KAREN
El aroma a mantequilla quemada, hierbas frescas y el vapor del lavavajillas era mi perfume favorito. El ritmo de la cocina, la precisión de los movimientos, el clic-clac de los cuchillos contra el mármol... Este era mi santuario.
El Chef Devereux me interceptó cerca de la estación de garde manger. Su rostro, normalmente pétreo, mostraba algo parecido a una sonrisa.
—Karen, un momento. El crítico de la revista culinaria... le fascinó. Menciona tu disciplina y tu capacidad para mantener el ritmo en la línea de ensamble. Dice que eres la columna vertebral de la cocina.
Una punzada de orgullo me recorrió. Esto era mejor que la venganza. Era la validación de mi orden.
—Gracias, Chef.
—La revista llega en la tarde, pero te aseguro, esto es muy bueno para el restaurante. Sigue así. Ahora, necesito que supervises el nuevo sous vide de las proteínas.
Me sentí levitar. La chef de fuego, la columna vertebral. Ningún desastre del director general iba a arruinar esto.
Pero la misión de la blusa arruinada seguía pendiente. La deuda. No podía concentrarme por completo hasta que el equilibrio se restableciera.
Vi a Andrés, el mesero que había provocado el desastre del agua, pasando cerca de la línea. Él era el eslabón débil.
—Andrés, un segundo —lo llamé, manteniendo mi tono bajo y profesional—. El servicio de hace dos noches, necesito información sobre el cliente que arruinó mi uniforme. El accidente del agua.
Andrés se puso pálido. Su expresión de concentración contrastó con el nerviosismo.
—Chef, yo... yo lo siento mucho por su uniforme. Ya me disculpé.
—No quiero disculpas, Andrés. Quiero el nombre del cliente. O al menos el número de su mesa y su apellido. Necesito un perfil para el menú de alérgenos.
Andrés se rascó la cabeza. —No puedo, Chef. Y sobre el apellido... no lo sé. Solo sé que son clientes conocidos del Chef Deveroux, debería preguntarle al él.
Mi mandíbula se tensó. Esto era aún más complicado. Si eran amigos de Deveroux, no podía arriesgarme a que él interviniera.
—Mira, Andrés —susurré, acortando la distancia—. Sé que no fue tu intención. Pero mi uniforme se arruinó por tu error. Si me consigues esa información ahora, consideraré que el saldo está a mano. Olvidaré el incidente. ¿Qué me dices?
El dilema se dibujó en su rostro. Un trato con un cliente VIP o el perdón de la temida Chef de Fuego.
—Chef, de verdad, no sé el apellido. Solo sé que estaban en la Sección B y que el joven que derramó el vino antes, el director general, era amigo de Deveroux. Pero la mesa la cerró la Hostess, Sara. Ella tiene el registro.
Mi puño se presionó bajo la mesa de trabajo. Otro callejón sin salida. La Sección B era demasiado grande, y el nombre solo estaba en manos de Sara.
—Gracias, Andrés. Vuelve al servicio. Y te doy las gracias por ser sincero.
Ahora no tenía más remedio que ir por el libro, la única fuente que relacionaba una reserva con un nombre. Me dirigí a la estación de la Hostess.
—Sara, el libro de reservas de hace dos días, el del servicio de cena. Necesito verificar una mesa de la Sección B para un perfil de cliente.
Sara frunció el ceño con profesionalismo. —Lo siento, Chef. El libro no está aquí.
Mi estómago se hundió. —¿Dónde está?
—El Chef Deveroux lo tiene. Él y el encargado de piso están analizando las reservas que dieron la crítica positiva. Están en la oficina.
Sara señaló la pesada puerta de madera que daba a la oficina privada. Mi corazón empezó a latir con la misma rabia de la noche en el bar. No podía ser. El nombre del director general, amigo de mi jefe, estaba atrapado bajo el máximo resguardo.
Para conseguir el nombre, tendría que romper las reglas. Entrar sin permiso, una mancha permanente en mi perfecto historial. El caos de Isaac me estaba forzando a convertirme en algo que odiaba.
Di media vuelta, me apoyé en la barra y cerré los ojos. El orgullo por la crítica se evaporó. Me sentía humillada, acorralada.
Saqué el celular. Bloqueé la rabia.
Entré al chat y escribí un mensaje corto, seco y extraño a la única persona en el mundo capaz de hacer el trabajo de infiltración: Mark.
Karen: "Necesito acceso a la red de seguridad. Cámaras de la Sección B y cerca de la oficina de Devereux. Ahora. Entraré por el libro. Puedes creer que romperé mis reglas por ese idiota."
Mark: “¿Quién eres? Y que has hecho con mi hermana la que nunca rompe reglas."
Bloqueé el teléfono con furia contenida. El desorden había ganado.
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Listo!!! No he tenido buena señal de WiFi. Pero aquí esta el capitulo de ayer.
En un rato les subo el de hoy.
Sigan disfrutando de su tardecita, por acá hace frío.Así que tomense algo calientito.
No olviden dejarme sus comentarios, sus votos. Mil gracias.