MARK
Me había dejado en visto. Tuve que volver a llamarla. La voz de mi hermana, la temida Chef de Fuego, sonaba como si le hubieran negado el certificado de calidad a un crème brûlée.
—Necesito acceso a la red de seguridad. Cámaras de la Sección B y cerca de la oficina de Deveroux. Ahora. Entraré por el libro. Puedes creer que romperé mis reglas por ese idiota.
Me recosté en mi silla giratoria, soltando una carcajada que resonó en mi loft.
—¿Quién eres? ¿Y qué has hecho con mi hermana, la que nunca rompe reglas? ¿El mundo se va a acabar? ¿Qué tipo de criatura del caos te ha forzado a esto?
—¡Cállate, Mark! —Su voz se elevó un decibel—. ¡Esto es serio! El imbécil ese llamado Isaac, sin apellido, el que arruinó mi blusa... es un conocido de Deveroux. El libro de reservaciones está en la oficina y necesito su nombre.
—Ajá. Y en lugar de mandarme a hackear el servidor, me pides que te ayude a ser una ladrona de poca monta. ¿Qué tan desesperada estás?
—¡Desesperada lo suficiente para entrar a su oficina y arriesgar mi ascenso! ¡Así que ayúdame a apagar esas cámaras!
El desafío en su voz era real. No podía dejar que arriesgara su trabajo por algo tan absurdo como un nombre.
—Espera, espera. Alto el fuego, Hermana. Piénsalo. Si entras y te pillan, Deveroux te despide, y en lugar de sentirte ganadora, te vas a arrepentir de tu arrebato. Eso no es venganza, es derrota. La venganza de verdad es discreta.
—No tengo tiempo para sermones de hacker —siseó.
—Dame la fecha y la hora. La Sección B. Si el tipo es amigo de Deveroux, no necesitamos el libro, necesitamos la prueba de la humillación de esa noche.
La escuché suspirar al otro lado de la línea. Era el sonido de la rendición de la perfección.
—Hace dos noches. Servicio de cena. De ocho a diez de la noche.
—Entendido. Tranquila. Cuelga y dedícate a supervisar ese sous vide.
Colgué sin esperar respuesta. Karen se arriesgaría a romper sus reglas; mi trabajo era salvarla de sí misma. Además, el rebelde de la familia era yo.
Me conecté al servidor de seguridad del restaurante Le Fleurissant. La arquitectura de la red era sólida, pero yo sabía cómo entrar sin dejar rastro. Me tomó menos de cinco segundos ingresar al sistema de vigilancia. Desactivar las cámaras era demasiado obvio; en su lugar, retrocedí la grabación hasta la hora solicitada.
Encontré el clip de las 8:45 p.m. Allí estaba. Karen, con esa pose rígida y perfecta. Y allí estaba el mesero, Andrés, con la charola llena de vasos de agua y refresco. Y luego el desastre.
Pero lo más importante no era el desastre, sino la persona junto a ellos. El cliente.
Amplifiqué la imagen del grupo. Ahí estaba el rubio, llamado Isaac, el mismo que estaba arruinando el mundo de perfección de Karen. Se notaba lo molesta que estaba ella, y él riéndose. El pobre mesero se notaba incómodo. Después lo seguí hasta su mesa, donde charlaban el grupo de amigos alegremente con una señora elegante y un hombre mayor.
Salté a la tabla de reservaciones, accediendo al sistema digital que Deveroux usaba para cotejar sus notas. Busqué la mesa de la Sección B de esa noche. El nombre de la reserva era "Alan (Cumpleaños)".
Reservación especial para la familia William. El grupo incluye al Arq. Sebastián William, Arq. Isaac William (arquitectos de Le Fleurissant) y la Sra. Olivia, crítica culinaria y amiga personal del Chef Deveroux. Cumpleaños Alan. Trato VIP total.
El tal "Isaac" no solo era el arruinador de blusas. Era Isaac William, el arquitecto que diseñó el restaurante en el que Karen trabaja. Y su madre, Olivia, era la crítica más influyente de la ciudad y amiga íntima de Deveroux. Y sus amigos eran también ejecutivos sobresalientes en sus áreas.
La venganza de Karen no solo era arriesgada. Conociéndola, no solo le iba a pedir que se mantuviera lejos de ella, sino que iba a ser una declaración de guerra contra el "Arquitecto Desastre" que pondría en riesgo su trabajo y el prestigio ganado ante el Chef Deveroux.
Volví a marcar el número de mi hermana, sintiendo que la adrenalina me subía por la espalda. Esto ya no era un simple hackeo. Esto era una advertencia por lo que podría ocasionar el mal genio de mi hermana.
—Antes de que rompas la ley y tu código moral —dije apenas ella contestó, mi voz carecía de cualquier rastro de humor—, tienes que saber algo. Tu arruinador de blusas se llama Isaac William. Y es mucho peor de lo que imaginas.
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Listo!!! El capitulo que faltaba...
Bonito fin de semana. Hasta mañana..
No olviden dejarme sus comentarios, Mil gracias.