KAREN
El olor a canela y café recién molido me dio la bienvenida. El caos de la noche anterior se sentía lejano, un recuerdo borroso de mi uniforme manchado y la risa exasperante de un idiota. Sin embargo, no lo había olvidado. El enojo por la segunda humillación seguía ardiendo en mi pecho, como una brasa encendida. No era solo la blusa, no era solo el uniforme, era el hecho de que él seguía apareciendo en los peores momentos de mi vida, como si fuera una mancha indeleble.
El desayuno, un plato de tostadas con aguacate y un café negro, no me calmó. En su lugar, el ardor de la venganza se encendió. Ya no era un sentimiento pasajero, era una misión.
Tenía que deshacerme de él, de alguna manera. Tenía que enfrentarlo, dejarle claro que no era un juego y que no toleraría su presencia en mi vida.
Tomé mi teléfono. La idea de contactar a alguien me pareció ridícula al principio, pero luego me vino a la mente una persona que podría ayudarme. Alguien que no conocía a nadie en el mundo de la gastronomía de Nueva York. Alguien que no conocía a nadie que me conociera. Alguien que podría ayudarme a encontrar a ese tipo. Un experto.
Abrí mis contactos y busqué el de mi hermano. Él era un experto en redes sociales, un hacker autodidacta. Si alguien podía encontrar a ese tipo, era él.
—¡Hola, Mark! ¿Cómo estás? —pregunté, tratando de sonar casual.
—Mi adorable hermanita, ¡milagro que llamas! Yo estoy bien. ¿Y tú, cómo estás? ¿Qué dice el nuevo trabajo? —dijo, riéndose.
—Estoy bien, el lugar me gusta, estoy como pez en el agua.
—¿Dime, ya hiciste nuevos amigos? ¿O ya encontraste a alguien a quien hacerle la vida imposible porque no es ordenado y disciplinado?
Me conocía bien. No había forma de que me salvara de una conversación sobre mi vida social, pero al menos podía intentar.
—Bueno, te hablaba porque necesito un favor…
Mi voz era un susurro. Necesitaba ser lo más discreta posible.
—¿Qué pasa? ¿A quién vamos a molestar por no saber hacer una salsa? —preguntó, con un tono de voz burlón.
—No, no.… es algo más. Es... un chico.
Mi hermano soltó una carcajada.
—¿Un chico? ¿Te metiste en problemas con un chico? ¿Qué hiciste ahora?
—Yo, nada —dije indignada—, soy perfectamente inocente.
—Ajá, te conozco... algo hiciste con el pobre chico.
Le conté toda la historia, desde la blusa hasta el uniforme manchado. Él escuchó con atención, interrumpiendo con comentarios cómicos, pero el tono de su voz se volvió más serio a medida que continuaba mi relato.
—Vaya, eso es... una coincidencia. ¿Y qué necesitas de mí?
—Necesito que lo encuentres. Necesito que me ayudes a saber quién es. Necesito deshacerme de él. Necesito saberlo todo...
—¿Y por qué no le preguntaste tú? Han sido dos ocasiones en que el destino los hizo encontrarse; cualquier chica normal habría pedido su número telefónico, su nombre... ya sabes, cosas que hace una persona normal.
—No es tan simple. No quiero que crea que soy una de tantas que ha conquistado con sus bromas de mal gusto. No le daré el gusto de que piense lo que no es.
—Ok. Pero te advierto, encontrar a alguien con tan poca información va a ser difícil. ¿Tienes alguna pista?
—Ojos verdes, cabello rubio desordenado. Y se llama... Isaac. No sé si es su nombre real, pero es lo que dijo su amigo. Y mi jefe conoce a su familia.
Mi hermano se quedó en silencio por un momento, pensando: —¿Y por qué no se lo preguntas a tu jefe?
—Ya te dije... no quiero que piense que tengo interés en él. ¿Me vas a ayudar o no?
Se quedó callado, en la línea. Hasta creí que se había cortado la llamada, cuando oí su exclamación.
—Ok, será difícil, pero te ayudaré a buscar al chico llamado Isaac, pero tendrás tú también que ayudarme: averigua en el restaurante, en el libro de reservaciones de ayer.
—Ok, lo haré. Y la otra pista es que sus amigos lo llamaron: “Isaac, el torpe”. No es un nombre común, pero no es imposible.
—Karen, necesito más información. Soy hacker, no adivino. ¿Tienes alguna idea de lo que se dedica?
—No tengo idea. Pero sus amigos lo llamaron "director general". No sé si es de una empresa o algo así. ¿Por Dios, cuántos Isaac crees que haya?
—Millones de personas con el mismo nombre en la misma ciudad, no tienes ni idea. Va a ser como buscar una aguja en un pajar.
Mark se rió de nuevo. Sabe que no me gusta que se ría de mí, no me gusta perder el control y mucho menos.
—¿Director general? Vaya, este tipo es un misterio. No te preocupes, lo encontraré. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a trabajar.
—Por cierto, felicidades por el nuevo trabajo. Les dieron ayer una excelente calificación. Y wow, tu jefe, el chef Devereux, luce guapo.
—Gracias. Interesante. En cuanto cuelgue veré la reseña. No solo luce, tengo que reconocer que es guapo y talentoso. Está siendo un placer trabajar y aprender de él. Nos vemos y en cuanto tengas algo me llamas, por favor. Te quiero, hermanito.