La Duquesa

EPÍLOGO

Adoraba aquellas meriendas campestres. Toni hablaba animadamente con Jose mientras Mariola y Luis jugaban entre los árboles.

Jamás habría imaginado que mi vida me llevaría hasta un momento como aquel. Yo madre no de uno sino dos hermosos y alegres niños, casada con un marido encantador que me adoraba y con un primo estupendo. Aquello era mejor que cualquier cosa que hubiera podido soñar.

A la distancia vi como Marta se acercaba acompañada por su esposo Pablo, su hija Laura y mi adorado Jorge. Fran había decidido abandonar el país por un tiempo, y Jorge había quedado al cuidado de su madre.

Me levanté para recibir a nuestros invitados y tras un breve pero cordial saludo a los recién llegados, Marta y yo nos alejamos de los demás para da una vuelta.

-Eres feliz ¿verdad Sira?- dijo deteniéndose y mirándome a los ojos.

-Jamás creí que pudiera existir tanta felicidad en mi vida Marta- Respondí con sinceramente.- Esto, todos ellos...-dije indicando con la cabeza a todos los presentes.- Todo en mi vida es un regalo, un tesoro que no voy a dejar de cuidar.

-Disculpen señoras- dijo Toni acercándose a nosotras.- Marta me concederías hablar con mi esposa un momento.- Marta rio.

-Toni, si me lo pides con tanta formalidad es que es un tema serio o simplemente quieres desacerte de mí... -Marta abrió la boca dramáticamente- Que descaro, ¡Quieres desacerte de mí!...Si no quisieras tanto a Sira....- dijo marchándose divertida.

-Que sucede Toni- Dije curiosa

-Pues la verdad...- Toni me tomó del codo y me condujo detrás de un árbol. Yo lo miré sin comprender, pero él se inclinó y comenzó a besarme apasionadamente, yo respondí con ansia, hasta que recordé donde nos encontrábamos.

-Cariño...-Logré decir entre beso y beso- Tenemos invitados... y los niños podrían aparecer por aquí en cualquier momento...

-Y qué ...-dijo coqueta- Que vean lo mucho que se desean sus padres..-dirigió sus labios a mi cuello y despertó el deseo por todo mi cuerpo.

-Toni... -dije jadeando- por favor... -Deseaba que continuara, pero mi juicio me decía que debíamos parar.

-Lo se...- dijo juntando su frente con la mía- tendré que esperar.- Depositó un beso en mi frente, se alejó un par de pasos permitiendo que la respiración de ambos tornara a su ritmo habitual y me tendió la mano.

Juntos nos dirigimos hacia nuestros amigos, nuestra familia y nuestra vida.




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