La Duquesa

XIII

Al contemplarme por tercera vez en el espejo, volvieron a invadirme las dudas. ¿Sería adecuado llevar ese vestido? 
Había decidido ponerme el vestido que mi padre me había regalado, pero no estaba segura de que él hubiera realmente visto cómo era. Tenía un escote excesivamente pronunciado para mi gusto, y seguro que también para el suyo, la tela se pegaba provocativamente por toda la parte superior de mi cuerpo y desde la cintura caía en olas que  generaban movimiento aunque estuviera parada.

Tras un gran debate interior, decidí dejármelo. De todas formas nadie iba saber quién era yo. Me subí en el carruaje ya con la máscara puesta. Un par de semanas antes había hecho que me hicieran una a juego con mi vestido, y debido a la complejidad del moño que llevaba una criada me había atado la máscara y me había recomendado no quitármela puesto que si no después no sabría cómo volverla colocar sin destrozarme el peinado.

La entrada del hogar de los archiduquesa estaba espectacular, habían colocado antorchas por los diferentes caminos por los que entraban los carruajes lo que hacía que la casa tuviera una luz misteriosa. Bajé de mi coche y me dirigí al interior de la casa, la música ya había comenzado a sonar y la gente se movía divertida por las diferentes estancias del baile.

-Buenas noches mi señora -dijo un hombre aproximándose a mí, su voz me resultaba familiar, pero no era capaz de identificarla- ¿Me concedería el placer de bailar la siguiente pieza?

-Encantada - respondí divertida. Aquella situación era emocionante, yo no sabía con quién bailaba, pero él tampoco.

Comenzó la pieza, y aquel joven no dejaba de mirarme a los ojos. Quizás intentaba adivinar quién era yo.

-Siento mucho haberos abordado tan rápidamente, pero si bubierais visto como os miraban el resto de hombres habrías comprendido mi necesidad por ser el primero - no pude evitar reír.

-Que exagerado, seguro que eses miradas solo eran reales en vuestra cabeza.

-Que modesta... me gusta. Pero no deberíais reíros, os he salvado de la boca del lobo Sira.

Me detuve en seco, provocando que la pareja que bailaba junto a nosotros se chocara, el joven con el que bailaba nos condujo fuera de la pista de baile. Lo había fastidiado todo, ahora ya no quería seguir estando con él puesto que ya conocía mi nombre.

-No os molestéis querida, os habría reconocido en cualquier parte - dijo mirando descaradamente mi escote- además esta noche estáis arrebatadora, se que diréis que ya es tarde, pero no puedo evitar desear que seáis mía.

Aquella frase me devolvió a tiempos pasados, aquel joven era el hijo de los archiduques, bueno actualmente él era el portador de dicho título, ya que su padre había fallecido hacía tres años. Desde que éramos niños Toni siempre había sido muy caprichoso y consentido, sus padres no le habían negado nada, y cuando nuestros padres se reunían, nosotros "jugábamos juntos". Yo lo odiaba, lo que para Toni era diversión para mi era una tarde de servidumbre. Siempre jugaba a ser el reí y yo tenía que obedecerle en todo para que no se enfadara. Hasta que un día me dijo -hoy lo que deseo es que seas mía- yo no tendría más de once años, pero solo de pensar que aquel niño de 12 quería poseerme como a uno de sus juguetes me enfadó tanto que le golpeé y no volví a jugar con él.

-Toni... -Él parcia divertirse con nuestra conversación, me cogió de la mano y me condujo por los pasillos- Toni, que quieres, no puedo ni quiero seguir con esto- dije soltándome de un tirón.

- Mmm, me encanta cuando te pones salvaje - se había acercado tanto a mí que sentía su aliento sobre mi frente.

-Se acabó - dije empujándolo hacia un lado y recorriendo el pasillo a toda prisa. No había girado más que un par de esquinas cuando unos brazos me agarraron con fuerza por la espalda. No pude evitar chillar de la sorpresa- Toni no tiene gracia suéltame- Aquellos brazos no me soltaron hasta que entramos en una biblioteca, en la que habían cientos de estanterías. Me giré con la intención de golpear a Toni, aquella broma estaba fuera de lugar, pero al alzar la vista lo que vi me heló la sangre. No era Toni, era aquel hambre calvo y moreno que me había entregado el paquete de mi padre. Mi reacción fue retroceder, hasta que mi espalda choco con una estantería. 

-Sira no quiero hacerte daño, pero necesitaba hablar contigo y tu padre dijo que usara los medios necesarios.

-Mi padre está muerto- aquellas fueron las únicas palabras que mi boca fue capaz de pronunciar.

-Te equivocas, Sira, escúchame atentamente porque no dispongo de mucho tiempo. Tu padre está vivo, pero debe permanecer escondido, no tubo un accidente, alguien intentó asesinarlo y por poco lo consigue. El Duque me envía para para transmitirte un mensaje, "no debes confiar en nadie, tan solo los Archiduques se salvan"- Yo era una estatua incapaz de moverme- ¿ Lo has entendido?- dijo dirigiendo su mirada a la puerta- Sira...

- Creo que sí, dije dubitativa.

Aquel hombre me hizo repetirle todo lo que me había dicho y antes de que me diera cuenta se había ido. Las piernas me fallaron y deje que mi cuerpo resbalara hasta el suelo. ¡Mi padre estaba vivo! ¿por qué alguien intentaría matarlo... ?bueno eso había dicho aquel hombre, pero debía fiarme de la palabra de un desconocido y desconfiar de todos mis amigos. Llevaba en el suelo unos minutos cuando escuché que la puerta volvía a abrirse y mi reacción fue esconderme.




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