El rubio se dió la vuelta encontrándose con Noa, se había dado por vencido pensó que no la encontraría pero pasó lo contrario ella lo encontró a él.
La vió acercarse se veía diferente a como usualmente vestía cuando cuidaba de Luna, no había notado lo largo que era su cabello, nuevamente a él llegaron las palabras de su primo comparando a Noa con Azul «ya deja de pensar tonterías Alexander», se reporochó desechando la idea de su primo.
—Señorita Noa la estaba buscando. —Soltó en cuanto la morena estuvo frente a él.
Lo escuchaba pero no lo creía —conmigo señor Von Parker -secundó Noa confusa—, pensé que ya no tenía nada que hablar conmigo. —No entendía que hacía su ex jefe ahí solo esperaba que no fuera para nada malo.
Alexander asintio cómo respuesta a las preguntas de la morena.
—Le debo una disculpa. —Musitó él sosteniendo el balón de baloncesto.
—No se preocupe señor Alexander yo entiendo, además...
—No, en serio le debo una disculpa —insistió—, solo actúe de una manera irracional yo debí hablar con usted y no despedirla de esa manera tan grosera.
—Señor Alexander ya pasó, yo me preocupé por Luna, pero si ella está bien todo está olvidado. —Dijo la morena regalandole una sonrisa a su ex jefe.
—Noa la despedí de una manera muy grosera, usted no lo merecía —comenzó a llevar el balón de un lado a otro como si la respuesta a lo que sea que iba a decir fuese a llegar asi—, me gustaría, bueno solo si usted quiere vuelva a ser la niñera de Luna, mi pequeña la extraña mucho.
«No digas que si, por favor no digas que si». Estaba encantada con la idea de volver a su trabajo cuidar de la pequeña Luna era toda una experiencia, la chiquilla derretía su corazón. Por otro lado estaba Alexander que por besarlo bajo la identidad de Azul lo que sentía era más fuerte.
Alzó la mirada topandose con un par de ojos azules que la miraban espectantes esperando una respuesta, la morena arrebató el balón de las manos de Alexander con agilidad llegó al aro y encestó para luego volver a tomar el balón en sus manos.
—Juguemos señor Von Parker, uno, a uno, ¿Le parece? -preguntó la morena.
Arqueó una ceja confundido por la propuesta de la muchacha, los deportes no eran algo en lo que destacara; aún así la propuesta de la muchacha le pareció interesante y entretenida.
—Acepto.
Ante lo dicho por el rubio los labios de Noa se curvaron en una sonrisa.
—Perfecto —dijo animada—, muy bien primero las reglas el primero en hacer un punto obviamente gana.
Rió ante sus palabras «que tonta obviamente el primero en encestar gana noa», se auto reprendió ante la redundancia de sus palabras.
—¿Algo más? —inquirió el rubio sin poder evitar reír, la muchacha tenía una actitud distraída y aquello le pareció tierno, era poco común ver ese aire ingenuo en una mujer.
—Si usted gana yo acepto trabajar de nuevo para usted y si yo gano...
Calló al pensar en cuál sería su premio si ella llegara a salir victoriosa pero la verdad era que nada se le ocurría.
—Si usted gana yo le daré un aumento de sueldo —se acercó a Noa para acto seguido arremangar un poco las mangas de su camisa dando a entender que daría lo mejor de si en ese reto—. ¿Está de acuerdo en eso señorita?
Asintió con un movimiento de cabeza de acuerdo en la petición de Alexander.
—Bueno ya establecidas las reglas que el juego comience. -Dicho esto la morena salió corriendo con el balón.
Él corrió trás la escurridiza chica, Noa tenía una agilidad que no le estaba haciendo las cosas complicadas.
—Vamos señor Alexander apenas estamos comenzando. —Rió Noa sintiéndose la ganadora en ese pequeño juego, Alexander ya estaba rojo ante el esfuerzo físico —¡Vamos señor tortuga! —se burlo Noa haciéndole una finta al rubio.
Aunque Noa fuese más ágil, él era más alto que la pelinegra, para suerte de él y desgracia de la morena en un momento de distracción ella se confío y ese fue el momento que que Alexander aprovechó para hacerse con el balón y tirar; ni él creyó haber encestado pero en efecto así había sido.
—Cteo que gané. —Dijo jadeando un poco por el esfuerzo físico y jugar con la nada comoda ropa de oficina.
—En efecto si ganó. —Secundo la pelinegra también agitada por el juego, su pecho subía y bajaba por la respiración irregular. «No te enamores Noa, ese no es un hombre para ti, la brecha es abismal», por más que se negara a sus sentimientos cada vez que se acercaba a Alexander sus sentimientos jugaban en su contra.
—Yo gané señorita, vamos a casa mi Luna estará muy felíz al verla. —Dijo el rubio alejándose de Noa «parecia que en cualquier momento ibas a besar a esa mujer Alexander ¿En qué pensabas?» se reprochó volviendo a tomar distancia.
—Si usted tiene razón vamos, ya quiero ver de nuevo a Luna.
Noa siguió al rubio por fuera se veía tranquilo, pero internamente sus emociones era un torbellino que tenían a la pelinegra en un debate emocional acerca de lo que estaba despertando Alexander en tono ella.
•••
Al llegar de nuevo a la mansión no todo fue bueno, la cara de descontento en Neta era bastante obvio, si las miradas mataran Neta ya habría acabado con la vida de la niñera.
Dos días pasaron desde que Noa regresó, Luna estaba siempre con la muchacha de piel trigueña. El pretexto para seguir en la mansión era estar al cuidado de la niña pero esto ya no tenía sentido.
—¿Santa me traerá cosas que no estén a su alcance? —preguntaba Noa que venía con su mascota en sus brazos junto a Noa.
—Así es pequeña, juguetes, libros...
—¿Puedo pedir patines para patinar sobre hielo? —cuestionó la niña espectante a la respuesta de su cuidadora.
Noa se inclinó a la altura de la chiquilla, con una sonrisa asintio —vlaro que si linda, eres una buena niña Santa te traerá esos patines si tú así lo quieres.
—Genial. —Musitó la pequeña de larga cabellera castaña.
Luna subió las escaleras dirigiéndose a su habitación dejando a Neta con la niñera en la estancia.
Editado: 17.03.2024