La Dueña

Epílogo

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Un año después... 

 

Era navidad. Todos los Valdez se encontraban reunidos en la casa de Emilio y Judea para celebrar. Tomás y Masada también, por supuesto. Las mujeres se afanaban en la cocina, preparando la cena familiar y los hombres conversaban en el porche vigilando a los niños. 

Magdala después de amamantar a su hija, la pequeña Gamala, se acercó a Masada y se la entregó. 

— Quédate aquí con tu abuela mientras yo voy a ayudar a tus tías. — Le dijo a la pequeña, dándole un beso en la frente. — Pórtate bien y no le des lata. 

Masada sonrió y abrazó a la bebé. 

— Me sigue asombrando que le permitas a la princesita que me diga abuela. — Dijo emocionada. 

— Usted es la esposa de su abuelo, por lógica, también es su abuela. — Magdala se encogió de hombros. — Y si no le dice así mi niña... ¿Entonces cómo quiere que le diga? 

— Abuela está perfecto. — Suspiró Masada, mirando a la pequeña con adoración. — Es un sueño que jamás pensé que se me cumpliría. 

Magdala sonrió y le dio un breve abrazo a su madrastra, para luego retirarse a la cocina. 

Tomás entró y encontró a su mujer, sentada en un sofá, junto al enorme árbol de navidad, cantándole a la pequeña. Se acercó y se sentó a su lado abrazándola. 

— ¿Contenta? — Le preguntó ignorando el ruido de la casa, de los niños que corrían, gritaban y jugaban, y de los adultos que charlaban y pasaban de un lado a otro. 

— Más que feliz. — Dijo ella soltando un suspiro y recargándose en su hombro. — ¿Te imaginas? ¡Soy abuela! ¿No es increíble? ¡Y ni hijos tuve! Si te soy honesta, siempre me imaginé que yo acabaría mis días sola, amargada, encerrada en esa vieja casa que tanto odiaba. ¡Y mírame ahora! Casada, enamorada, rodeada de una enoooorme familia donde todos los niños Valdez ahora me dicen “tía”... ¡Y con una nieta! Las navidades para mí, definitivamente son infinitamente mejores ahora que las anteriores. ¡Antes ni siquiera las celebraba!  

— Me alegro querida Masada. — Dijo él sonriendo mientras pasaba suavemente un dedo sobre la mejilla de la bebé. — Me alegro mucho que seas feliz. Y que esta hermosa princesita te haya cumplido un sueño. 

Ella sonrió y levantó la vista. 

Él sonrió y se inclinó a besarla. 

— Feliz Navidad, Masada. Te amo. 

— Feliz Navidad, Tomás. Yo también te amo. 




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