ISAAC
Llegué a la casa familiar con el sol de la tarde ya bajo. A pesar de los años, la casa de mis padres seguía siendo un remanso de paz, un lugar donde el tiempo parecía desacelerarse. Al abrir la puerta, el olor familiar a café y canela me envolvió. Mis padres estaban en la sala, mi padre ayudando a mi madre a acomodar una manta en el sofá, su mano posándose con ternura en su hombro. Al verlos, el nudo en mi estómago se aflojó un poco.
—¡Isaac, hijo!, ¡qué bien que llegaste! —dijo mi madre, su sonrisa brillando al verme.
—¡Bienvenidos!, mamá. No podía faltar darte esto. —Le extendí un ramo de flores que había comprado de camino. Eran sus favoritas, lirios blancos.
—¡Oh, son preciosas! Gracias, mi amor. Siempre tan detallista. —Me dio un beso en la mejilla, y sus ojos se posaron en la bolsa que llevaba en mi otra mano.
—¿Y tú, papá? No te olvides de esto. —Le entregué una botella de whisky escocés. Sus ojos se iluminaron, y una gran sonrisa se dibujó en su rostro.
—¡Hijo, eres un genio! ¡Este es el que te dije que quería probar! ¿Cómo supiste?
Mi madre rodó los ojos, divertida.
—Ay, George, ¿cómo no iba a saberlo? Isaac siempre ha sabido leerte como un libro abierto.
Nos sentamos juntos, y la conversación fluyó fácilmente. Hablaron de su viaje, de las vistas impresionantes de las montañas de Suiza y de la gente tan amable que habían conocido.
Mi padre, con una pasión contagiosa, me contó una anécdota sobre un antiguo castillo que había visitado. Mi madre, sin embargo, parecía algo más callada, aunque se reía de las bromas de mi padre. Había una leve palidez en su rostro que no lograba ocultar.
—¿Segura que te sientes bien para ir a la cena, mamá? —le pregunté de nuevo, mi voz llena de genuina preocupación.
—Sí, mi amor. Me siento de maravilla. Solo un poco cansada después del viaje —dijo, intentando darme una sonrisa tranquilizadora.
Mi padre la miró, y su rostro se puso serio por un instante.
—La verdad es que sí, no se sentía muy bien. Tenía unos mareos muy fuertes... pero ya está mejor. —Dijo, como si intentara convencerse a sí mismo.
—El Doctor Stuart dijo que es solo cansancio por el viaje, me mandó vitaminas y mucho reposo. De verdad, no se preocupen, ya estoy mucho mejor —dijo mi madre, pero un sutil temblor en su mano mientras se levantaba de prisa del sofá no pasó desapercibido para mí.
Por un segundo, la vi tambalearse ligeramente, un ligero mareo sin importancia, pero se recuperó de inmediato.
—¿Mamá? —dije, a punto de levantarme.
—Estoy bien, estoy bien, no te preocupes —respondió, su voz era firme, pero la tensión en sus ojos me dijo otra cosa. Luego, se dirigió a mi padre.
—George, ¿me pasas el abrigo? Ya es hora de irnos. No quiero que se nos haga tarde para nuestra cena.
—Por cierto, Isaac —dijo mi madre, mientras se ponía el abrigo—. ¿Les avisaste a Liam, a Brian y a Alan? ¡Me emociona mucho verlos! Quiero ponerme al día y saber cómo están, qué están haciendo. Hace tanto que no pasamos un buen rato todos juntos.
— Sí, mamá. Les avisé a todos. Se emocionaron mucho cuando les dije lo de la cena. Alan estaba encantado de celebrar su cumpleaños de nuevo, y Brian no podía creer que fueran a ir a un restaurante tan elegante. Liam dijo que estaba de acuerdo, que era un buen lugar.
Mientras se ponía el abrigo, me di cuenta de que mi madre estaba haciendo un esfuerzo enorme para mantenerse en pie. La idea de que algo serio le estuviera pasando me invadió de nuevo. La sonrisa en su rostro era una máscara que intentaba ocultar el miedo, pero yo podía ver la verdad en sus ojos. Esta noche en "Le Fleurissant" iba a ser diferente.
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Mañana hay capitulo...