La Duquesa

10

-Lo siento -dije con la voz entrecortada-. Sé que no pude compensar lo que pasó en estos años, ni la ausencia que tuvieron que soportar, especialmente Emma. Les di responsabilidades que no les tocaban, los dejé solos. Fueron demasiados años, y lo siento de verdad. Perdóname, Eli, por haberte dejado sola a ti a tus hermanos.

Sequé sus lágrimas con ternura, tratando de aliviar la carga que ambas sentíamos.

-Sé que estás enojada conmigo -susurré-, pero quiero que escuches algo: este será un nuevo comienzo para todos nosotros. Te lo prometo.

Con los ojos aún húmedos y la voz quebrada, Elizabeth me miró y respondió:

-Sé que no has sido la madre que merecíamos. Nos abandonaste en un nido de víboras, y duele… duele mucho. Pero escucharte decir que quieres arreglar esto, que estás aquí ahora, me da una esperanza pequeña, pero real. Quiero creer en ese futuro que prometes, en que juntos aprenderemos a manejar el ducado y todo lo que ello implica. Sé que será un camino largo… pero estoy dispuesta a intentarlo, si tú también lo estás.

Nos abrazamos entonces, dejando que el silencio llenará el espacio con la promesa de un nuevo inicio, frágil pero lleno de posibilidades.

El ambiente de la habitación que nos rodea de tristeza y enojo se comienza a desvanecer en la habitación atrayendo una paz en la habitación y tranquilidad que no se sentía hace tiempo.

Nos quedamos un tiempo más para enfrentar lo que viene y saber el paradero de su hermano.

—¿Qué les parece, mis dos niñas? Mañana buscaremos telas para sus vestidos y adornos para los trajes especiales de sus hermanos. —dije con entusiasmo.

—¡Sí! —respondieron al unísono.

Después de separarnos del abrazo, me paro sosteniendo la mano de Eli.

— Si necesitas quedarte tu habitación está como la dejaste.

Asiente con la cabeza. -mientras ella retiraba su mano.

—¿Qué tal si pasamos al comedor? —propuse.

Una vez que todos estuvimos en el comedor, comenzaron a platicar sobre lo que habían hecho durante estos años. Una vez que terminamos, les dije que los esperaba para la cena.

Me fui al estudio que ambos compartimos, al entrar, la nostalgia me envolvió como una manta húmeda. Me acerqué al escritorio, seguí caminando hasta que mis dedos acariciando el marco de la pintura de él. Sus ojos rojos como rubíes, siempre llenos de picardía, me miraban desde el papel. Su sonrisa, tan contagiosa, me hacía sentir un nudo en la garganta.

Suspiré, dejando caer mi mano sobre el escritorio. ¿Cuánto tiempo había pasado? desde que... No, no podía pensar en eso ahora. Me obligue a recordar los buenos momentos. Las tardes de campo, el aroma del pasto fresco, el sonido de sus risas mientras corríamos por la pradera. Lo veía cabalgando a caballo, su pelo al viento, su rostro iluminado por la alegría. Y luego, sus regalos: joyas, unas telas, un simple ramo de flores. Cada uno de ellos, un recordatorio de su amor, de su presencia cuánto me hacía falta.

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. No podía contenerlas. Lo extrañaba con una intensidad que me hacía sentir que mi corazón se rompía en mil pedazos.

Flashback:

"Mamá, papá, ¡ya llegó!" La voz de Evan resonó en mi mente, tan viva como si lo estuviera escuchando en ese momento.

"Sí, mi amor, vamos a ver cómo le fue en su viaje." -con la, voz llena de cariño.

"Evan, no corras con Eli, con cuidado." La imagen de mis hijos corriendo hacia mí, con Eli a su lado, me llenó de una mezcla de alegría.

Fin del flashback




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