La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 45 Ira

 

Riùrik, septiembre, 2006

Lucien demoró más bien poco en enterarse del porqué de las visitas de su padre al Haigala, de modo que montó en cólera y primero se fue derecho a apalear a Aleksèi. Fue una suerte que Dylan hubiese ido con Lucien o al desventurado veldeky podría haberle ido mucho peor.

 

Aleksèi acababa de terminar su ronda y se disponía a salir hacia el Valkinka cuando se presentaron los príncipes, pero él ni siquiera tuvo ocasión de saludar, pues el saludo del furioso individuo fue un puñetazo.

  • ¡Luciano! – exclamó Dylan interponiéndose entre ambos mientras Itlar e Yvaylo hacían el mayor esfuerzo por tranquilizar a Lucien
  • Sarì – dijo Aleksèi postrándose ante él – si he hecho algo para incurrir en tu ira, te pido perdón y te aseguro que no fue mi intención
  • ¡Eres muy estúpido si no lo sabes, Kolvayevsky!

Aleksèi pensó que en verdad estaba en muchos problemas, porque si Lucien no solo estaba evidentemente furioso, sino que lo llamaba de aquel modo, sin duda él tenía que haber hecho algo realmente criminal, el asunto era que no tenía idea de qué podía ser eso. Sin embargo, no tendría que esforzarse para averiguarlo, pues ya Lucien lo estaba gritando.

  • ¡Se supone que eres mi amigo! ¡Tú estabas conmigo cuando vi por primera vez a la desgraciada mujerzuela que nos arruinó la vida! – y como esto no necesitaba una aclaración, Dylan se sintió pésimo al escucharlo expresarse en esos términos de Seren – ¡Tú fuiste uno de los que impidió que la matara, y fuiste testigo de lo que nos hizo, algo que debe pesarte mucho en la consciencia! – dijo con toda la malignidad de la que era capaz cuando estaba furioso – Pero, además, sabes que mi padre es un perfecto idiota cuando se trata de mujeres, y has estado viendo cómo va camino a arruinarse y a arruinarnos la vida de nuevo y… ¡No me dijiste una maldita cosa! – exclamó hiriendo no solo los oídos de todos, sino empujando a Dylan y acomodándole otro violento puñetazo a Aleksèi

Dylan en esta oportunidad estaba tan sorprendido por lo dicho y de lo que no tenía idea, que estaba paralizado, pero al ver la sangre brotando de la boca o la nariz del veldeky, reaccionó deteniendo a Lucien.

  • Ya basta, Luciano
  • Suéltame. Esta vez nadie va a impedirme hacer lo necesario – dijo él en tono helado

Aleksèi que finalmente había entendido a qué obedecía la ira de Lucien, aunque estaba lejos de concordar con él, hizo una súplica silenciosa a los levjaners, pues le parecía enormemente injusto que Lucien le quitase la vida a alguien basado en pasadas experiencias y en lo que en realidad era un egoísmo supremo. Sin embargo, sería Dylan quien resolvería el dilema de todos.

  • No voy a soltarte y lo único que harás será venir a casa y tranquilizarte
  • ¡No puedes darme órdenes!
  • No, pero entonces tendrás que matarme para llevar a cabo el asesinato de alguien inocente – puntualizó y  no se quedó solo en palabras, sino que lo arrastró con él.

Los levjaner lamentaron tener que dejar a Aleksèi en aquellas condiciones y sin buscarle ayuda, pero no podían quedarse. Una vez que llegaron al Dvorets de Dylan, Lucien lo hizo insultándolo en todos los tonos, pero como todo el mundo estaba acostumbrado a aquello, y mientras no pasase de las palabras a los hechos, solo se dedicaban a escucharlo con resignada paciencia. Eventualmente, y como solía suceder, al menos con Dylan, Lucien se calmó, aunque eso no significaba que estuviese más contento ni garantizaba que hubiese cambiado de opinión.

  • Luciano, me estoy esforzando para tratar de entenderte…
  • ¿Te estás esforzando? – preguntó como si Dylan acabase de decir alguna clase de horror – Tú conoces nuestra historia. No estabas ahí, es cierto, pero sabes lo que sucedió
  • Claro, pero no veo como eso puede estar relacionado con esa señorita a la que ni siquiera conoces
  • Y no necesito hacerlo para saber que acabará en desastre
  • Luciano, no puedes saber eso, ciertamente no es una Saint-Claire, y como dije, ni siquiera la conoces, así que no sabes…
  • ¡El que no lo sabe eres tú!
  • Tampoco tú – insistió Dylan que como ya sabemos, podía ser muy terco por derecho propio – Aparte de que tampoco sabes cuáles puedan ser las intenciones de haryk, que por lo demás, podría tratarse de simple agradecimiento

Lucien lo miró con algo parecido a la conmiseración, y en el caso de los levjaners, al menos en eso coincidían con Lucien, pues Iziaslav no solía mostrarse tan interesado en ninguna mujer por simple agradecimiento, y hasta donde habían averiguado, había estado yendo todos los días y se pasaba horas sentado al lado de la cama de la susodicha, aparte de que ellos sí habían conocido a Iziaslav en la época en la que las chicas entraban y salían de su tienda con la misma frecuencia que lo hacían los levramzyk que le llevaban alguna novedad, pero a diferencia de los segundos, ellas lo hacían por otro motivo. Lo que no era normal, al menos para ellos, era que viese a una en más de una ocasión, pero como no podían opinar, se mantuvieron en conveniente silencio y no visibles.

  • Dylan, tú no lo conoces como lo conozco yo. Él no se comportaría de ese modo solo por agradecimiento. Le interesa esa mujer y…
  • Y eso no sería asunto tuyo – lo interrumpió




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