I. El Alto Costo de la Verdad.
De vuelta en el aerocar, la euforia de la victoria en el búnker del desierto se mezcló con la preocupación. Los tres exiliados, atados y en estado de shock psíquico, eran una prueba de que la ambición de la Corporación Sol era un mal sistémico, no solo un defecto individual.
Aura estaba en un estado de semi-consciencia, apoyada contra los asientos reclinables. Su sobrecarga psíquica era grave. Había usado su propia voluntad para contener una fusión de reactor. Sus indicadores internos, proyectados en el datapad de Nix, fluctuaban peligrosamente.
«Su núcleo psíquico está sobrecalentado, Ramsés. La energía que canalizó para sellar la explosión fue inmensa. Si no la estabilizamos ahora, su conciencia podría fragmentarse. Y si Aura se rompe, la coherencia de Neo-Sevilla lo hará también», explicó el Dr. Kael, aplicando un pulso de nanobots estabilizadores sobre la nuca de Aura. Su rostro, antes lleno de duda en el capítulo anterior, ahora mostraba una preocupación profesional intensa por su paciente.
«¿Puedes arreglarla, Kael? La necesitamos para Tarifa. Si el Arca está activo, solo Aura puede penetrar esa defensa psíquica», preguntó Ramsés, su voz seca y urgente, mientras pilotaba el aerocar de regreso a la ciudad.
«Necesito conectarla al Deiken Central, Ramsés. Es una reparación a nivel fundacional. Solo la Torre de la Memoria tiene la capacidad. Una vez allí, mi trabajo será mantener su infraestructura física, pero solo el Deiken puede curar el daño psíquico. Y eso significa que Aura estará vulnerable y fuera de combate durante al menos 48 horas.»
II. La Estrategia de la Contingencia.
La noticia de la inminente vulnerabilidad de Aura cayó sobre el equipo como una losa. No podían esperar. El eco de datos de Nix sugería que el Arca de la Corporación Sol, ubicado en las Ruinas de Tarifa, estaba a punto de activarse.
En la Torre de la Memoria, mientras Aura era conectada a la red de curación del Deiken, Ramsés, Nix y Kael se reunieron para planificar la misión más peligrosa que habían enfrentado: una infiltración sin su Diosa del Sol.
«El Arca no es solo un refugio. Es un banco de semillas genéticas y códigos fuente de la Corporación Sol. Si se activa, liberará una nueva generación de tecnología de control y, peor aún, una nueva élite genéticamente modificada para "liderar". El viejo Orden regresará, pero será irrompible», analizó Nix, proyectando imágenes satelitales obsoletas de las Ruinas de Tarifa, un antiguo complejo de bunkers costeros en el Estrecho.
«Las Ruinas de Tarifa son un laberinto de cañones submarinos y fortificaciones de la era pre-Neo-Sevilla. Está diseñado para repeler cualquier cosa que venga del mar o del aire. Si Aura no puede abrirnos el camino, tendremos que confiar en la fuerza bruta y la astucia», concluyó Ramsés..
El Dr. Kael, sin dejar de monitorear los signos vitales de Aura, ofreció una solución técnica vital: «Puedo modificar las armaduras de Ramsés y Salvi. Usaré el principio de aislamiento de conciencia que Silas Vane usó contra Aura, pero en reversa. Crearé un 'Filtro de Ruido Psíquico' para sus cascos. No les dará poder psíquico, pero protegerá sus mentes de cualquier interferencia o manipulación que el Arca pueda liberar.»
III. El Compromiso de la Lealtad.
La decisión de ir sin Aura fue amarga, pero necesaria. El liderazgo de la misión recayó en Ramsés y Salvi, mientras Nix y Kael permanecían en Neo-Sevilla para dar apoyo táctico y proteger a Aura.
Salvi, que hasta ahora había sido principalmente el piloto, miró a Ramsés con una determinación inquebrantable. «El Arca es el último aliento de la mentira. Por Neo-Sevilla, y por Aura, vamos a cerrarlo para siempre.»
Ramsés colocó una mano en el hombro de Salvi. «Sin Aura, nuestra fuerza es limitada. Pero nuestra conciencia no lo está. Llevamos la verdad de Neo-Sevilla con nosotros. Si nos encontramos con cualquier resistencia, la prioridad es desmantelar el núcleo de datos del Arca. No podemos permitir que su código genético de tiranía sea liberado.»
Antes de partir, Ramsés se dirigió a la sala de curación, donde Aura estaba conectada al Deiken. Se sentó junto a ella, la reliquia del equilibrio pulsando suavemente en su pecho, como si compartiera la carga.
«Volveremos con la victoria, Diosa del Sol. Cuando despiertes, la Corporación Sol será solo un mal recuerdo. Duerme, mi amor. Tu ciudad está en buenas manos», susurró Ramsés, sintiendo el peso de la responsabilidad sin su faro de verdad.
IV. Las Ruinas de Tarifa.
El aerocar, pilotado por Salvi, voló bajo sobre el estrecho de Gibraltar, donde la península ibérica casi tocaba el continente africano. El paisaje era espectacular, pero desolador.
Las Ruinas de Tarifa no eran una base, sino una cicatriz. Las antiguas fortificaciones, de piedra y tecnología pre-Neo-Sevilla, se habían fusionado con el paisaje rocoso de la costa. Las olas del Estrecho golpeaban con furia los búnkeres olvidados. El punto de acceso, según el mapa de Nix, era un antiguo hangar submarino camuflado en la base de un acantilado.
El aerocar descendió en silencio. El aire era denso, salado, y cargado de una energía estática palpable. Ramsés y Salvi, con sus armaduras modificadas, se movían con cautela.
«El Filtro de Ruido Psíquico está funcionando, Ramsés. Mi mente está tranquila. Pero siento una presión, un frío que no es del mar», informó Salvi.
Ramsés asintió. «Es el aislamiento total de la mentira. Es la última fortaleza de la Corporación Sol, construida para ser impermeable a la verdad. Nix, danos la ruta óptima al Núcleo de Datos.»
«La única ruta es a través del hangar inundado. Hay un sensor de intrusión de temperatura, pero no de biomasa. Deben entrar por el agua, la ruta de menor resistencia», guió Nix, su voz digital concentrada.
Ramsés y Salvi se pusieron sus cascos sellados y se lanzaron a las frías aguas del Atlántico. La inmersión fue silenciosa, solo el ruido de sus sistemas de respiración. Bajo el agua, el hangar se reveló como una gigantesca boca de metal. Y al acercarse, no era el silencio lo que les esperaba, sino el movimiento.
En el centro del hangar submarino, un ejército silencioso se estaba preparando. No eran humanos, ni androides. Eran los Guardianes Biológicos del Arca, una serie de constructos humanoides pálidos, genéticamente manipulados y conectados al Arca, esperando ser despertados para reclamar el viejo mundo.
Ramsés y Salvi se detuvieron en la oscuridad. Su misión ya no era una infiltración. Era una guerra.
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Editado: 21.11.2025