazionale Marciana o de San Marcos, ya que se encuentra en la piazetta de la plaza San Marcos, es decir, en el corazón de Venencia. No obstante, no podía introducirse a ella a esa hora, de modo que continuó su recorrido por la ciudad, y lo único que encontró familiar fueron los palacios que siguen en pie.

A la hora que dieron inicio las actividades, se fue derecho hacia la mencionada biblioteca. Una vez dentro, miró con desánimo la enormidad de la misma, pero también notó que los visitantes se acercaban a preguntar a unas señoritas que estaban tras una mesa que se le hacía muy parecida a las que estaban en las tabernas, de modo que prestó atención y le sorprendió que sin acercarse mucho, podía escuchar con absoluta precisión, algo que no solo había notado en la casa de los Bresciano, sino que le había molestado muchísimo a medida que iba en aumento el ruido de la ciudad. En cuanto entendió que los que se acercaban consultaban acerca de la sección donde podían encontrar determinado libro, e incluso vio que si mostraban un papel, que inmediatamente asumió se trataba de lo que llamaban identificación, podían llevarse los libros también.

Después que había determinado todo lo anterior, tomó aire y se acercó al mostrador, pero se detuvo al escuchar con claridad, lo que una de las empleadas estaba diciendo.

  • Jesús misericordioso, es criminal que sea tan apuesto

Aquello causó incomodidad a Milorad, pues él no era Iván que habría estado encantadísimo, o Iliar quien habría sacado un enorme partido de la situación, pero por ese mismo camino se preguntó quiénes eran aquellos dos que aparecían con tanta frecuencia en su mente, más no tenía tiempo para eso, y lo que sí hizo fue prestar atención, pues la chica lo estaba mirando.

  • Que no me pregunte nada – estaba diciendoCon seguridad no seré capaz ni de hablarle y me correrán apenas empezando

Milorad sacó rápidas cuentas y concluyó que justamente era esa chica la que le convenía, así que caminó con decisión hacia ella.

  • Kasny din – dijo con toda intención, aunque sabía que la niña no iba a entender, y luego compuso expresión consternada – No hablo bien su idioma, pero necesito ayuda – dijo mirándola directo a los ojos – y estoy seguro que usted puede dármela – y agregó un pensamiento – Vamos kandly, tú puedes
  • Por supuesto – dijo la chica – ¿En qué lo puedo ayudar?

A partir de ahí todo fue fácil, pues no solo le mostró cualquier cantidad de libros de historia, ya que Milorad quiso en primera instancia, ver si conseguía alguna información con relación a los devlianos, pero si bien algo había, era escasísimo. Adicional a lo anterior, y al ver el interés de Milorad, la chica lo llevó a la sección de informática, y, aunque como cabía esperar, Milorad se sorprendió mucho con aquellas cajas, lo importante para él fue la enorme cantidad de información y la rapidez para encontrar la misma.

Milorad se pasaría casi dos meses yendo constantemente a la Biblioteca, pues allí sí que había mucha información, pero, además, aprendió con sorprendente rapidez, a utilizar un ordenador.




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