La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 24 Tenemos problemas propios

 

Europa, 1914-1918

La Gran Guerra, como fue conocido en sus inicios, el conflicto que con posterioridad cambiaría su denominación a Primera Guerra Mundial, y si bien devastaría nuevamente a Europa dejando un saldo aproximado de nueve millones de víctimas por parte de los militares, y  siete millones por el lado de los civiles, fue uno  del que los devrigs intentaron mantenerse alejados, pues después de las desastrosas experiencias con la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas, Iyul decidió que si no podía evitar que los dirigentes cometiesen aquellas atrocidades, al menos se aseguraría de que sus súbditos no sufriesen por ello.

Istvan ya sabía que aquel conflicto se estaba gestando, pues debido al imperialismo de las naciones más poderosas, como eran los casos de Gran Bretaña, la naciente Alemania, y Rusia, querían seguir expandiendo sus posesiones, así que después de la guerra franco-prusiana y la guerra de los Balcanes, comenzó la militarización, en teoría, para proteger las fronteras, pero esto a su vez provocó las alianzas no tan secretas entre Inglaterra, Francia y Rusia, y la que se forjó entre Prusia y Austria-Hungría, y aunque inicialmente Italia apoyaría a esta última, luego cambió de parecer apoyando a la primera. La chispa que encendió la mecha fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando, con el que Austria le declaró la guerra a Serbia, y poco más de un mes después, toda Europa estaba en guerra de nuevo.

Llegados a ese punto, fue que Iyul dio la orden de militarizar sus fronteras, pero en su caso, sí era con el fin de que su territorio no quedase a merced de los bandos en conflicto y sufriese la devastación que sufriría el resto de Europa.

Dylan era uno de los mayores enemigos de los conflictos armados, pues estaba perfectamente consciente tanto de las causas como de las consecuencias de éstos. Sin embargo, no podía ver de forma indiferente cómo morían los soldados, independientemente de su nacionalidad, defendiendo falsos ideales y que solo obedecían a los sueños de grandeza de quienes estaban muy lejos de los frentes de batalla.

Derek era menos altruista que Dylan, y a él lo preocupaban las pérdidas de vidas de los franceses más que las de cualquier otro, y adicional a ello, la destrucción que estaban causando no solo en su patria, sino en cualquier lugar por el que pasaban los ejércitos.

El caso de Edin estaba a mitad de camino entre Dylan y  Derek, porque a él le preocupaban todas las vidas, como a Dylan, la destrucción de su patria, como a Derek, pero no solo lo preocupaba, sino que le dolía de forma inmisericorde lo que estaban sufriendo ancianos, mujeres y niños, porque sin importar quién fuese el invasor, cuando alguno llegaba o simplemente pasaba por algún territorio amigo o enemigo, aparte de la destrucción que causaban, las violaciones en masa, las torturas, y las inhumanas muertes de los infantes, lo ponían enfermo.

Con este panorama, Iyul llegó a una solución de compromiso, pues ordenó la movilización de Levramzyks para proteger a las poblaciones que se hallaban en el paso de los ejércitos, o al menos de tantas como fuera posible, y, aunque en teoría un devrig no debería correr mucho peligro, Armand le recordó que los había muy pacíficos y en ocasiones sin ninguna preparación militar, pero que si bien podían evitar ser alcanzados por las levas que los obligasen a enlistarse en los ejércitos, intentaban ayudar a sus vecinos y podían resultar igualmente heridos, pues era del conocimiento general, que los metales con los que se fabricaban las balas eran muy nocivos para cualquier devrig. En vista de lo anterior, Iyul extendió la orden a que los levramzyk también se ocupasen de proteger a aquellos devrigs.

Ese mismo día Alexander, y antes de partir nuevamente, pues había acudido a la convocatoria del concejo haciendo un alto en su cruzada personal, llamó a Edin.

  • Sarì
  • Ettiene, quiero que me escuches, pero no solo que lo hagas, porque es tu obligación, sino que lo hagas para entender

Aquello sorprendió a Edin, pero no tuvo mucho tiempo para pensar en ello, sino que se dispuso a prestar la máxima atención, asumiendo de facto, que tal vez iba a ordenarle ejecutar alguna misión especialmente importante.

  • Ak, sarì
  • Yo entiendo la situación y entiendo lo que esto te hace sufrir, de manera que, aunque yo no puedo dejar lo que hago, tú quedas libre de dedicarte a proteger tu patria como lo consideres más conveniente

Edin pensaría que estaba en muchos problemas, porque si bien había entendido, pues no le hablaban en un idioma desconocido, lo que no había hecho era comprender, pues como era lógico, no estaba en su sistema abandonar su puesto por ningún período de tiempo a menos que, y como había sucedido en algunas ocasiones, fuese a realizar un encargo para Alexander.

  • Perdóname, sarì – dijo verdaderamente apenado – pero no entiendo…
  • Sí, sí lo entiendes, lo que no quieres es aceptarlo, porque piensas que faltas a tu juramento de protegerme, pero te estoy liberando de él
  • Sarì, si he cometido alguna falta…

Alexander compuso una expresión de fastidio que siempre le había sido más habitual a Lucía que a él, y en ese momento pensaba que en verdad el entrenamiento de aquellos sujetos era inmejorable, pero, también muy inconveniente justo en ese momento.

  • Ettiene, eres uno de los mejores levjaners del Ledviacir, pero entiende una cosa. Ningún hombre, por mucho que ame a sus soberanos, puede anteponer su obligación a sus propios principios o ideales, porque eso también es traición
  • ¡Sarì! – exclamó Edin con mucha alteración – Yo sería incapaz…
  • No me estoy refiriendo a que me estarías traicionando a mí, sino a ti mismo




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