La Dinastía (libro 9. Verk Svetl's)

Cap. 49 Ikedev

 

Riùrik. Octubre-Noviembre, 2006

Aunque Iziaslav, tal vez más por la fuerza de la costumbre que por otra cosa, al inicio había querido irse a Illir, con rapidez notó que aparte de solitario y enorme, aquel lugar se le hacía poco práctico, pues ya no era como antes y no pretendía quedarse allí encerrado. No obstante, aunque dormía poco, en aquellas poco más de cuatro semanas, y una vez que dejó de pasarse las noches al lado de la cama de Mia, lo había estado haciendo en diversos lugares que iban desde el Dvorets de Iyul, hasta en Levzheir, pasando eventualmente por Korszemel. No obstante, cuando discutieron acerca de la vivienda para Mia, decidió que él también necesitaba una, pero escogería quizá al peor individuo del mundo para que lo ayudase a agenciársela, pues hizo el comentario una mañana mientras desayunaba en el Dvorets de Derek, donde se había quedado la noche pasada.

  • Eso es muy fácil y por varios motivos, abuelo – dijo Michel – Primero, eres el dueño de este país
  • No hables de ese modo, Michel – le dijo Istziar

Aquello sorprendió a Iziaslav, pues no se suponía que una chica interrumpiese de aquel modo a un hombre y menos si el mencionado hombre era un príncipe, independientemente de que la chica en cuestión fuese su madre, pero iba a sorprenderse aún más al escuchar a Sofía. 

  • Es nuestro soberano, Michel, pero de ningún modo el dueño de nadie
  • No seas pesada, Sofía, todos sabemos a qué me refiero – le dijo y continuó con el aún sorprendido Iziaslav – Yo puedo ayudarte, abuelo, si me acompañas, podemos ver…
  • Yo te sugiero no escucharlo, ymharyk, o terminarás viviendo en Kivist al lado de algún ruidoso casino

Como ya Iziaslav había sido informado tanto del cambio de nombre de la capital, como de la nueva configuración territorial de su nación, tomó nota mental de lo que acababa de decir Sofía, pues ciertamente no quería terminar en aquella situación, y aunque no sería así, la opción le pareció inaceptable a casi todos, pues Michel se empeñaba en que debía ser el propietario del pent-house de un ultramoderno y lujoso edificio que se acababa de construir en Lind.

  • Tú definitivamente estás loco, Michel – dijo Armand – Es nuestro soberano
  • Eso ya lo sé, pero no veo…
  • No puede vivir en un lugar como ese

Como Iziaslav no tenía idea de qué estaban hablando, decidió que mejor se aseguraba antes de hacer nada. Dado que Sofía tampoco era especialmente cuerda, en opinión de sus parientes, se unió con entusiasmo a la idea y de hecho iría con ellos a ver el tan discutido lugar.

Lind le pareció una ciudad ruidosa y con mucho tráfico, y esto último era algo que Iziaslav no comprendía de ninguna manera, es decir, que sus congéneres utilizaran aquellos medios de transporte cuando podían trasladarse a cualquier parte sin ayuda y hasta mucho más rápido en algunos casos.

  • Verás sarì, en principio, Phillipe y Sofía son unos apasionados de los aviones y…
  • ¿De los qué? – preguntó él interrumpiendo a Darko
  • Los aviones, ya sabes, las naves voladoras – le aclaró Milorad y Darko prosiguió
  • Y en el caso de este pequeño incordio – dijo señalando a Michel – lo es de los coches, de manera que en esas condiciones, no podíamos prohibirles al resto de los devrigs su utilización. Adicional a lo anterior, y aunque en un inicio, nos ocupábamos de que los ikedev dejasen…
  • Espera, espera – lo detuvo Iziaslav – ¿Dijiste…ikedev?

En este punto Darko se frotó la frente asintiendo, pues aunque Iyul había utilizado ese término en la primera conversación que tuviese con Iziaslav, él parecía habérselo perdido, pero mientras Darko tenía expresión de fastidio,  Michel rio con su desparpajo habitual.

  • Verás abuelo, lo que sucede es que tu Rybik es especialmente delicado y no le gustaba llamar a los humanos comunes de esa forma, aunque en mi opinión, solo se hartó de un término tan largo, así que el concejo acordó esa denominación más elegante para referirse a ellos

Mientras Michel hablaba, y si bien lo había escuchado, Iziaslav lo que había estado haciendo era recordar, porque desde luego conocía aquel término, solo que era uno que llevaban siglos sin utilizar, pero recordaba perfectamente que había sido la forma habitual de referirse a cualquiera que no fuese un devliano, independientemente de su lugar de origen o la tribu a la que perteneciera. Como Darko sabía que ya había comprendido, prosiguió.

  • Como te decía, cuando un ikedev manifestaba su intención de vivir en Riùrik, simplemente alguien se ocupaba de suprimir esa idea, pero con el tiempo se volvió un trabajo pesado y continuo, de modo que el concejo tomó la decisión dejarlos hacerlo, pero eso trajo consigo la orden de que todos los devrigs debían comportarse de la forma más natural posible sin exhibir sus habilidades en sus vidas cotidianas
  • Pero eso es…absurdo
  • Créeme abuelo, yo fui el primero en oponerse, pero los otros eran más y naturalmente no me escucharon
  • Eso me parece estúpido y antinatural – dijo Iziaslav
  • Posiblemente te lo parezca, pero no solo ha sido posible y no ha generado muchos conflictos, sino que ha supuesto el enorme crecimiento de nuestras ciudades y un mayor desarrollo.
  • ¿Saben que es una invitación abierta a que ciertos individuos transformen a esa pobre gente?
  • El Rybik no es estúpido, Iziaslav
  • ¡Eso lo sé yo mejor que tú, ergelar! – le dijo a Kireg
  • Claro, pero lo que no sabes, es que él no hace nada  sin planearlo muy bien, así que tenemos un excelente cuerpo de vigilancia, que si bien hace parte del Arkel, solo se dedican a vigilar que no se incumplan las reglas, algo así como los cuerpos policiales de cualquier nación, solo que los nuestros son más efectivos. Pero en cualquier caso, tampoco es que tengamos una población tan grande de ikedevs – concluyó Kireg




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