Florencia, Italia. Octubre, 2005
Norman había estado inmerso en un carnaval de emociones en los últimos días, pero la presente situación y si bien podría haberla encontrado extraña, no lo alteró como parecía haberle sucedido a Gino, y como Norman de veras tenía problemas con el silencio, no lo guardó.
Como ya se explicó, Gino andaba por la vida sobre la frágil línea entre lo legal y lo ilegal, y como muchas veces se pasaba al lado equivocado, había tenido la muy poco grata oportunidad de conocer a Istval. En una ocasión en la que se había metido en un problema serio con unos bonos del tesoro de una nación, las autoridades internacionales casi lo pescan; no era que las mencionadas autoridades tuviesen mucha oportunidad con un devrig si éste decidía hacer locuras, pero las de su propia raza eran con mucho, definitivamente más peligrosas, algo que para ese momento Gino no parecía tener muy claro. El asunto fue que un día cualquiera y antes de abandonar el lugar donde estaba, y al abrir la puerta, se encontró a un par de sujetos indolentemente recostados de la pared.
Como para ese momento Gino ya tenía algunos años de transformado y había aprendido a utilizar adecuadamente sus habilidades, en principio le extrañó no haber sentido la presencia, pero pensó que se había distraído.
El eso, era que Gino había pensado en extraer su nelegasi, pero en realidad ni siquiera su cerebro había dado la orden cuando aquel desdichado dijo eso. Aun así, Gino lo intentaría solo para verse estampado contra la pared.
Gino tuvo la fugaz visión de una pulsera negra que todo devrig conocía bien, y fue cuando empezó a maldecirse, pues ciertamente él sabía lo que aquello significaba. Aquellos eran Levramzyk del Arkel, algo que su izbretel le había advertido debía evitar a toda costa. Como sabía que no tenía alternativa, dejó de forcejear, pero lo que no tuvo fue ocasión para preguntarse nada, porque unos segundos después estaba en un lugar desconocido para él, y muy frío. Quienes lo habían llevado hasta allí eran Slavik y Axier, pero cuando Gino estaba por preguntar, otra voz se dejó escuchar, aunque él no veía a nadie.
Axier y Slavik rieron con malignidad, pero aparte de ellos dos, Gino no veía a nadie más, aunque eso no duro mucho, pues en ese momento Istval se hizo visible.
A Gino no le cupo ni la más mínima duda acerca de ello, porque aparte de lo obvio, él ya conocía a muchos devrigs, unos más antiguos que otros, pero al ver a Istval, estuvo seguro de estar en presencia de un Yaroslávich primigenio. Gino tenía una estatura promedio y que era la habitual para los varones de su raza, entorno y época, pero si los dos que lo habían apresado eran altos, el que acababa de materializarse ante sus ojos, lo hacía sentirse un pigmeo. No obstante, Gino intentó tranquilizarse, pues en su opinión no había transgredido ninguna de sus leyes, y era algo que su izbretel se había asegurado que tuviese muy claro, y, de hecho, no lo dejó salir hasta que no solo fue capaz de recitarlas todas y cada una de ellas, sino que aún agregó: <<Si alguna vez soy citado al Pravitel por tu causa, créeme, independientemente del motivo y de la pena que se te imponga, yo te encerraré por el doble de tiempo, Gino>>
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Editado: 16.03.2022