Para la tercera temporada social de Sophie, Phillipe decidió abrir el Chateau Saint-Claire a las reuniones sociales. Phillipe era un excelente anfitrión, y Sophie que ya tenía la experiencia de dos temporadas anteriores, ayudaba a su padre en todo cuanto podía. Phillipe siempre contaba entre sus invitados, con las luminarias del arte y la filosofía de la Europa de la época, por lo que las reuniones o bailes allí, resultaban muy entretenidos. De modo que una invitación de los Saint-Claire, se volvió algo muy codiciado entre los miembros de la sociedad parisina.
Sin embargo, cuando no recibían ellos, asistían a los lugares a los que eran invitados. Marie no era muy afecta a salir, de manera que era más el tiempo que faltaba, que el que los acompañaba. Por esta razón, una noche hacia mitad de temporada, Sophie asistió a un baile en compañía de su padre y su tío, porque Madeleine se sentía indispuesta y tampoco pudo ir. No era que Sophie disfrutase especialmente de aquello, pero sabiendo que su padre sí, nunca se negaba a ir.
Una vez que finalizó la primera danza de la noche, Sophie buscó con la mirada a su padre o a su tío, pero a quien vio que se acercaba, fue al Duque de Armagnac, de modo que cambió de rumbo tan rápido como le fue posible. En su precipitación por huir de aquel fastidioso sujeto, decidió salir por una puerta que vio abierta, pero no se dio cuenta que había unos escalones, y habría rodado de la forma más indecorosa, de no haber sido porque un par de fuertes brazos detuvieron su caída.
A pesar de que sentía que la tenían firmemente sujeta por la cintura, y luego de superar la sensación de vacío que experimentó al sentirse en el aire, intentó recuperar la estabilidad por sus propios medios.
Pero se interrumpió en el momento que levantó la mirada, porque en cuanto sus ojos chocaron con los de su benefactor, quedó paralizada. Conocía aquellos ojos, tal vez el resto del conjunto solo le resultaba vagamente familiar, pero los ojos… su corazón comenzó a latir de forma desordenada y el hombre la miró con curiosidad.
El aludido la miró y elevó una ceja con cierta sorpresa, y de inmediato comenzó a hacer un rápido repaso mental tratando de ubicarla. Sin embargo, estaba seguro que si la hubiese visto antes, recordaría a una criatura tan hermosa. Pero antes de que él pudiese decirle de la más forma menos grosera, que no tenía idea de quién era ella, la joven se llevó la mano al pecho y extrajo…
Y no tuvo ocasión de decir nada más, porque a continuación, ella, olvidando todas las normas sociales, se colgó de cuello.
Aunque él estaba muy contento también, su expresividad y directa franqueza, lo hicieron sentir la vieja incomodidad de siempre.
Aunque Dylan nunca había sido precisamente dulce o simpático, tampoco antes lucía tan distante, lo que llevó a Sophie a preguntarse si su amigo de la infancia aún estaba debajo de toda aquella frialdad tan típicamente inglesa. Pero se obligó a prestar atención.