La doncella liberada

Capítulo 10: El pueblo de los niños que no sueñan

Se levantaron al alba, envueltos por la bruma ligera que cubría el bosque. La anciana del Espejo de Barro los despidió con una última mirada. Vania, Kael y Lichty inclinaron la cabeza con respeto, sabiendo que algo dentro de ellos había cambiado para siempre.

El sendero que siguieron; su camino era empedrado y árido, después de varios kilómetros andando, en el horizonte se vislumbró una sinfonía de colores. Campos enteros se extendían a lo largo de colinas suaves, tapizados de girasoles que giraban obedientes hacia el sol, y alcatraces que temblaban levemente con la brisa. Mariposas pálidas danzaban en el aire, y el canto de los pájaros parecía un eco de algún himno antiguo.

Después de varios kilómetros, divisaron un pequeño poblado que parecía salido de un cuento olvidado. Las casas eran de madera pulida, con techos empinados y chimeneas bajas; cada puerta estaba pintada de un color distinto: rojo carmín, verde menta, azul añil, como si cada hogar hubiera querido afirmar su singularidad en medio del orden.

Sin embargo, al cruzar el arco de entrada, notaron algo extraño. El pueblo estaba limpio, ordenado… demasiado ordenado. Ninguna risa se escuchaba. Ninguna travesura. Los adultos caminaban con pasos medidos, saludaban con frases cortas y sonrisas tensas. Pero lo que más les inquietó fue ver a los niños: estaban allí, sí, pero sus ojos eran apagados, como si observaran sin ver. No corrían, no jugaban, no reían. No hacían preguntas.

—¿Que habrá pasado aquí? —murmuró Lichty, estremecida.

Una mujer de rostro inexpresivo y trenzas apretadas los recibió en la casa común, donde el Consejo del pueblo les ofreció sopa de lentejas y pan sin especias. Hablaron con educación, aunque sin entusiasmo. Les llamaron forasteros con olor a arcilla y se refirieron a su pueblo como Nulasombra.

—Aquí vivimos en paz. No hay pesadillas porque no hay sueños —dijo el hombre de barba fina que parecía liderarlos.

Lichty sintió un escalofrío. Había algo muy profundo que no estaba bien.

—¿Y los niños? ¿Por qué no juegan? —preguntó.

—El juego es semilla del caos —respondió una mujer delgada, sin levantar la vista—. Hace muchos años perdimos a varios por seguir fantasías. Desde entonces, tomamos una infusión diaria. Se les da también a los niños, desde que caminan. Calma la mente. Apaga las visiones.

Kael frunció el ceño. Vania guardó silencio, pero sus dedos temblaban ligeramente.

Esa noche, Lichty se despertó con un sonido suave. Un susurro. Una nota. Salió al jardín trasero de la casa donde dormían y vio a un niño pequeño, de cabello ensortijado, intentando tararear algo en voz baja, con un trozo de caña en las manos.

—¿Qué haces? ¿Como te llamas?—le preguntó con ternura.

—Me llamo Rony y no sé lo que hago solo me vino un sonido. Pero si me escuchan, me castigan. Dicen lo que hago es malo y no debe existir.

Lichty se agachó a su lado. Tomó la caña y dibujó una runa ligera en el suelo. No una de poder. Una de memoria.

—¿Quieres hacer algo conmigo? —preguntó ella.

El niño asintió tímidamente.

Esa noche inventaron una historia juntos. Hablaban de un pez que podía nadar entre las nubes, dejando estelas de espuma en el cielo. Rony comenzó a reír en voz baja, y con cada carcajada contenida, una chispa invisible pareció prender en el aire, como si la risa encendiera algo dormido.

A la mañana siguiente, Rony les contó lo ocurrido. Intrigados, los demás lo siguieron hasta un escondite secreto, donde se reunieron con Lichty. Aquella noche, Lichty les enseñó a inventar cuentos que flotaban como globos, a dibujar con piedras que cantaban, a entonar melodías con hojas secas. Les pedía que imaginaran lo imposible: una rana que baila con fuego, un árbol que crece del revés, un río de miel que enseña a leer.

Día tras día, los niños volvían al escondite. Aprendían a crear, a jugar, a soñar. Y poco a poco, la alegría les renovó el semblante, como si una luz olvidada comenzara a brillar desde dentro.

Y sin pronunciar una sola palabra mágica, Lichty despertó en ellos algo que dormía. Su luz.

Una noche, mientras el pueblo dormía, un estallido de risas brotó desde la plaza. Los niños habían moldeado figuras de lodo con alas y las colgaban en los árboles. En los muros, escribieron palabras nuevas: “Volar”, “Jugar”, “Soñar”.

Los adultos se alarmaron, y junto con el Consejo, convocaron a todo el pueblo en el viejo almacén de piedra, donde las decisiones más severas eran tomadas. Querían ver con sus propios ojos el castigo que se impondría a los forasteros, aquellos que, según decían, habían sembrado el desorden.

Pero antes de que se dictara sentencia, una mujer de trenzas se puso de pie. Había guardado silencio durante toda la reunión, con el rostro inclinado y las manos temblorosas sobre el regazo. Finalmente, alzó la voz, quebrada por la emoción:

—¿Cómo podríamos castigar a quienes me permitieron ver reír a mi hija… por primera vez en años? Sus palabras flotaron en el aire. Luego, cayó de rodillas, sollozando, y en su llanto se dibujó el recuerdo de su propia infancia, cuando ella también reía sin miedo, sin límites.

—¿Qué hemos hecho? —gritaron entonces otras madres, con los ojos abiertos por la culpa y el asombro.

El anciano del pueblo, con la mirada nublada por una emoción que no se atrevía a nombrar, se levantó lentamente y dio la orden: que la infusión fuera desechada, y la receta que dictaba sus efectos, enterrada y sellada para siempre.

En los días que siguieron, la música regresó a Nulasombra como una marea suave, acariciando las calles, los muros, los corazones. Y por primera vez en mucho tiempo, el pueblo volvió a respirar con el alma despierta.

Cuando los forasteros partieron, los niños corrieron tras ellos, lanzándoles pétalos de girasol y dibujos pintados en tela.

Uno de ellos, el primero que Lichty había conocido, le entregó una flor extraña: de pétalos blancos y centro azul.



#2482 en Fantasía
#446 en Magia

En el texto hay: tradicion, aventura epica, magia

Editado: 03.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.