Capítulo 24: La Constante de la Maestra

Meses después, con sus exámenes finales de primer año en la universidad terminados, Beatriz regresó a su antiguo colegio para ver a la Sra. Astrid Vega.

La profesora la recibió con una sonrisa cálida en el aula 3-B.

—Aquí está mi exalumna estrella —saludó la Sra. Vega—. Me alegra verte tan centrada. ¿Cómo va esa Ingeniería Financiera? ¿Algún problema logístico?

—Ninguno. Y es gracias a usted —dijo Beatriz, dejando un pequeño regalo sobre la mesa de la profesora—. Quería darle las gracias. No solo por la lógica, sino por el apoyo.

Beatriz le contó sobre el final de la búsqueda, la elección de su hogar y la integridad que su padre había recuperado en su bufete.

La Sra. Vega escuchó con orgullo. —Me pediste ayuda para encontrar una variable (tu origen), pero el verdadero problema era validar las constantes (tu familia). Demostraste que el amor es la constante más inquebrantable. Y tu decisión de rechazar el soborno fue la prueba final de tu integridad.

—Fue el consejo de mi padre, pero lo vi a través de su lógica —admitió Beatriz.

La Sra. Vega se reclinó, con una expresión seria. —Recuerda esto, Beatriz. En la vida real, a diferencia de un examen, a veces tendrás problemas sin solución. No hay que temer a esos problemas, solo a las soluciones deshonestas. Tu vida se resolverá por tu ética, no por tu suerte.

Beatriz asimiló el consejo. Era la última lección de su mentora, un principio que llevaría a su vida profesional.

Antes de irse, Beatriz le habló de Santiago. —Es el hombre más honesto y lógico que conozco. Nos estamos yendo bien.

—Lo sé —dijo la Sra. Vega—. El compañero perfecto para la matemática perfecta. Me alegro mucho por ti, Beatriz. Ahora, ve y resuelve el mundo.

Beatriz dejó el aula 3-B por última vez, sintiendo el peso de la sabiduría de su maestra. Estaba lista para el futuro, con una identidad forjada en la honestidad y una comprensión profunda de que la lógica y el amor no eran opuestos, sino fuerzas complementarias.