Faltaban pocos días para empezar el colegio e Inés aún no había tenido la oportunidad de hablar con Martina, quizá pensaba que le estaban ocultando algo como a ella y por eso se escondía en busca de respuestas. Inés decidió que era hora de aclarar las cosas, salió a la calle con una sensación diferente, más positiva, con ganas de reconciliarse. Había estado meditando y puede que aún hubiera esperanzas de encontrar a Adela. Paseó un rato hasta el hogar de su amiga y, antes de llegar, vio a Martina de pie, pensativa con los brazos cruzados frente a la casa. Inés se acercó dando pequeños saltitos, impulsada por la nueva sensación de bienestar. Con el último brinco cayó justo al lado de Martina. La chica, sobresaltada, la miró con el ceño fruncido.
-Martina, escúchame. Ya sé que estás enfadada. Pero a lo mejor no está todo perdido. Puede que esa cueva realmente fuera un túnel a otro mundo, y que Adela solo lo cruzara... todavía podría volver.
La sorpresa en el rostro de Martina se transformó en odio en un instante.
-¿Así es como lo llaman tus padres los santurrones?-preguntó con voz cortante.
-No te entiendo... -balbuceó Inés. -¿Estás enfadada por esa chica desconocida que ahora vive en casa de Adela? A mí también me resulta sospechosa.
-¿En serio, Inés? ¿Tú también vas a decir esas estupideces?- Martina gritó, con lágrimas asomando en sus ojos-. Estoy hasta las narices de este pueblo... y de vosotros, que sois unos paletos incapaces de llamar a las cosas por su nombre. Adela ya no podrá volver nunca. ¿Lo entiendes, imbécil?
Con un empujón intimidatorio, Martina dejó atrás a Inés y se marchó.
Inés se quedó paralizada. Las palabras no le salían. ¿Qué quería decir? ¿Acaso sabía que Adela había muerto? No encontraba ninguna explicación lógica al comportamiento de su amiga.
A lo lejos, desde la puerta de entrada, la joven rubia observaba la escena con tristeza. Aquellas niñas parecían temerla y odiarla, y no sabía si también tenía la culpa de que se hubieran separado. La madre de Adela se acercó por detrás y le dio un abrazo reparador. Inés las vio desde lo alto de la colina y, de pronto, volvió a sentir ira.
-¿Por qué nadie me dice lo que está pasando?-gritó, corriendo hacia casa sin mirar atrás.
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Editado: 16.09.2025