La doncella y el soñador

Capítulo cuatro

Incómoda, así podría describirse la relación entre Varinia y sus padres. La poca confianza que existía entre ellos se desvaneció luego del torneo. No era el cariño lo que mantenía unida a la familia Blesur sino la conveniencia, permanecían unos junto a otros porque les era beneficioso. Fue ese interés el que llevó a Varinia a aceptar la petición de su madre, de lo contrario jamás hubiese pensado en hacerse cargo de entretener a Alda.

 

La representante del Condado Amarillo era un misterio para la mayoría de los presentes en las festividades. Su pueblo siempre fue proclive a mantenerse aislado incluso a pesar de tener el número de recursos ambientales más bajo del reino. Eran muy pocos los que habían tenido la oportunidad de poner un pie en el Condado y menos los que habían sido aceptados lo suficiente para conectar con la cultura.

 

Varinia se halló desconcertada al planificar el encuentro, insultar a Alda Walbris significaba la anulación del acuerdo de comercio establecido entre ambas familias y no contaba con indicios de los gustos de la muchacha. Decidió abocarse a un recorrido del pueblo que rodeaba al castillo considerando que desde su llegada la joven ya se había familiarizado con el interior del hogar de los Blesur.

 

La primera impresión que tuvo de Alda fue más agradable de la que esperaba. Su largo cabello rizado oscuro como una noche sin luna , sus ojos negros y rasgados, y su piel morena le permitían destacar entre la gente. A pesar de tener una postura que demostraba elegancia y superioridad recibió a su anfitriona con simpatía. Desde el inicio se mostró dispuesta a seguir las indicaciones que le fueron dadas, realizando incluso preguntas cuando la curiosidad la atrapaba.

 

Las dos doncellas recorrieron el pueblo seguidas de sus guardias. El paseo resultó ser perfecto para intercambiar anécdotas y detalles acerca de los Condados. Descubrieron que a pesar de las diferencias geográficas, sociales y culturales, había una línea en común entre las regiones, tales como las influencias musicales y la pasión por a botánica. Alda se sintió admirada por la amabilidad de los habitantes mientras que Varinia se asombró de la creatividad que poseían los miembros del Condado Amarillo para trabajar los recursos naturales en una zona desértica.

 

El pintoresco pueblo rodeaba los terrenos del castillo, esto facilitaba la interacción entre la familia Blesur y sus vasallos. Las casas, a primera vista similares, podían diferenciarse unas de otras gracias a las plantas que los dueños depositaban en las ventanas. Se dice que fue Agnes, la costurera, quien inició la tradición, un día ella colocó sus jazmines en la ventana para que recibiera los rayos del sol y al día siguiente varios vecinos expusieron sus flores. En el Condado Verde si alguien quiere hallar la ubicación de una casa en particular se asegura de preguntar por la flor que la representa.

 

En ocasiones, debido a la vitalidad que se siente en las calles del pueblo Varinia olvidaba la presencia de la gran muralla que lo separaba de los campos, la cual tuvo que ser construida luego de la amenaza que significó la rebelión de los campesinos cien años atrás. Los conflictos con los trabajadores del campo fueron solucionados, la buena relación que tenían con ellos se recuperó, paz que todavía continúa vigente, pero la muralla se mantuvo erguida. Las millones rocas, ya tapadas por las hermosas rosas trepadoras, se convirtieron en una representación del peligro que vive escondido en el exterior.

 

El sentimiento de comodidad era tal que Varinia se lamentó al llegar al fin del recorrido. Si se tratase de otro día no cabía duda que ella hubiera suspendido sus compromisos para continuar su conversación con Alda en el interior del castillo pero lamentablemente debía cumplir la promesa que Kurios había realizado en el torneo.

 

Orestes Zaglus se coronó como campeón habiendo derrotado a Casiano en la final. Él fue citado en los jardines donde se preparó una mesa con té y galletas para ser disfrutados por la joven pareja. Sin faltar a los excelentes modales por los que era conocida su familia, el caballero se presentó con varios minutos de anticipación, todos saben que no se debe dejar esperando a un dama.

 

No tomó asiento hasta que Varinia estuvo junto a él, asegurándose primero de besar la mano de la recién llegada y realizar la introducción adecuada. Cada uno de sus movimientos fueron ejecutados con gracia, ni un sólo detalle podía ser considerado menos que perfecto.

 

—Me disculpo si este encuentro le ha sido impuesto —comentó Orestes con sinceridad luego de ocupar su asiento —.Me gustaría que supiera que no es mi deseos forzarla y si le incomoda acompañarme, entonces es libre de retirarse. Le prometo que hablaré con su padre afirmando que fue mi decisión cancelar la cita.




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