La Doble Vida De Noa

Amarga Casualidad.

Hace una semana que había ocurrido lo del hospital, Nick y Cameron le pidieron descansar pero para ella esa tarea se había vuelto una tortura, más porque estos últimos días estaba sola en casa Nicholas iba a trabajar y Cameron a buscar empleo a pesar de la insistencia de Nick en que mejor se quedara cuidando de ella. Aún así Cameron insistió en buscar trabajo no sería una carga y vivir en Nueva York no era barato precisamente.

En su automático andar por el centro comercial llegó a una tienda de bebé, aún era muy pronto para pensar en ropa de bebé, aún no sabía si sería niño, o niña pero no podía dejar  de ver esa preciosa ropita de bebé. De solo imaginar que en unos meses tendría una personita que vendría al mundo a cambiarlo todo la llenaba de ansias y emoción.

Entró a la tienda maravillada con cada cosa que veia, Noa llegó al área de cunas, su corazón comenzó a latir acelerado una cuna en especial llamó su atención, de un azul cielo con detalles en blanco caminaba hasta detenerse en el móvil, de este colgaban unas tiernas figuras de planetas y un pequeño astronauta de felpa algunas estrellas y por último un pequeño cohete también del mismo material que el astronauta.

—Me pregunto cómo serás —dijo para si misma—. Me da mucha curiosidad saber a quien te vas a parecer ¿A mí o a tu papá? Solo no seas tan gruñón como el refri —rió imaginando como sería su bebé —si heredas su carácter de alemán amargado serás una pequeña, o pequeño muy temperamental, aunque por otro lado si naces con los ojos de Alexander serás un recordatorio permanente de como caía como tonta en ese par de preciosos lagos azules.

Su buen humor había desaparecido, quería dejar de pensar en Alexander ¿Pero como hacer eso? Aunque quisiera jamás podría hacerlo y menos  ahora que tendría un recuerdo de él para toda su vida; la idea de contarle que sería padre rondaba en su cabeza aunque se retractaba en cuanto la cordura llegaba a ella de nuevo recordando todo los contras de tomar esa decisión.

Caminó otras cunas también llamaron su atención, pensó que si no salía de ahí terminaría gastando en algo que no necesitaba, sacó el celular pues este no dejaba de vibrar en su bolsa, era un texto de Lily.

Lo abrió extrañada pues tenia muchos mensajes de su amiga y ex compañera de trabajo en la mansión Von Parker.

(Hola hace mucho no hablamos).

No sabía que responder a ese texto, se sintió mal Lily fue muy buena con ella mientras trabajaron juntas en la mansión. Y desde que dejó de trabajar como niñera con el único que no cortó relación fue con Nicholas y eso porque vivía en su casa.

(Estoy bien Lily espero nos podamos ver pronto y tener una charla de amigas mientras compartimos un café).

Luego de responder aquel texto siguió su camino, un minuto después el celular volvió a sonar pero no respondió unos brazos se aferraron a sus piernas, al mirar abajo una cabeza castaña era lo que alcanzó a Distinguir.

—Luna —susurraba la pelinegra en un hilo de voz estaba sin palabras no sabía que hacer o decir se agachó a la altura de la pequeña ojiceleste—. ¿Qué haces aquí pequeña?, ¿estás solita...?

—No está sola.

Al escuchar esa voz masculina la morena alzó su rostro encontrándose con un par de ojos azules que le miraban con frialdad.

—Te dije que era ella papi, yo tenía razón era Noa, te dije que la vi salir de la tienda de cosas de bebé. —Hablaba la niña emocionada al saber que estaba en lo cierto.

—Y yo te dije que no salieras corriendo así pudiste perderte, o tropezarte con alguien al salir corriendo así. —Retó el rubio a la pequeña castaña que aún seguía con sus manitas en los hombros de Noa casi abrazándola.

—Tu padre tiene razón, este lugar es muy grande y podrías perderte Lunita. —Dijo la pelinegra a diferencia de Alexander, Noa no usaba un tono de reproche con Luna.

—Papá dijo que estabas de viaje y por eso ya no podrías ser mi niñera —dijo la pequeña haciendo un tierno puchero—, pero ya estás aquí, ya puedes ser otra vez mi niñera Noa. —Hablaba la pequeña en tono suplicante.

No sabía que responder a eso y la carita suplicante de Luna no hacía las cosas más sencillas. Se incorporó de nuevo no era capaz de ver a la niña al rostro para decirle mentiras.

—Veras pequeña en éste momento no puedo seguir siendo tu niñera...

—¿Pero  por qué? —objetaba la chiquilla haciendo una mohina de disgusto a la vez que se cruzaba de brazos.

—Luna ya debemos irnos, no tengo mucho tiempo libre y aún debo llevarte a casa y volver a la oficina. —Dijo Alexander ignorando a la morena. No esperaba verla ahí, de hecho esperaba no volver a encontrarla en ningún lugar.

—Obedece a tu padre pequeña.

La castaña de mala gana volvió al lado de su padre, la niña mantenía su expresión de enojo y sus bracitos cruzados frente a su pecho.

Alexander miró como la niña obedeció a la pelinegra sin objeción alguna, no entendía como esa mujer podía ganarse con tanta facilidad a su hija.

—Papi dile a Noa que vuelva a casa conmigo.

—La señorita Pérez tiene otro trabajo pequeña. —Mintió con la intención de que así la niña dejara de insistir —no es así señorita. —Dijo Alexander mirando a la nombrada buscando apoyo en aquella mentira que inventó a su hija para que dejara de insistir.

—Así es Luna tengo otro trabajo y por eso ya no puedo ser tu niñera.

Odiaba ver el rostro de tristeza de la pequeña, no quería mentirle a la niña, pero Alexander no le dejó otra opción, además aunque no quisiera era lo mejor Noa no tenía manera de acercarse a la niña y era mejor una mentira ahora, que ilusionar a Luna con una falsa promesa de volver a ser a su niñera Alexander no quería verla y mucho menos dejaría que se acercará a la castaña.

Tomó a su hija de la mano para luego marcharse sin despedirse de la pelinegra, Luna apenas y estaba dejando de nombrar a Noa y ahora que la volvía a ver de nuevo comenzaría a insistir y lo peor de todo era que creía haberla olvidado pero solo bastó verla una vez para que Noa removiera todo volviendo a hacer estragos en su mente y corazón comprobando así que lo que sentía por Noa era más fuerte de lo que quería aceptar.




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