KAREN
La tregua con Isaac Williams había mutado en la semana más productiva y exasperante de mi carrera. La odiaba y lo admiraba a partes iguales.
Nuestro "equipo perfecto" no significaba que nos lleváramos bien, sino que nuestras obsesiones se complementaban con una precisión aterradora.
Lunes: La Estructura y el Menú
Pasé seis horas en su oficina temporal del hotel, revisando la lista de materiales para la estructura de la exhibición en vivo. Isaac había diseñado un módulo desmontable que parecía un andamio de alta costura, garantizando que el show cooking fuera visible desde todos los ángulos del salón.
—El acero inoxidable que usaremos es de grado quirúrgico. No tendrá problemas de contaminación cruzada, Chef —dijo, señalando un plano que parecía más complejo que la reconstrucción de un puente.
—Bien. Ahora, en el cronograma. La cocción del filet mignon requiere un tiempo de reposo de exactamente siete minutos. Esto significa que el equipo de servicio debe estar en la puerta de la cocina en el minuto exacto, no treinta segundos después. Williams, necesito que el reloj de su logística sea tan implacable como el mío.
—Mi reloj nunca falla, Chef. Su rigor es un desafío que disfruto.
Martes: La Proporción y la Porción
El conflicto surgió en torno a las dimensiones de la vajilla. Yo había elegido un plato de presentación con un borde ancho, perfecto para mi composición. Isaac insistió en que el ancho no encajaba con el diseño de las mesas.
—El plato tiene un diámetro de 30 centímetros. Su diseño de mesa circular exige 28. Si lo usamos, los meseros tropezarán y el flujo se verá comprometido. Es un error de proporción.
—Es una necesidad artística. El borde blanco hace que la salsa de vino tinto resalte —repliqué, sintiendo que mi vena creativa se inflamaba.
—Chef, su arte culinario es impecable. Pero mi geometría es funcional. Podemos ajustar la iluminación para que el plato resalte, pero la fluidez del servicio es innegociable. Pida un plato de 28.5. Compromiso.
Me mordí la lengua. Su lógica era irrefutable. Cedí, pero no sin un gruñido. Luego, al final del día, lo encontré midiendo el espacio entre dos copas de vino en una mesa de prueba, ajustándolas con una paciencia de monje. Era perturbadoramente atractivo.
Miércoles: El Ritmo y la Respiración
El día de la prueba de iluminación. Estábamos en el salón, solo nosotros dos, con los técnicos de spotlight. Yo quería una luz dorada y dramática. Isaac insistió en una luz neutra que no alterara el color real del producto.
—El salmón confitado debe verse rosado, no naranja artificial. La verdad del color es crucial, Chef.
—Usted es un arquitecto, no un colorista de alimentos.
—Soy un arquitecto de la experiencia. Y la experiencia debe ser honesta.
Discutimos durante veinte minutos. Al final, nos pusimos de acuerdo en un filtro ligeramente cálido. Cuando la luz se proyectó, mi mano rozó accidentalmente la suya sobre el panel de control. El contacto fue breve, eléctrico. Ambos nos retiramos rápidamente, pero el ritmo de mi respiración se alteró. Sentí su mirada persistente, pero cuando lo miré, estaba de vuelta en sus planos.
Jueves: La Vulnerabilidad y la Eficiencia
Trabajamos sin descanso. Isaac había dejado de ser el desorden para convertirse en mi sombra eficiente. Me tenía el café listo (perfectamente medido, sin azúcar) y me anticipaba las necesidades.
Lo encontré en la oficina tomando una llamada privada. Hablaba en voz baja, con una ternura que nunca le había escuchado.
—No, mamá. Te lo juro, no te estreses. Todo está bajo el control de la Chef Miller. Es una dictadora adorable. Solo enfócate en tu té de hierbabuena y en tu descanso. Arthur y yo nos encargaremos de la perfección.
Colgó, se giró y me vio. No se inmutó.
—Problemas personales, Chef. Volvamos al listado de proveedores.
Ese "Arthur y yo" me resonó. Me hizo darme cuenta de que el miedo que había visto en sus ojos el primer día era genuino. Había algo más grande detrás de esta tregua absoluta. Su compromiso no era profesional, era personal.
—Williams. Me di cuenta de que ha estado bebiendo más café de lo normal. La disciplina también incluye el descanso. Váyase. Continúo sola.
Él sonrió, una sonrisa de cansancio sincero que me llegó al estómago. —La Chef Miller preocupada por mi bienestar. Anotado en el listado de improvisaciones. Pero gracias. Lo veré mañana a las 7:00 en punto.
Salió de la habitación. Me quedé sola, mirando el plano. La estructura que él había creado era perfecta. Pero mi propia estructura emocional se sentía, por primera vez, ligeramente desplazada, incómoda, como una mesa que necesitaba un ajuste milimétrico.
La química del cronograma estaba haciendo su efecto. El conflicto había desaparecido, pero había sido reemplazado por algo mucho más incontrolable: el respeto y la atracción silenciosa.
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Hola, hola...me tome unos dias de descanso, pero ya estamos por aquí, dejando el capitulo.