La doncella y el soñador

Capítulo tres

Gritos y exclamaciones enérgicas llenaban el ambiente. Luego de dos días por fin había llegado el evento esperado por caballeros y nobles para demostrar sus habilidades. Sobre las gradas los espectadores hacían sus predicciones, creaban apuestas y dedicaban palabras de aliento a sus favoritos. El torneo estaba a punto de comenzar, pronto los participantes subirían a sus caballos para enfrentar a sus contrincantes.

 

—Varinia ¿estás bien? —preguntó Gada con preocupación. Sus grandes ojos verdes centrados en el rostro de la doncella como si intentara adivinar qué estaba pensando.

—Sólo un poco distraída —confesó. Varinia no podía sacar a Adis de su cabeza, cuanto más tiempo pasaba con él más extraño le parecía, sobre todo porque desconocía de dónde provenía. Fue esa curiosidad que la llevó a solicitar a Valerio, su guardia personal, que recopilara toda la información posible sobre el joven.

—Con tantos caballero apuestos no me sorprende que se distraiga —comentó Eudora con la mirada fija en los contendientes mientras arreglaba su largo cabello castaño—. En especial Orestes ¿Vieron lo bien que luce en su armadura?

—Concuerdo con la señorita —La voz desconocida hizo que las tres voltearan para ver a la muchacha que estaba sentada en los asientos de atrás. Su hermoso cabello dorado, ojos azules y rostro encantador delataron su identidad. Lorea Roiwan era reconocida en todo el reino como la doncella más bella de todo el Condado Rojo —Lorea Roiwan, un placer conocerlas.

 

Las doncellas se presentaron y en los minutos restantes a que iniciara el torneo ya compartían conversaciones que consideraron muy placenteras. Se podría decir que tenían lo suficiente en común para entablar una amistad, incluso aunque en la sociedad de la que formaban parte las únicas relaciones consideradas valiosas eran aquellas que proporcionaban un buen negocio.

 

Las conversaciones banales llegaron a su fin en el instante en que los primeros contrincantes cabalgaron uno contra otro sosteniendo sus lanzas. Cuando el perdedor tocó el suelo el silencio desapareció y un grupo de vítores tomaron su lugar. Casiano, el vencedor y miembro renombrado de la guardia del Condado Verde, saludó al público y felicitó al contrincante por sus habilidades. Él era, sin dudas, uno de los favoritos, en especial porque el único caballero capaz de derrotarlo había sido enviado por Varinia a cumplir una misión especial.

 

Orestes demostró ser otro candidato a consagrarse campeón, sorprendió a los espectadores con su elegancia y precisión. Las damas presentes mostraban preferencia por él, además de poseer gran destreza también era muy apuesto. Su cabello negro y ondulado, sus ojos azules y su cuerpo musculoso hacían suspirar a las mujeres. El hecho de que fuera el heredero del Condado Azul lo ayudaba a completar el perfil de hombre perfecto.

 

Luego de la segunda ronda del torneo se anunció un descanso para que los caballeros pudiesen recuperar fuerzas. Algunas doncellas se acercaron a sus candidatos preferidos para alabarlos y desearles suerte. Al cabo de unos minutos fueron interrumpidos. El señor de Condado Verde daría un mensaje.

La multitud dirigió su atención a Kurios Blesur quien con la solemnidad que lo caracterizaba comunicó el aviso. Él prometió para el campeón una recompensa que no había sido informada con anterioridad. Aquel caballero que lograra tomar el primer puesto tendría el placer de pasar una tarde a solas con su hija.

 

Varinia sintió que de un momento a otro era sofocada por la atención. Podía escuchar los murmullos de los presentes y notó que algunos de los competidores se alegraron con las palabras de su padre. No le importó cuando el torneo se reanudó, tampoco le interesaba saber quién sería el último caballero en pie. Huir, eso era lo único que anhelaba y así lo hizo. Con la mayor discreción posible abandonó su lugar en la estrada y corrió hacia el interior del castillo.

 

Pasó por la biblioteca a recoger uno de sus libros preferidos y continuó su camino en dirección a los jardines. Lejos de la entrada al castillo había un enorme sauce. Varinia amaba esconderse en el hueco formado entre el tronco y las ramas, era una costumbre que había adoptado desde muy pequeña, se trataba de su escondite. Se sentó en suelo abrazando sus piernas, dejando el libro junto a ella. Todavía no podía creer que su padre fuera capaz de ofrecerla como un premio. Al igual que todas las mujeres de su estatus sabía que su futuro ya estaba planeado y que pasaría el resto de su vida como la esposa y madre de un noble pero todavía no estaba lista para que el momento llegara.




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