La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 30 Giorgio

 

Italia, 2005

Durante los últimos y difíciles años del siglo XVIII y principios del XIX, tanto Avitzedek como Gianfranco tuvieron una relativa tranquilidad con respecto a Giorgio, pues estando encerrado en Zatvor no pudo meterse en los problemas que con seguridad habría estado con tantos conflictos bélicos como se habían producido en esos años. Sin embargo, Giorgio quedó libre en 1919, algo que naturalmente le fue notificado a Avitzedek, pero si él esperaba que su hijo fuese a casa, se equivocó; aun así, le dijo a Aviram que fuese a verlo, pues después de lo sucedido, Avitzedek dudaba que a Giorgio le quedasen amigos a los cuales recurrir, ya que como le dijo Lucien en una ocasión a Dylan, si había algo que los devrigs no estaban dispuestos a perdonar, era una traición, y ciertamente Avitzedek sabía que todos aquellos que habían sido arrastrados por la locura de Giorgio, se habían sentido traicionados, y, o bien algunos intentarían vengarse, algo que obraría en directo perjuicio de quien lo intentase, o los más inteligentes simplemente lo ignorarían y se mantendrían a la mayor distancia posible.

Por otra parte, el mundo había cambiado mucho en los últimos ciento treinta años, cambios que Giorgio desconocía por completo, porque mientras alguien estaba encerrado en Zatvor, no recibía ni siquiera noticias del exterior, de manera que iba a encontrarse con un mundo completamente desconocido para él, y en el que podía meterse en muchos problemas. Sin embargo, Aviram regresó muy pronto diciéndole que Giorgio ni siquiera había querido escucharlo. Avitzedek pensó entonces que era mejor dejar que Gianfranco se encargase, pero en esta ocasión quien le dio la sorpresa fue su hijo mayor.

  • Padre, he pasado más de la mitad de mi vida intentando que Giorgio no se meta en problemas, y tú has pasado el mismo tiempo diciéndome que no es mi hijo, así que no, no voy a buscarlo, no voy a hablar con él, y ciertamente no voy a inmiscuirme en lo que decida hacer
  • Gianfranco…
  • No, papá – lo interrumpió él – Tengo una vida, es mía, y pretendo vivirla sin que la sombra de Giorgio intente destruirla como lo hace con todo

Dicho esto se excusó y se marchó dejando a Avitzedek más allá de la sorpresa.

  • Ya era hora – escuchó a Aviram
  • ¿Qué le sucede?
  • Supongo que no quiere perder la cabeza, y siendo que ahora está muy cerca del príncipe Luciano…
  • ¡Giorgio es su hermano!
  • Y sabes tan bien como lo sé yo, y como lo sabe todo el mundo, que eso trae sin cuidado a Giorgio

Era cierto que Avitzedek se había pasado la vida diciéndole eso a Gianfranco, pero nunca había esperado que Gianfranco lo escuchase, y ahora que había sucedido, lo que se preguntaba era cuánto tiempo le tomaría a Giorgio hacerse matar.

Avitzedek había tenido razón en el asunto de que Giorgio iba a sentirse perdido, pero le tomó más bien poco tiempo enterarse de cómo estaban las cosas, y un tiempo menor aún en tener su primer pleito con Domenico, algo que afortunadamente no pasó a mayores. No obstante, la indignación de Giorgio alcanzó niveles inmanejables cuando se enteró que la relación entre su hermano y el maldito príncipe de hielo, había mejorado todavía más, pero cuando intentó reclamárselo, Gianfranco ni siquiera lo dejaría hablar.

  • La última vez que te vi, me gritaste que estabas seguro que por mis venas no corría ni una sola gota de sangre Savaresce y me llamaste traidor, de manera que entendí que no tengo un hermano, así que ya no iré por ahí intentando salvar tu estúpida cabeza. De modo que aléjate de mí y pon mucho empeño en no molestarme, porque podría ser lo último que hicieras en tu vida, Giorgio

No obstante, Giorgio era Giorgio y no iba a quedarse sin replicar, así que fue tras él, pero apenas intentó sujetarle el brazo, se encontró no solo con que el habitualmente tranquilo Gianfranco, lo había sujetado a él por el cabello y le tenía el dykari en el cuello.

  • Una vez me dijiste que la diferencia entre tú y yo era que tú sí serías capaz de matarme, pero te equivocas, porque capaz soy, la verdadera diferencia es que tú eres un asesino y yo no
  • Suéltalo, Gianfranco – escucharon

Cuando Giorgio escuchó a Domenico, su ira creció, pero como Gianfranco lo conocía bien, y, aunque acababa de decirle que no volvería a salvarle la cabeza, el hábito era algo difícil de desterrar, de modo que antes de que nadie se diese cuenta, le había cortado la lengua al sorprendido Giorgio. Después de eso lo soltó y los levramzyk que estaban con Domenico se hicieron a un lado para dejarlo pasar.

  • Te lo advertí hace unos días, Giorgio. Si bien es cierto que ya cumpliste tu condena, sigues siendo un enemigo del estado, así que si molestas a alguien, independientemente de cómo lo hagas, tus huesos van a pudrirse en Zatvor – le dijo, pero como Domenico tampoco era dado a la misericordia, agregó – Suponiendo, claro está, que a quien molestes no sea especialmente importante, y  Gianfranco lo es, porque es un amigo de nuestro sizvitel – puntualizó con malignidad

Durante algunos días, la ira apocalíptica de Giorgio estuvo envenenándole la sangre, pero finalmente decidió olvidarse de todo y de todos y comenzó a planear su venganza. Aunque se suele utilizar la frase de que alguien está loco, solo para destacar que ha hecho algún disparate especialmente grande, en el caso de Giorgio no era una cuestión de semántica o la exageración de un comportamiento, sino que era un hecho, pero aun suponiendo que alguien lo dudase, quedaría demostrada la veracidad del asunto, pues Giorgio seguía pensando que los Yaroslávich lo habían separado de Lucía. Asumiendo que aquello hubiese sido cierto, parecía olvidar el pequeño detalle de que Lucía era un arma mortal para él, aparte de que ella nunca dio muestras del interés que él parecía creer. Sin embargo, quedaría demostrado que ser loco no era sinónimo de ser estúpido, pues sus planes, fueran los que fueren, los trazaría con sumo cuidado y no para ser ejecutados de forma inmediata.




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