La Duquesa

IV

El día de mi supuesta partida con los London llegó, pero yo no había ordenado que hicieran mi equipaje y el Conde London lo sabía, por lo que él y su familia partieron sin mí. Pero mi esperanza de quedarme en casa y tener unas tranquilas vacaciones se vio destrozada con la llegada de una carta del Conde.

Quería Sira,

Sabiendo la necesidad que tenias de estar sola y descansar unos días creí conveniente aplazar tu partida un poco, más no creas ni por un instante que me he olvidado de ti. Ordené a tus criados que hoy hicieran tu equipaje , pero quién soy yo para ordenar en tu casa, creo que los criados no responden ante mí. Por lo tanto, la decisión está en tus manos.

Con mucho cariño
Tu tío Víctor

PD: Francisco parte hoy, por lo que su carruaje estará esperando en tu puerta por si deseas venir.

Cerré la carta y no pude evitar sonreír imaginando a mis criados diciéndole a Víctor que no iban a obedecerle, me sentía orgullosa de su fidelidad a mi. Volví a releer el final de la carta, Tu tío Víctor, hacía años que no le llamaba tío, quizás desde que de pequeña comprendí que no compartíamos sangre, pero los London me amaban como a una sobrina.

No tenía muy clara cuál sería mi decisión. Se habían tomado tantas molestias por mi que me sentía en deuda con ellos. Decidí aceptar, permanecería junto a ellos un par de semanas y volvería a casa con algún pretexto. Mande preparar mi equipaje para un mes, no quería despertar sospechas en los London, aunque a decir verdad mi vestuario negro no era muy amplio. Por último, mande que avisaran a Francisco.

Después de comer ya tenía el equipaje preparada y me sorprendió que se llenara todo un carruaje con este, por ello mande que dos de mis damas partieran con mi equipaje a la residencia de verano de los London mientras yo esperaba a Francisco. Me sorprendí pensando que antes esta situación habría sido como un sueño para mi, pero ahora me asqueaba el tener que compartir coche con él y más, sabiendo que yo disponía de coches suficientes para poder ir en el mío propio. 
A las seis vi aparecer el carruaje de los London, así que tras dar las últimas indicaciones y coger un par de libros para el camino subí al carruaje. Su ocupante me hizo una leve inclinación de cabeza y abrió la boca con intención de decir algo pero rápidamente la volvió a cerrar. Iban a ser ocho horas muy interesantes. Decidí sumergirme en uno de mis libros, pero no había pasado ni media hora cuando cerré el libro de golpe, no podía aguantar más su mirada lastimera me quemaba la piel. Era extraño, tras la muerte de mi padre todo el amor que sentía por Francisco se había convertido en ira, e incluso me atrevería a decir odio. Cada gesto, cada movimiento...

-Señorito London.... Quiere dejar de mirarme - mi voz sonó firme y aguda, lo que hizo que me enfadara aún más.

-Perdón Condesa- dijo sorprendido ante mi reacción, pero de pronto comenzó a reírse- Sira, que tengas una semana más que yo no te da derecho a llamarme señorito.

-Y que usted me conozca de toda la vida no le da derecho a llamarme Sira, ¡Soy la Condesa de Vale y la Duquesa de Espa para usted!- soñaba tan insoportable que me avergonzaba de mi misma, pero jamás lo reconocería.

-Condesa de Vale Duquesa de España-dijo en tono burlón- le ha faltado a usted tiempo para que los títulos se le suba a la cabeza- este hombre nunca se tomaba nada enserio.

Un bufido por mi parte zanjó la conversación

El traqueteo del carruaje comenzaba a ser insoportable cuando de pronto se escucho un fuerte crujido y el coche freno en seco, haciendo que mi cuerpo fuera impulsado y que la cabeza de Francisco y la mía chocaran. Después de  asegurarse que el golpe no me dejaría más que un chichón en la frente, Francisco salió a comprobar que había sucedido. Yo esperé un par de minutos, pero la curiosidad, el aburrimiento y las ganas de estirar las piernas terminaron por llevarme fuera del carruaje. 
Por la cara del cochero y la de Francisco podía suponer que el problema era grave. Al aproximarme a ellos pude comprobar el estado del coche, la rueda trasera se había quedado atrapada en un profundo agujero.

-Duquesa- dijo el sirvientes usted se pusiera en peligro.

Sonreí al criado agradecida por la protección que pretendía brindarme, pero haciendo caso omiso de sus sugerencias me uní a la pareja que hablaban acaloradamente intentando alcanzar una solución. Tras escuchar su conversación un rato comprendí que aquellos hombres no llegarían a la solución que para mí resultaba obvia y sencilla. Por lo que la propuse yo.

-Que les parece si bajamos el equipaje para que el coche pese menos y entre los tres y los cabellos levantan y tiran del coche...

-Sira- mi cara hizo que Francisco rectificara- Duquesa, este coche pesa demasiado para ser levantado por tres hombres, pero si retiramos el equipaje como has dicho y ponemos una madera para hacer de rampa, quizás podamos proseguir con nuestro camino, que ya nos hemos retrasado demasiado.




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