Le Havre-Paris, Francia. Septiembre 2006
Mientras Iziaslav se colocaba la ropa que Kyv le había llevado, Bobby se había ido a la habitación de las chicas.
La pregunta de Bobby obedecía a que Kyv tenía la manía de dejar las frases a medias, olvidando, al parecer, que ellos no estaban en su cabeza como para saber qué era lo que estaba pensando.
Ninguno discutió aquello, pues Kyv era una autoridad en la materia debido a lo que había estudiado, ya que había aprendido a hablar varios idiomas, porque de acuerdo a lo que les dijo, eso le facilitaría entender antiguos manuscritos o inscripciones talladas en piedras o en diversos objetos.
Kyv quería, y para variar, acomodarle un buen golpe a Mina. Primero, porque en su opinión, hacer un viaje para conocer un país, la mejor forma era hacerlo justamente como lo habían planeado, y lo estúpido habría sido ir corriendo de un aeropuerto a otro sin tiempo para ver lugares de verdadero interés; y segundo, porque ni Bobby, ni Mia tenían los medios económicos para pagarse un viaje como aquellos a los que Mina estaba acostumbrada, y si bien Kyv estaba un poco mejor en ese aspecto, tampoco podía darse el lujo de ir por ahí tirando el dinero, pero como aquella era una discusión que tenían todos los años, aunque no fuesen especialmente lejos, decidió ignorarla.
Kyv decidió abandonar la habitación, porque si seguía escuchando a Mina, de veras iba a terminar por darle un buen golpe.
Iziaslav había escuchado aquella conversación, y si bien no había entendido todo, pues igual que le había sucedido a Janos, la palabra embajada tenía un significado diferente para él, entendió lo básico. Sin embargo, lo que le preocupó fue otro asunto. Él nunca se había preocupado por el aspecto material de su existencia, pues había nacido siendo el hijo del Hlavary y posteriormente pasó a serlo él; eso en sí mismo era garantía de poseer todo aquello que pudiesen querer o necesitar. Con el tiempo, las enormes riquezas que habían acumulado, les proporcionaron una vida no solo cómoda, sino llena de los lujos que fueron apareciendo. Por todo lo anterior, él nunca había tenido que preocuparse por cosas como qué comer, qué vestir o donde vivir, pero en aquel momento fue consciente de que todo tenía un valor, y entendió el intercambio que había visto la noche anterior cuando Bobby efectuaba el registro. Aunque no había visto monedas, sino que Bobby le daba al encargado algo que le pareció una especie de trozo de papel, que luego vería que no era papel en realidad, sino un material desconocido para él, lo que no entendió bien fue el proceso, pues el encargado le había devuelto aquello a Bobby. El asunto era que él no tenía ni aquella extraña moneda, ni ninguna en realidad, pero mientras pensaba en ello había estado jugueteando, como lo había hecho desde hacía muchísimos años, aunque no lo supiese, con uno de los anillos que llevaba en los dedos, y al notarlo, sonrió.
Por lo antes descrito, Iziaslav no tenía ni la más mínima idea de cuál sería el valor de aquellas joyas, pero sí lo tenía de que por el peso, debía corresponderse con el de muchas monedas de oro, y, aunque tampoco la tenía en cuanto al valor del alojamiento y la comida, concluyó que no podía ser mucho. Así que más tranquilo al respecto, abandonó la habitación.
Mientras desayunaban, Iziaslav experimentó el mismo rechazo de la pasada noche hacia la comida, y se riñó mentalmente diciéndose que ya se parecía al Rybik. Aquel pensamiento estuvo acompañado de una imagen clarísima de Dylan, y la seguridad de que aquel era su hijo. Ese día no cometió el mismo error de la pasada noche, pues no mencionó en voz alta el nombre, pero mientras veía a Bobby despacharse una fuente con huevos, y al escuchar a Kyv, otra imagen se presentó con extraordinaria nitidez.
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Editado: 16.03.2022