La DinastÍa (libro I. Vidas Cruzadas)

Planes

Los próximos tres años fueron de intensa y constante actividad para Phillipe Saint-Claire, porque después del matrimonio de Anne-Marie, tuvo que enfrentarse a las presentaciones en sociedad de Rachell y Desiree. Lady Dearborn había sido una bendición para él, sin la ayuda de aquella activa e incansable anciana, no habría podido superar todo aquello.

Lady Dearborn se había tomado a la familia Saint-Claire como propia, ya no solo participaba en la preparación de las niñas, sino que ayuda a Phillipe en todo cuanto le era posible.

El único problema fue que entre las presentaciones de las niñas, los arreglos de los matrimonios y la precaria salud de Cecile, Sophie casi quedó relegada al olvido. El escaso tiempo que Phillipe pasaba en casa procuraba estar cerca de la niña, pero como no era mucho, Sophie se fue convirtiendo en una personita muy independiente, y en la compañía de dos individuos extremadamente audaces, adquirió destrezas más propias de un chico que de una damita de la alta sociedad. Su vocabulario se amplió considerable e inconvenientemente, Dylan la enseñó a manejar con destreza una espada, y las armas de fuego, de modo que a los once años, Sophie era perfectamente capaz de sostener un duelo con cualquiera de ellos dos, y de acertarle a cualquier blanco que Dylan sugiriese.

Mientras Sophie adquiría todas estas habilidades tan impropias para su género y condición social, sus hermanas eran instruidas en el arte del comportamiento adecuado en la corte. Por sugerencia de Lady Dearborn, fue contratado un maestro de danza y uno de música, de manera que aparte de las horas que Rachell y Desiree pasaban recibiendo instrucción de Lady Dearborn, también debían asistir a clases de danza y música. Rachell odiaba las de música, pero disfrutaba mucho las de danza.

Cuando llegó el momento de la presentación de Rachell, Phillipe se preparó para tener muchos problemas, porque su hija era extremadamente necia y él lo sabía. Y los mismos comenzaron con el vestuario, la señorita Saint-Claire no quería  que la costurera que las había estado atendiendo hasta el momento, fuese la encargada del mismo, sino que quería los servicios de una nueva costurera llegada de su natal Francia. De modo que Phillipe tuvo que recurrir a una de las damas que con tanta frecuencia lo invitaba a sus reuniones sociales, para que consiguiese que mademoiselle Francine, confeccionase el guardarropa de Rachell.

Como ya Phillipe suponía, Rachell fue todo un éxito en Londres. A diferencia de Anne-Marie que era sosegada, callada y con una belleza serena, Rachell era todo lo opuesto, extrovertida, bulliciosa y con una belleza exuberante. Como Phillipe sabía también, en cuanto Rachell fue dada a conocer, comenzaron las murmuraciones. Su impactante cabello rojo y sus ojos verdes, la alejaban por completo del aspecto de su padre y su hermana mayor, a quienes tenían cabello negro y ojos azules. Sin embargo, Lady Dearborn se encargó del asunto, haciendo circular la información de que en las familias de los padres de la nueva debutante, había una mezcla de razas que había dado como resultado, cabellos negros, rubios y rojos, así como ojos azules y verdes.

No obstante, los dudosos orígenes de Rachell fueron hechos a un lado, gracias al éxito de la chica, y los apellidos que la respaldaban.  De manera que las peticiones de matrimonio se acumularon rápidamente, y mucho antes de que terminase la temporada social.

Una mañana durante el desayuno en la casa de los Danworth en Londres, Helen decidió hablar con su marido.

  • Joseph  --  dijo ella llamando su atención 

Él levantó la cabeza y la miró con extrañeza, porque ella rara vez pedía su atención, se limitaba a hablar sin parar de todo y de todos, mientras él se “desconectaba” y pensaba en sus propios asuntos, a su juicio, mucho más importantes que las necedades de su mujer.

  • ¿Sucede algo?
  • ¿Has pensado que ya va siendo tiempo de buscar esposa a Dylan?

Ciertamente lo había pensado, pero no aún, tenía planes muy concretos para su hijo, y no incluían el matrimonio de momento. Y aunque hubiese tenido en mente comprometer a su hijo, bajo ninguna circunstancia tendría en cuenta las sugerencias de Helen, cualquier mujer que a ella le pareciese adecuada, Joseph tenía la seguridad de que sería exactamente lo contrario.  Pero como él no había dicho nada, ella pensó que podía continuar.

  • El hijo de los Arlingthon ya está comprometido y es menor que Dylan, creo que deberíamos comenzar a pensar en algún enlace que resultase ventajoso.

Joseph sintió deseos de reír, porque si había algo de lo que aquella mujer no tenía ni idea, era de lo que podía o no ser ventajoso.

  • He pensado  --  continuó ella, y Joseph se preparó para escuchar lo que ella había querido decir desde el inicio  --  que la hija de Lord Saint-Claire, sería una elección adecuada

Joseph Danworth no tenía verdaderos amigos, al menos no en el sentido estricto de la palabra, sin embargo, unas de las personas con las que mejor relación tenía, era con sus vecinos, Lord Arlingthon y Lord Saint-Claire. Pero había dos poderosas razones por las que nunca habría considerado semejante disparate. La primera, que estaba perfectamente al tanto de la cuestionable cordura de la fallecida esposa de su vecino, así como de sus muchas indiscreciones, y si a Phillipe Saint-Claire no le había importado, no era su problema, pero ciertamente a él sí le habría importado a la hora de pensar en un posible enlace entre sus hijos, porque cuando escogiese esposa para Dylan, se aseguraría que la damita en cuestión tuviese el linaje apropiado, y en el caso de la señorita Saint-Claire esto era imposible comprobarlo, porque a todas luces, no era hija de Phillipe. Y si hubiese estado dispuesto a obviar todo lo anterior, y no lo estaba, subsistía la segunda razón, y era que esta joven dama, exhibía la clase de comportamiento seguramente heredado de su progenitora, que le daría a su futuro y desdichado marido, más dolores de cabeza de los que un hombre se merecía. De manera que la “brillante” idea de Helen, estaba fuera de discusión.

  • ¿Joseph?
  • ¿Ya has terminado de decir tonterías?
  • ¿Tonterías? Me parece una joven…
  • Me tiene sin cuidado lo que te parezca, y lo importante es lo que me parezca a mí  --  le dijo en tono cortante  -- Aclaremos algo. Cuando decida que ha llegado el momento de comprometer a mi hijo, seré yo quien tome las decisiones.
  • Te recuerdo que es mi hijo también.
  • Eso algo que debías haber recordado tú.




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