La DinastÍa (libro I. Vidas Cruzadas)

Historia familiar

Al finalizar la temporada, Phillipe informó a su hija que se trasladarían a Toulouse. Sophie estaba muy emocionada, porque sabía que allí era donde habían vivido sus abuelos. Mientras que a Maurice no le agradaba nada la idea, no había vuelto a pisar aquel lugar desde la muerte de Sarah. Sin embargo, oponerse a los deseos de Phillipe era una tarea ímproba, y finalmente y por no contrariar a su hermano, aceptó ir.

Normalmente la familia pasaba el invierno en Lyon, y aunque Sophie también quería conocer el lugar donde había nacido su padre, no sabía por qué le entusiasmaba tanto ir a Toulouse.

A pesar de que hacía años que ningún miembro de la familia Saint-Claire visitaba aquel lugar, los encargados de velar por los intereses de la familia, se habían ocupado de mantenerlo todo en perfectas condiciones. Sophie quedó maravillada con el Chateau, porque si el de París era hermoso, este lo era mucho más. Aparte de la majestuosidad de la vivienda, tenía un muy extenso y bien cuidado jardín.

Sophie había notado el malestar de Maurice, y un par de días después de su llegada, se enteró de la razón.

  • Sophie  --  le dijo Phillipe cuando terminaron de cenar y pasaron al Salón  --  hace años te pedí guardar un secreto, y te hice una promesa, ¿lo recuerdas?
  • Sí, lo recuerdo  --  dijo Sophie, cuyo corazón había comenzado a latir en forma desbocada
  • Bien, porque ha llegado el momento de que cumpla con ella  --  y luego extendió su mano  --  Ven, siéntate a mi lado

Ella lo hizo, y Phillipe comenzó su narración. Le contó la historia desde el nacimiento de sus hermanos y el de él, hasta la detención, juicio y posterior ejecución de Sarah. Lo hizo con tal perfección y atención a los detalles, que a los oyentes les pareció estar viviendo cada uno de los hechos por él narrado.

Para Maurice fue terrible revivir aquello que se había esforzado en enterrar en lo más profundo de su memoria. Marie, sentía pena por su esposo y su cuñado. Jacques, aunque ya sabía la historia, ahora y después de escuchar a Phillipe, ésta había adquirido un tinte completamente diferente. Conoció y vio a través de los ojos de Phillipe, la infancia de los hermanos, el amor y los cuidados de Sarah,  y el dolor producido por la crueldad de Louis. De modo que si ya Jacques odiaba al señor Cardenal, ahora era una buena cosa que no estuviese cerca o se habría sentido tentado a matarlo él mismo.

El caso de Madeleine era muy parecido al de su esposo, porque si bien su padre se había encargado de ponerla en antecedentes, en su resistencia a hablar del asunto y su decidido e inútil empeño por olvidarlo, solo le había proporcionado una información muy sucinta, y la mayor parte de lo que ella sabía, lo sabía gracias a la dedicación con la que había investigado los registros, tarea que había podido llevar a cabo gracias a la incondicional ayuda de su esposo. Pero solo tenía hechos desnudos, y su tío se acababa de encargar de vestirlos de sentimiento, y con ello consiguió dos cosas. Una, que Madeleine se sintiese verdaderamente orgullosa de la sangre que corría por sus venas, y dos, había abierto el camino para los sucesos que tendrían lugar en el futuro.

Sophie por su parte, tenía sentimientos encontrados. Inicialmente al escuchar la narración de la infancia y juventud de su padre y su tío, si bien era cierto que había sido triste la pérdida de su madre, Sarah se había encargado de llenar ese vacío, de modo que en conjunto, tuvieron una infancia feliz, lo que le proporcionó a Sophie tranquilidad y alegría. Pero al enterarse de lo sucedido con su abuela, y del papel jugado por Louis en todo ello, despertó una ira ciega que nunca antes había sentido. Sophie era por una parte, una joven dulce y de hermosos sentimientos, a quien los sufrimientos por los que había tenido que pasar durante su infancia, habían fortalecido el carácter. Pero por otro lado, era hija de Phillipe, de modo que tenía sentimientos y reacciones, tan intensos y extremos como él.

Por otro lado, la historia personal de Sarah, había dado una explicación razonable al conjunto de acontecimientos que habían tenido lugar durante su infancia. Por sus venas corría la misma sangre de Sarah, lo que las hacía a ella y a Madeleine, herederas de un poder otorgado por la naturaleza, y de las tradiciones y costumbres de una antigua cultura que el avance del cristianismo había hecho déspotas, crueles y desmedidos esfuerzos por erradicar, y había satanizado a sus seguidores hasta el punto del exterminio sistematizado.

Aquellas revelaciones sirvieron a un doble propósito, por una parte, el orgullo de las chicas por el legado de sus ancestros y por su sangre, había crecido de forma significativa, y  por la otra, para que la rueda del destino se pusiera en marcha de nuevo a partir del punto donde había quedado suspendida.

Madeleine y Sophie recibieron el permiso para acceder a las habitaciones de su abuela y a sus objetos personales, donde se encontraban antiguos escritos que les sirvieron de guía para adentrarse en la práctica y el conocimiento que por derecho les pertenecía. De modo que cuando abandonaron Toulouse, a finales de invierno para dirigirse a Lyon, iban cargadas no solo de recuerdos, sino de los ancestrales conocimientos que modificarían el curso de su historia.

 

La segunda temporada de los Saint-Claire en París, resultó tan exitosa como la primera. Mientras que para Louis Saint-Claire, las cosas desmejoraron mucho. Después que Phillipe se había asegurado un regreso exitoso, comenzó a mover los hilos para no tener que soportar a su hermano mayor. Tal vez, y solo tal vez, sí Louis hubiese sido menos estúpido, Phillipe lo habría dejado tranquilo, pero como se empeñó en fastidiarlo, Phillipe actuó en consecuencia.




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