La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 22 Piénsalo mejor

 

Europa, 1910-1914

La pequeña Sofía ya tenía seis años, y mientras Dylan y Jovanka la veían correr por el jardín, el primero vio que las lágrimas corrían por las mejillas de la mujer. En aquellos años y a raíz del nacimiento de Sofía, ellos se habían visto con más frecuencia y no solo en las Evesbriel, de manera que sostenían una relación más cordial y cercana. De modo que si había alguien que entendía a Jovanka y a quien lastimaba aquel dolor silencioso de ella, era Dylan.

  • Gracias – dijo Jovanka cuando vio un pañuelo frente a ella – Lo lamento
  • No tienes por qué – dijo él
  • Por supuesto que sí, eres mi príncipe y no…
  • Soy tu amigo, Jovanka, y más allá de eso, entiendo cómo te sientes

Yvaylo que como de costumbre, y aunque allí no corrían ningún peligro, se mantenía cerca, sintió que algo muy afilado se clavaba en su corazón. Si bien él amaba a su padre, Milorad también lo había sido y los había perdido a ambos el mismo día, pero, además, Jovanka era la única madre que había conocido, de manera que aparte de su propio dolor, le dolía el de ella. Sus dolorosos pensamientos fueron interrumpidos por la personita a la que habían estado viendo, pues Sofía entró corriendo, y, aunque era imposible que colisionase con él, porque ella era una midevrig con una vista tan buena como cualquiera de ellos, a pesar de estar muy pequeña todavía, lo hizo.

  • ¡Tío Yvaylo, Michel quiere matarme!
  • Veamos, zhytsanì – dijo alzándola – En primer lugar, una linda señorita como usted, no debe ir por ahí…
  • No fastidies, tío

Aquello solo hizo que Yvaylo se sintiese aún peor, pues aquella frase le recordó a Lucía.

  • No te fastidio y solo quiero que te comportes como corresponde a una sizviteliani, Sofía
  • ¡Ymharyk! – gritó la niña y Dylan se acercó con rapidez
  • Tío Yvaylo no me quiere – dijo ella estirando los bracitos hacia él
  • Eso no es cierto, Sofía – le dijo Dylan – tu tío Yvaylo te quiere muchísimo, como todos nosotros

Como aquella señorita se parecía en forma extraordinaria a su progenitor, ya estaba en otra cosa.

  • Quiero una muñeca, ymharyk
  • Te traje una…
  • Quiero otra

Dylan en verdad había perdido la cabeza por aquella niña, y no hacía ni el más mínimo esfuerzo por disimularlo, así que solo le preguntó cómo era la muñeca que quería.

Aquel día estaban celebrando el cumpleaños número seis de Sofía, y siendo que aquella niña se había vuelto el centro de atención de toda la familia, todos estaban allí, algo poco frecuente debido a que Derek y Alexander, por ejemplo, seguían en su cruzada contra los nelegas, aunque Dylan no le veía objeto a aquello, pues parecía que esos individuos, y para buena fortuna de todos, habían desaparecido, pero como sus hijos aseguraban que no era así, continuaban en aquella búsqueda. Iyul, y si bien procuraba ver a la niña tanto como podía, sus obligaciones de estado le dejaban más bien poco tiempo. Aureliè se había integrado de forma efectiva al Haigala, así que iba al Dvorets de Derek solo cuando podía. Michel iba con algo más de frecuencia, pero aquel individuo era demasiado inquieto. Y en el caso de Lucien, ni siquiera conocía a la niña, pero siendo que aquella también tenía sangre Siglair en sus venas y no era un chico, tal vez era mejor que siguiese así. De manera que a quien más veía Sofía era a Armand que seguía viviendo en la casa paterna, a Jovanka y a Dylan que iban todos los días, o al menos Dylan lo intentaba, pues en ocasiones y cuando le había tocado viajar por asuntos de estado, podía demorar uno o dos día en volver, y la señorita se mostraba muy ofendida.

Como era natural, y si los Yaroslávich habían enloquecido con Sofía, los Korsacov estaban mucho peor, porque Sofía era una preciosidad rubia que salvando las distancias, era la cara de Milorad, aunque con el comportamiento caótico de su progenitor. De modo que en aquel momento y cuando la niña tiró un jarrón y casi el sillón de donde se había levantado Dylan a toda velocidad, Iliar rio y Derek se encomendó a los dioses.

  • Bueno, si bien no hiciste nada para que el aspecto fuese el de sus padres, sin duda te esforzaste con el carácter, pequeño Saint-Claire, porque cualquier día te encontrarás con que la dulce criatura tiró el Dvorets

Derek había pensado en todas las formas posibles para deshacerse de Iliar en aquellos años, pues no había un solo día en que el incordio aquel no lo fastidiase por lo mismo.

Istziar estaba un poco preocupada por el comportamiento de todos hacia Sofía. Entendía el de Derek y el de Dylan, pues había tenido un padre que se había desvivido por ella, pero a su abuelo lo tendría por poco tiempo y Artam se comportaba más o menos como lo hacía Michel, es decir, hasta donde Istziar podía recordar, lo único que hacía era asustarla, pues aparecía de formas repentinas y o bien le gritaba cualquier cosa para asustarla, o la alzaba y comenzaba a lanzarla hacia arriba y ella siempre estuvo segura que la dejaría caer. Como Istziar no estaba al tanto de que la energía de Michel era la de Artam, lógicamente aquel parecido se le hacía muy extraño y desafortunado de acuerdo a su propia experiencia. El caso de Dylan, más que el de Derek, lo encontraba parecido al de Milorad.




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