KAREN
Mi coche estaba aparcado en la entrada de la residencia Williams. La misma fortaleza de arquitectura que había visto en mis búsquedas de San Google: limpia, geométrica, y ahora, el epicentro de mi nuevo descontrol profesional.
Me bajé, con mi briefcase y mi uniforme de batalla. Había repasado mi propuesta de menú tres veces, anticipando cada pregunta. No era solo una reunión de logística; era una entrevista para la empresaria y madre de la alta sociedad y, peor aún, mi primer encuentro formal con Isaac Williams desde que terminé de cargar sus papas.
La puerta fue abierta por una mujer que no era la típica ama de llaves, sino una rubia de mediana edad con un aire de ejecutiva y una sonrisa cálida: Olivia Williams.
—¡Chef Miller! Qué alegría. Soy Olivia Williams —Me recibió con un abrazo ligero, pero firme, la clase de afecto que solo permito a mi madre. Su traje sastre color crema era impecable, y su cabello, aunque ligeramente más fino de lo que recordaba en las fotos, estaba perfectamente peinado. Había una fragilidad oculta bajo su estructura elegante, pero sus ojos brillaban con una fuerza implacable.
—Señora Williams. Es un honor. Mi equipo y yo estamos listos para asegurar que la cena de la Fundación sea impecable —respondí, pasando al modo Máxima Profesionalidad.
Olivia me condujo al comedor. A diferencia de las casas de nouveau riche que había visto, esta irradiaba historia y buen gusto.
—Por favor, llámame Olivia. Me encanta tu enfoque, Karen. Le dije a Arthur que necesito a alguien que no improvise, que vea la precisión como una forma de arte. Isaac me habló mucho de tu disciplina —dijo, tomando asiento—. Y por favor, nada de "Señora Williams" entre nosotras. Estamos en el mismo equipo.
El cumplido, avalado por Isaac, me picó, pero lo acepté.
—Isaac me envió el plano del salón anoche. Es detallado —dije, abriendo mi carpeta—. Usando estas cotas, sugiero tres estaciones de aperitivos fríos estratégicamente espaciadas para garantizar un flujo constante de invitados.
Olivia no solo asintió, sino que tomó mi bolígrafo y empezó a dibujar un pequeño círculo en el plano.
—Me encanta la idea. Pero ¿qué pasaría si usamos ese espacio —señaló el centro del salón— para una exhibición viva del plato principal? Necesito un performance que sorprenda. Algo que te obligue a quedarte quieto y admirar.
Me sorprendió. La mayoría de los clientes solo querían saber el color de las servilletas. Olivia estaba hablando en mi idioma: Diseño de Experiencia.
—Es arriesgado, pero audaz. Exige una sincronización de reloj suizo con el personal de servicio. Pero si logramos esa puesta en escena, el impacto será total —respondí, sintiendo una punzada de emoción genuina. Por primera vez en meses, sentía que alguien entendía la dimensión arquitectónica de mi trabajo.
—Lo harás, lo sé. Julián me dijo que eres la mejor en ejecución. Además, sé que te encanta la planificación minuciosa. Necesito que la cena de esta Fundación, que es tan importante para mí, sea una sinfonía perfecta. Eres mi Maestra de Orquesta.
La conexión se selló. Olivia no solo me respetaba; me admiraba. Había encontrado en mí el mismo rigor que ella aplicaba a su filantropía. Era imposible desagradar a esta mujer. Ella era mi puerta a la élite culinaria.
Justo entonces, Isaac entró en el comedor. Vestía una camisa de lino y se veía descansado, aunque su mirada conservaba ese ligero desorden divertido. Llevaba un termo en la mano.
—Lamento la interrupción —dijo Isaac, depositando suavemente el termo junto a mi madre—. Mamá, este es el té de hierbabuena que te preparé. Prometiste mantenerte hidratada.
Olivia le dedicó una sonrisa llena de afecto y gratitud. —Mi amor, gracias. Karen, mira. Él es mi asistente de hidratación y mi arquitecto de confianza. Aunque no lo creas es muy responsable, yo pienso que sería un buen esposo. ¿No crees?
—Madre. Chef Miller, disculpe a mi mamá por el comentario. Pero lamento decirle que estaré al frente del proyecto también —dijo Isaac, con esa sonrisa de "sé que me odias, pero tenemos que trabajar juntos."
—Señor Williams. Estamos en la fase de diseño. Y por si no lo ha notado, su madre y yo compartimos un profundo respeto por la perfección. Lo cual, me temo, significa que usted será mi subordinado directo en esta semana de planificación —dije, devolviéndole el golpe con calma.
—Y pienso, Olivia, que es lamentable la mujer que caiga en las redes de su hijo. Aunque no dudo que sea responsable, le falta madurez y el rigor que exige un matrimonio —espeté, manteniendo mi tono helado.
Isaac se cruzó de brazos, el sarcasmo goteando de su voz. —Oh, vamos, Chef. Lo dice como si la improvisación no fuera el ingrediente principal de un matrimonio duradero. Pero no se preocupe, no voy a proponerle matrimonio hoy, la logística es prioridad.
Olivia se rió con una carcajada genuina, su mano cubriendo su boca. —¡Me recuerdan a Arthur y a mí cuando nos conocimos! ¡Yo era tan metódica y él tan espontáneo!
Isaac y yo nos quedamos por un instante mirándonos, moviendo la cabeza al mismo tiempo en señal de negación. Él se inclinó ligeramente sobre la mesa, con sus ojos brillantes.
—Por la Fundación, Chef, acepto ser su peón de logística por una semana. Pero, ya que mi madre y usted tienen una nueva alianza de disciplina, ¿podríamos revisar el presupuesto de los centros de mesa? Me temo que mi esponaneidad creativa y mis bocetos de última hora rompieron un par de cifras.