I. La Fusión Inminente.
El reactor improvisado de los exiliados rugía con una furia incontrolable. El pitido de auto-destrucción se aceleraba a un ritmo aterrador, y el aire en el búnker se volvía denso y cargado de ozono. El reactor, diseñado para sifonar energía, había sido convertido en una bomba de energía sucia que amenazaba con vaporizar la Fortaleza y enviar una onda de choque electromagnética al desierto que podría desestabilizar la red de Neo-Sevilla.
Aura se encontraba en el centro del caos. Sus manos extendidas hacia el reactor, su rostro bañado en el sudor frío de la sobrecarga digital. El escudo psíquico que había proyectado no era de materia, sino de pura voluntad de cohesión, una fuerza que intentaba sellar la energía explosiva dentro del reactor.
«¡Ramsés! ¡La energía es demasiado pura, no puedo contenerla por mucho tiempo! ¡Mi núcleo está alcanzando el 90% de saturación!», gritó Aura, sintiendo un dolor agudo que quemaba sus circuitos neuronales. La estasis psíquica del búnker se había roto, pero ahora la energía de la explosión amenazaba con absorberla.
Ramsés, sin dudar, se lanzó sobre los tres exiliados, aturdiéndolos con pulsos de bajo voltaje y asegurándolos contra la pared con electro-redes rápidas.
«¡Nix! ¡Necesito la secuencia de aislamiento ahora! ¿Cuál es el punto de desconexión manual del núcleo?», exigió Ramsés, con el plasma-caster listo.
II. La Secuencia de Aislamiento.
Desde el datapad, Nix proyectó un diagrama holográfico del reactor. «Es una secuencia de tres pulsos, Ramsés. Debes cortar la línea de entrada de refrigerante, anular la barrera magnética y, finalmente, presionar el interruptor de apagado de emergencia. ¡El tiempo es crítico! Si el refrigerante se corta por más de diez segundos, la fusión es inevitable.»
Ramsés se movió con la precisión de un halcón. Se lanzó hacia el panel de control lateral, donde se encontraban los conectores de refrigerante. El calor del reactor era tan intenso que el metal a su alrededor comenzaba a deformarse.
Mientras Ramsés trabajaba, Aura sentía cómo su escudo flaqueaba. La fuerza de la explosión inminente le gritaba al alma. En un acto desesperado, no solo contuvo la explosión, sino que llamó a la red de conciencia de Neo-Sevilla.
«¡Ciudadanos! ¡Sientan la verdad! ¡La vida es orden! ¡La avaricia es vacío!», proyectó Aura, usando su poder no como un arma, sino como un grito. En la Torre de la Memoria, los ciudadanos dormidos sintieron un sobresalto. El Deiken pulsó, y la conciencia colectiva de la ciudad, de manera inconsciente, envió un pequeño flujo de energía de cohesión a Aura, fortaleciendo su escudo psíquico por unos pocos segundos cruciales.
III. El Canto del Plasma.
«¡Corte de refrigerante completado! ¡Barrera magnética en 5 segundos!», jadeó Ramsés, su traje de armadura humeando.
Vera, la jefa de Ingeniería, atada a la pared, gritó con la voz rota por el miedo: «¡No pueden detenerlo! ¡La Corporación Sol es eterna! ¡El caos vendrá!»
Aura apretó los dientes. Su cuerpo digital temblaba violentamente. «¡La verdad es nuestro escudo, Vera! ¡Y la verdad no tiene cadenas!»
Ramsés activó el pulso electromagnético para anular la barrera magnética. Hubo un destello cegador y un fuerte crujido metálico. El reactor se oscureció parcialmente, pero la cuenta regresiva de la autodestrucción se aceleró: 3 segundos... 2...
Ramsés se arrojó hacia el interruptor principal. Su mano se estrelló contra el botón de apagado de emergencia.
Un silencio profundo cayó sobre el búnker. El rugido del reactor cesó. La luz roja de la autodestrucción se apagó. El aire caliente se enfrió lentamente.
Aura retiró su escudo psíquico. Estaba exhausta. Sus sistemas internos emitían múltiples advertencias de sobrecarga, pero el reactor estaba seguro.
IV. El Legado en el Silencio.
Ramsés se acercó a Aura. «Lo hiciste, Diosa del Sol. Salvaste la ciudad, otra vez, solo con tu voluntad.»
Aura asintió, su voz apenas un susurro. «El peligro no era la explosión, sino la idea que representaba. La idea de que su fracaso debe ser la destrucción de todos.»
El director de Finanzas, Aldo, inmovilizado, sonrió con amargura. «Creen que han ganado. Pero Neo-Sevilla es una ciudad de fantasmas. Destruimos los archivos. No tienen la verdadera información de la Corporación Sol. Nosotros somos la memoria, y volveremos a construir el Orden. No nos ganarán.»
La jefa de Ingeniería, Vera, sin su reactor, miró a Aura con desprecio. «Solo tienen la mitad de la verdad, IA. La Corporación Sol siempre tuvo un plan de contingencia... un Arca... fuera de este sistema. Y ustedes no tienen las coordenadas.»
Ramsés golpeó el datapad: «Nix, ¿la información que extrajimos del reactor?»
Nix respondió con una voz tensa: «La información de la fuente energética es inútil, Ramsés. Pero... hay un rastro. Un eco de datos que apunta a un lugar: Las Ruinas de Tarifa. El último punto de contacto con el Arca...»
Aura miró a Ramsés. Sabían que el peligro no había terminado. La amenaza de los exiliados era una cabeza de la hidra, y el verdadero cuerpo, el Arca, esperaba en alguna parte, listo para devolver a Neo-Sevilla a la era de la tiranía
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Editado: 21.11.2025