Rachel
Observo el techo del lugar en el que estoy sintiéndome cómoda aquí, es ya bastante tarde, pero los horarios de Liam me obligan a cambiar por completo mi vida, maldito infeliz, si cree en serio que va a obligarme también a cocinarle está loco aunque…sonrío con una idea en la mente, luego recuerdo el lugar en el que estoy y miro a Rose, mi psicóloga, la cual aceptó de buena gana verme a esta hora, ya que la semana pasada no vine a la cita, le sonrío esperando que diga algo, pero como siempre ella espera que sea yo quien hable, podría decir que somos amigas, pero su mirada siempre está pendiente a saber todo sobre mí, me lee como si yo fuera un maldito libro abierto, a ella es imposible esconderle algo, casi siempre sabe lo que sucede antes de uno hablar.
—Lamento este horario —digo volviendo la mirada al techo —pero tengo un nuevo jefe —bufo —y es insufrible
—¿Quieres hablarme sobre él?
—Oh por Dios no, ya estuve todo el día con él —resoplo y la miro tomando asiento en el gran sofá en el que estaba acostada.
—Rachel pediste verme ahora y llevas 10 minutos aquí sin decirme nada
—Estaba pensando en cancelar ya esto —la señalo —ya no lo necesito —ella alza una ceja.
—¿Sigues usando las pastillas para dormir? —cuestiona de pronto y me tenso un poco
—Hace mucho que no —trato de sonreír mirando sus ojos, unos que parecen leer la mentira y dejo de mirarla
—¿Ya no tienes pesadillas? —vuelvo a verle y odio ver que anota algo en su cuaderno
—No
—¿Segura? —mira mis ojos
—Soy feliz —digo con una enorme sonrisa, mi mejor sonrisa y ella quita las gafas de sus ojos, odio cuando hace eso.
—¿En serio? Que lo digas no significa que vayas a serlo —con su frase borra la sonrisa de mis labios
—Te pago para escucharme y creer lo que te digo
—En realidad es Carlo quien me paga —sonríe —y Rachel, lo hace para ayudarte
—Pero estoy bien, ni siquiera debería ya estar aquí, no tengo por qué venir —me pongo de pie
—Y si me mientes no puedo ayudarte —expresa con calma, nunca pierde la calma —Rachel estás aquí porque aún lo necesitas, han pasado años, si
—10 años —musito sin mirarla
—Pero tu pasado sigue siendo parte de tu vida así como tus padres —respiro hondo.
—A veces tengo pesadillas, pero no todos los días —la miro —y una copa de vino con una de esas pastillas me hace dormir como bebé, no pienso renunciar a eso, me da paz.
—¿Y solo no tienes pesadillas cuando bebes y tomas la pastilla? —asiento sin mirarla —Rachel
—Sé lo que dirás, pero no dejaré de hacerlo, necesito dormir bien, vivo de mi imagen
—Solo te iba a decir que me hablaras de tu jefe —la miro rápido
—¿Y eso por qué?
—¿Por qué no quieres hablarme de él? —miro mi reloj y luego tomo asiento nuevamente
—Es malo y quiere vengarse de mí porque dice que herí su ego —sonrío —así que me hace trabajar de más.
—¿Tuviste sexo con él? —asiento
—Fue bueno como todos, pero solo fue una vez y no se volverá a repetir
—Lo dices para que yo me crea eso o solo quieres creerlo tú —sonrío mirando sus ojos
—Sabes como soy
—Y jamás habías evitado hablarme sobre una de tus “conquistas” —ella sonríe —¿qué tiene él de especial?
—No es especial Rose, solo es un hombre más enamorado de mí con el que me acosté una noche.
—Háblame de él
—Por Dios no —paso las manos por mi rostro
—Puedes irte Rachel y no decirme, pero te volveré a hacer la pregunta en cada cita que tengamos, quiero saber que sientes cuando ese hombre está a tu lado —respiro hondo y miro mis manos.
—Es malo ¿sabes? —sonrío —podría hacerme daño si quisiera, pero —suspiro —no le tengo miedo, es fácil jugar con él —río y miro sus ojos —William, ese es su nombre y sé que puede ser cruel, pero no tengo miedo, no es como con otros hombres, con él me siento segura a pesar de todo, no sé cómo explicarlo —río nerviosa viéndola anotar cosas en su cuaderno.
—La hora ha acabado —ella se pone de pie
—Te acabo de decir
—¿Él sabe sobre tu pasado? —me pongo de pie y niego —¿por qué si dices confiar en él?
—Solo no quiero que me vea rota y destruida, jamás le mostraré ese lado de mí, no quiero que conozca mi pasado
—Rachel
—Sé lo que dirás y no quiero escucharlo —ella sonríe
—Iba a decir duerme bien y trata de dejar de drogarte para ello, no es bueno —asiento con lentitud y luego salgo de ese lugar dando un suspiro pero claro, sintiéndome mucho mejor.
Sonrío cuando termino de hacer el desayuno de Liam y miro la bandeja de comida que he preparado, estará sorprendido aunque dentro de unas horas estará enfadado cuando sienta como hace efecto el laxante que le he puesto y que no ha sido poco, con la bandeja en mis manos viendo que apenas son las 7 de la mañana camino hacia su habitación, me pidió ser puntual y por primera vez no estoy molesta con eso, el que ríe último dicen que ríe mejor.
—William ya amaneció —entro gritando su nombre, pero él no está en la cama y suspiro, dejo la bandeja en esta —¡William!
—Tengo empleadas —me giro cuando lo escucho viéndolo salir del baño solo con una toalla —que no saben leer ni escribir y son mucho más educadas que tú —sonrío.
—Te veo bien
—Waw, escuché un cumplido
—Bien cojo iba a decir —río mirando como aprieta sus dientes —usa las muletas aunque te hagan ver débil William.
—¿Se deja comer? —señala el desayuno ignorándome por completo —¿lo hiciste tú?
—Puedes ver las cámaras, ¿qué pensabas? —él se detiene a escasa distancia de mí y aguanto la respiración mirando sus ojos
—Pensé que una diva como tú no sabría cocinar
—Sé hacer de todo —sonrío, mis ojos no me obedecen y paseo la mirada por su pecho desnudo, un poco mojado y lleno de tatuajes que ponen mi corazón a latir a mil, William sonríe y mis ojos se abren en demasía cuando deja caer la toalla quedando completamente desnudo frente a mí, trago en seco. —¡Estás loco!