Al día siguiente de la visita de los Saint-Claire a la propiedad de Dylan, Kendall se presentó en el Chateau, y después de una breve charla con la tía de Sophie, ambos salieron al jardín. Kendall se sentía como un escolar, a pesar de que ya era un hombre viudo. Pero había una diferencia enorme entre su fallecida esposa, con la que se había casado por obligación, y Sophie. A Sophie la amaba sin ningún lugar a dudas, el solo pensar en ella ya lo emocionaba, y apenas la veía su corazón comenzaba a latir desbocado, y en aquel preciso instante sus manos temblaron al rodear su cintura. Era la primera vez que estaban a solas, y aunque estaba desesperado por tenerla en sus brazos y poder besarla, ahora sentía casi temor de hacerlo.
Con suprema delicadeza acarició su rostro como si fuese una fina figura de porcelana, y muy despacio fue acortando la distancia hasta rozar sus labios. Había soñado tanto con aquello que tenía miedo de haberlo idealizado, pero la realidad del asunto era que superaba todas sus expectativas. Sus labios eran dulces como la miel y tan suaves y cálidos que su contacto despertó toda suerte de sensaciones en él. Kendall había besado a una incontable cantidad de mujeres, pero con toda certeza ninguna despertó nada ni remotamente parecido a lo que estaba sintiendo en aquel momento.
Era claro para él que nadie la había besado nunca, y se controló tanto como le fue posible para no asustarla, pero a pesar de que había sido tan suave como fue capaz, sus instintos naturales comenzaron a reclamar espacio, y tuvo que echar mano de todo su autocontrol para no perder el juicio.
Sophie por su parte sintió un vacío en el estómago, a continuación tuvo la sensación de que todo giraba a su alrededor y que su corazón en breve dejaría de latir por efectos del agotamiento por la loca carrera que había emprendido. Por un momento tuvo miedo de perder el sentido y se aferró a lo único que había a mano… Kendall.
Finalmente Kendall se separó muy a su pesar, pero si no la hacía sin duda traspasaría la línea y no podría volver. Sin embargo, no la soltó y si por él fuese no lo haría nunca.
Pero en el transcurso de los días siguientes, se maldijo muchísimo más por haber aceptado esperar hasta la primavera para contraer matrimonio, porque aquellos meses sin duda serían un infierno.
Una semana después de la desafortunada visita a Dylan, Sophie se encontraba en su habitación cuando entró su prima.
Pero en realidad así había sido. Aquella cita había generado una discusión entre las primas unos días antes. Madame Bonet era la costurera más cotizada de París, y conseguir que aceptara hacerse cargo de un ajuar era más difícil que obtener una audiencia con el Rey. Sin embargo, el apellido Saint-Claire abría muchas puertas, esa incluida, pero aún así no podían darse el lujo de faltar. El motivo de la discusión había sido, porque Sophie no veía razón para apresurarse tanto con aquello, después de todo su boda no se efectuaría hasta la próxima primavera y estaban apenas en otoño, pero Madeleine le explicó que no solo se trataba de su traje de novia, sino de todo su ajuar, que eso llevaba tiempo, y más tratándose de aquella mujer. De modo que Sophie había terminado por acceder, pero igualmente lo había olvidado y ahora Madeleine la urgía a darse prisa.
Sophie enrojeció violentamente al recordar cómo la había arrancado de su cuello con rabia y se la había lanzado a Dylan. Aun con mucha vergüenza, le refirió el asunto a su prima.