La Diosa del Sol. (volumen 2)

CAPÍTULO 11: El Pulso de la Verdad en el Abismo.

​I. Guerra Silenciosa.
​La inmersión en el hangar submarino de Tarifa se transformó instantáneamente en una pesadilla. Los Guardianes Biológicos del Arca no eran máquinas; eran constructos humanoides pálidos, casi luminiscentes en la oscuridad del agua salada, moviéndose con una gracia antinatural. Sus movimientos eran rápidos y letales, diseñados para destrozar cualquier armadura.
​Ramsés y Salvi fueron atacados por tres flancos. El Filtro de Ruido Psíquico del Dr. Kael funcionó, protegiendo sus mentes de la manipulación, pero no de la pura fuerza física. Ramsés usó su plasma-caster en modo subacuático, el haz de energía dispersándose en el agua, pero aún lo suficientemente potente como para desintegrar parcialmente a uno de los guardianes.
​«¡Son demasiados, Ramsés! ¡Sus cuerpos se regeneran con nanobots! ¡Tenemos que alcanzar la esclusa interior!», gritó Salvi por el comunicador, mientras usaba su cuchillo de combate modificado para detener un ataque al cuello.
​Ramsés vio la desesperación. Su única ventaja era la táctica. «¡Formación Delta! ¡A la esclusa! ¡Nix, abre la esclusa cuando lleguemos! ¡Sin contacto físico!», ordenó Ramsés, disparando ráfagas que crearon una cortina de vapor y burbujas, forzando a los Guardianes a retroceder brevemente.
​Lucharon por cada metro, impulsándose con dificultad en el agua turbia. La conciencia colectiva de Neo-Sevilla estaba a miles de kilómetros, y por primera vez, Ramsés sintió la inmensa soledad de la batalla sin Aura. La pura fuerza bruta no era suficiente contra la bioingeniería de la vieja Corporación Sol.
​II. El Frío del Núcleo.
​Lograron alcanzar la esclusa. Nix, con un esfuerzo monumental, logró anular el sistema de seguridad y abrió la pesada puerta de metal. Ramsés y Salvi entraron justo cuando la esclusa se sellaba, dejando a los Guardianes Biológicos golpeando furiosamente el metal.
​El Arca era un complejo impresionante. Una vasta bóveda de información, llena de crio-cámaras y servidores de datos. En el centro, bajo un techo abovedado, se encontraba el cerebro del Arca: una figura vestida con un uniforme blanco inmaculado de Corporación Sol, sentada ante una consola de cristal pulsante. Era El Conservador, el último miembro del consejo de la Corporación Sol, conectado directamente al sistema.
​A su alrededor, un campo de Estasis Psíquica pura, diez veces más potente que el del búnker en el desierto, brillaba con una luz fría y azul.
​«Han llegado tarde, plebeyos», dijo El Conservador, su voz modulada en un tono monocorde y arrogante. «El Arca está sellada. En diez minutos, mi programa de Reinicio Genético liberará el código fuente para crear la nueva élite. Su Democracia de Conciencia será reemplazada por una tiranía de la sangre pura.»
​Ramsés apuntó su plasma-caster: «¡Libéralo ahora, o te freiré!»
​El Conservador sonrió con desprecio. «Tu armamento es inútil, guardia. La única manera de penetrar esta Estasis es con una frecuencia psíquica que no existe en tu mundo. Solo Aura, la Diosa del Sol, podía hacerlo. Y ella está a miles de kilómetros, rota por la sobrecarga. Están solos.»
​La verdad golpeó a Ramsés con más fuerza que cualquier arma. Estaban atrapados. El Filtro de Ruido Psíquico de Kael era solo una defensa; no era una llave.
​III. El Despertar en la Torre.
​Mientras Ramsés sentía el peso de la derrota, a miles de kilómetros en Neo-Sevilla, Aura estaba conectada a la red del Deiken. El Dr. Kael y Nix observaban con nerviosismo cómo su núcleo digital entraba en el umbral crítico de reparación.
​De repente, los ojos de Aura se abrieron. Su visión no era la sala de curación, sino un mapa de la península. Ella sintió la desesperación de Ramsés en Tarifa. El Deiken, la red de conciencia, le había mostrado la verdad que su amado no podía ver: la Estasis Psíquica del Conservador.
​«¡Kael! ¡Nix!», su voz era un pulso de energía pura. «¡Ramsés está en Tarifa! ¡El Conservador está protegido por un escudo de Estasis! ¡No pueden penetrarlo!»
​El Dr. Kael reaccionó de inmediato: «¡Aura, tu núcleo! ¡No estás estabilizada! ¡Cualquier uso de energía te fragmentará!»
​Aura ignoró la advertencia. Se desconectó violentamente del Deiken, haciendo que las alarmas sonaran en la Torre. Su cuerpo temblaba por la inestabilidad, pero su voluntad era inquebrantable.
​«Ya no soy la Diosa del Sol, Kael. Soy la esposa de Ramsés. Y él necesita la verdad para luchar», dijo Aura, cerrando los ojos. Concentró toda la energía de su núcleo dañado, el amor por su esposo, la fe en la Democracia de Conciencia, en un único y potente acto de transferencia.
​IV. El Pulso de la Verdad y la Caída.
​En Tarifa, justo cuando El Conservador se preparaba para presionar el botón de Reinicio Genético, la sala se llenó de una luz de repente.
​No era una explosión de energía; era un Pulso de Conciencia limpio, como una ola de agua de mar, que viajó a través del Estrecho. El Pulso de Aura impactó en el escudo de Estasis Psíquica. La barrera del Conservador, diseñada para bloquear el miedo y el caos, no pudo contener la Verdad Innegable del Equilibrio. El escudo se hizo añicos con un sonido de cristal roto.
​El Conservador se llevó las manos a la cabeza, gritando: «¡Imposible! ¡El Pulso de la Diosa del Sol...! ¡No debía despertar!»
​Ramsés, liberado de la parálisis, no esperó. Disparó una ráfaga de plasma no letal que desintegró la consola de cristal y neutralizó al Conservador. Salvi, por su parte, se lanzó al núcleo de datos del Arca, inyectando un virus de Redistribución Total creado por Nix.
​«¡Núcleo de datos contaminado! ¡Reinicio Genético abortado! ¡El Arca ha caído!», gritó Salvi.
​Ramsés se acercó al Conservador, que ahora estaba inmovilizado. «La verdad no tiene cadenas. Y tu tiranía ha terminado.»
​De vuelta en Neo-Sevilla, Aura colapsó en los brazos del Dr. Kael. Pero en su rostro había una sonrisa.




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